Publicidad

En México, un país de reprobados, en donde subsisten penosamente 50 millones de compatriotas atenazados en la pobreza, para ya ni hablar de los 8 millones sepultados en la miseria extrema, se impone la presencia de una izquierda inteligente, progresista, constructiva, propositiva que no pretenda gobernar con recetas extraídas del bote de la basura, sino con estrategias de crecimiento y evolución de auténtica vanguardia.

¿A dónde vamos con una izquierda como la de Castro o la de Maduro o la de Daniel Ortega o la de Evo Morales o la de López Obrador? En México, todo lo que se burocratizó quebró desperdiciando miles de millones de pesos con los que se pudieron haber llevado a cabo esfuerzos inteligentes para rescatar a los marginados de su pavorosa condición.

¿Petróleos Mexicanos? ¡Quebrado! ¿Comisión Federal De Electricidad? ¡Quebrada! ¿Ferrocarriles Nacionales de México? ¡Quebrado! ¿El Insituto Mexicano del Seguro Social? ¡Quebrado! Es claro entonces que los operadores del Gobierno mexicano no solo han sido pésimos empresarios, sino que han pasado a la historia como administradores corruptos e ineficientes.

López Obrador ha asustado severamente a los capitales nacionales y extranjeros, ha depreciado el peso, desplomado la bolsa, lastimado a los ahorradores, cancelado decenas de miles de empleos, destruido el valor de las acciones de las empresas mexicanas cotizadas en el extranjero y desprestigiado la colosal marca México. ¿Así va a rescatar a los marginados de la pobreza, sin aceptar, además, la petición de la sociedad para nombrar a un fiscal anticorrupción autónomo y empezar a construir un Estado de derecho?

López Obrador propone, también con oídos sordos, la militarización del país con tal de contener a la delincuencia organizada sin tomar en cuenta los riesgos que esto conlleva. Por si fuera poco, decidió controlar la radiodifusión digital con diversos pretextos ingrávidos y leyes retrógradas como si la parte de la sociedad pensante no se percatara de sus intenciones tiránicas, presentes en forma en el Instituto de Formación Política, una organización dedicada a la difusión encubierta de ideas marxistas sacadas del bote de la basura.

López Obrador pretende construir en el sureste del país un Tren Maya, que nacerá quebrado por una previsible falta de aforo, además de una refinería de miles de millones de dólares a inaugurar en cinco años, cuando la mayor parte de la planta automotriz será eléctrica y en Estados Unidos se encuentran gangas para refinar petróleo. López Obrador va a prescindir de la alta burocracia creativa y trabajadora y a desperdiciar largos años de capacitación al reducirle sus sueldos para estimular la corrupción y la ineficiencia del sector público.

El Banco de México, una de las más distinguidas y respetables instituciones del país, además de la Comisión Nacional Bancaria, ya se han desfondado, privándose de sus grandes expertos y técnicos, llamados despectivamente “tecnócratas” por el presidente electo. Los mexicanos vamos montando a caballo, sentados al revés, agarrados de la cola y con los ojos vendados, después de que la bestia recibió un sonoro latigazo en las ancas. ¿Cuánto soportaremos?

López Obrador prefiere curiosamente la lealtad en su gabinete en lugar de privilegiar el profesionalismo con sus inmensas ventajas y sugiere en términos suicidas, que PEMEX cancele sus exportaciones de crudo, con lo cual la empresa paraestatal, ya quebrada, se precipitaría en la insolvencia y garantizaría la calificación de México como un país de alto riesgo con sus previsibles consecuencias, unas más desastrosas que las otras.

No se trata de la aceptación de una tesis que proponga la existencia de un mercado libre en la más amplia acepción del término, léase un capitalismo desbridado, un neoliberalismo sin fronteras o en otras palabras, la tolerancia de un neolibertinaje económico en perjuicio de quienes se encuentran cautivos o excluidos de los esquemas de distribución del ingreso, no, la inevitabilidad de la izquierda en México se debe entender como una estrategia inteligente y eficaz para elevar a la mayor cantidad posible de mexicanos a la altura mínima exigida por dignidad humana, para lo cual se deben trabar alianzas con los capitales para crear empleos en un contexto de libertades políticas orientadas a escuchar las voces de la nación y construir con ellas un mejor país.

Publicidad