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Sevilla, 10 jul (EFE).- La segunda ola de calor del año de este año en España pilló por completo a Rosalía en su actuación de anoche Sevilla, incluida en la gira mundial que comenzó esta semana en Almería. Los 40 grados a la sombra se sofocaron con abanicos y “agüita”, como propuso la cantante, que protagonizó un concierto de menos a más.

“No se oye”, gritó al unísono el público del Estadio Olímpico a los pocos minutos del espectáculo y cuando la catalana quería congratularse con la concurrencia pero no se entendían sus mensajes. Algo raro en el alarde de luz y sonido del espectáculo Motomami, que girará por todo el mundo.

Poco después se oía y entendía todo. Con un vestido blanco y botas rojas de piel hasta las rodillas tras el azul y negro del comienzo de gira, Rosalía dejó claro que respeta “cualquier estilo”, y cantó por bulerías, trap, hizo “tweerking” y deleitó al personal con una variedad inusual. Hasta cantó versiones de temas clásicos como Papi Chulo de Lorna.

“Voy a cerrar el círculo”, anunció una exhausta y acalorada Rosalía antes de entonar un tema flamenco que encantó y que quizás para ella supuso su respuesta a cuando hace casi cuatro años actuó en la Bienal de Flamenco y uno de los principales críticos locales la calificó como “cantante de flamenco” pero no cantaora.

Entonces Rosalía rechazó cantar “Malamente” aduciendo que estaba en la Bienal de Sevilla, considerada la cumbre mundial del flamenco, pero anoche la entonó y bailó para regocijo de los presentes, la mayoría jóvenes pero sin excluir cincuentonas y cincuentones con buen “swing”.

La actuación es más fácil seguirla por las pantallas de vídeo que en persona, lo que convierte cada tema en una especie de videoclip, pero los bailes a pie de pista y en las gradas son reales: ahí no hay artificios.

Ella controla con soltura el escenario, que comparte con ocho bailarines, algunos dignos de competir en los Juegos Olímpicos; baja a bailar con el público, hace subir al escenario a fans y es capaz de interrumpir el espectáculo porque alguien se ha desvanecido.

Antes de recorrer otras siete ciudades españolas más, además de varios países a uno y otro lado del Atlántico hasta su final el próximo mes de diciembre en París, la arista ha tirado en Sevilla de oficio y se ha sobrepuesto al pegajoso calor andaluz.

Tuvo que utilizar una toalla para quitarse el sudor; pidió que se bebiera “agüita”; y el público no paró de pedir refuerzos de líquidos en la barra (12 euros el litro de cerveza) además de usar con fruición los abanicos regalados por los patrocinadores.

La conclusión es que Rosalía engancha, tiene un público fiel aunque haya problemas de sonido, baila lo que le echen, controla el escenario como si fuera el patio de su casa y exhibe una naturalidad mezclada con sofisticación que atrae a “jovenzuelos y puretas”.

Manuel Rus

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