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Viena, 12 mar (EFE).- Mientras que una oleada de huelgas recorre la Unión Europea (UE) debido a la alta inflación, Austria se mantiene como el país con menos paros del bloque gracias a un modelo que resistió las reformas para debilitar la negociación colectiva.

Cuando en Francia, Reino Unido, Alemania o España, entre muchos otros países de la UE, se han producido huelgas para reclamar mejoras laborales y salariales o protestar contra ciertas reformas, en Austria apenas se contemplaron.

Y eso es lo habitual. Según el Instituto Sindical Europeo, Austria fue el país de la UE con menos días de trabajo perdidos debido a huelgas por cada mil empleados entre 2010 y 2019. Suecia es el único país del bloque que se le acerca.

En ese tiempo se contabilizaron 2,1 días anuales de trabajo perdido por cada mil empleados frente a los 275 de Chipre, los 128 de Francia o los 49 de España. La misma tendencia se ha dado en 2020 y 2022.

La última huelga de importancia que vivió el país fue por una disputa salarial el pasado 28 de noviembre, cuando los trabajadores de los ferrocarriles estatales hicieron un paro “de advertencia” de 24 horas. Tras esa jornada se pactó un aumento salarial del 8 % para 2023.

En Austria no existe un salario mínimo general, sino que se establece por cada sector de actividad. La cobertura de los convenios colectivos es del 98 % y su aplicación es obligatoria.

SUBIDAS DEL 11%

Claudia Mairhofer ha liderado la negociación salarial por parte del sindicato VIDA en el sector de las empresas privadas de autobuses, donde ha conseguido subidas de hasta el 11,1 %, con una media de 200 euros mensuales, alrededor del 10 %.

Además, se fijó el salario base en 2.000 euros y logró que se pague un bono único de 250 euros libres de impuesto para compensar la inflación.

“Trabajar debe salir a cuenta. Un trabajador debe tener dinero para salir, disfrutar del ocio, tomarse algo si quiere. No podemos tener salarios sólo de subsistencia”, explica a EFE Mairhofer, ella misma conductora de autobuses.

La subida está por encima del 7,5 % de inflación del periodo de referencia -noviembre de 2021 a octubre de 2022- para compensar subidas futuras, y el tiempo le ha dado la razón: el IPC interanual de febrero fue del 11 %.

“La vida se ha vuelto muy cara para los trabajadores. Y por eso se dijo que debía haber un salario mínimo de 2.000 euros brutos. Ese era el requisito inicial y de ahí no nos movimos”, explica.

Además, que los trabajadores tengan un salario digno es bueno para la economía. “¿Quién va a comprar en los negocios si no hay dinero para gastar?”, afirma.

Markus Petritsch, el jefe de la rama de transportes por carretera del mismo sindicato, agrega: “Si acordamos subidas por debajo de la inflación, el dinero valdrá cada vez menos y la gente ganará cada vez menos, y nuestra tarea como sindicato es oponernos a eso”.

En el próspero país centroeuropeo de nueve millones de habitantes, donde existe en la práctica pleno empleo, muchas empresas tienen dificultades para encontrar trabajadores: el pasado verano incluso se tuvieron que suspender algunas conexiones de autobús por falta de conductores.

El aumento de salario sirve así para hacer el oficio más atractivo y es, por ello, beneficioso también para las empresas.

EL MODELO AUSTRÍACO

Las claves que cita Petritsch para que funcione el modelo austríaco es que los convenios colectivos cubren a la inmensa mayoría de los empleados y las negociaciones se realizan por sectores de actividad y no por empresas, lo que da más poder a los trabajadores.

Benjamin Bittschi, experto del Instituto Austríaco de Investigación Económica (WIFO), coincide en la importancia de esos dos factores para explicar el modelo de “cooperación social” austríaco, en el que trabajadores y empresarios buscan soluciones de consenso.

Y destaca: “Austria ha podido evitar en cierta medida una tendencia internacional: aquí se siguen negociando los convenios colectivos a nivel sectorial y no empresa por empresa”.

El economista explica que después de la crisis financiera de 2008 en algunos países especialmente afectados como Grecia, pero también Portugal y España, se buscó “flexibilizar el mercado laboral y disolver ese sistema (de negociación sectorial)”, lo que debilitó la posición de los representantes de los trabajadores.

A ello se une que Austria es uno de los países del mundo con mayor cobertura de los convenios, con el 98 %, mucho más que Alemania (55 %), EEUU (12 %) o España (80 %), donde también hay procedimientos para “descolgarse” de la aplicación de los convenios.

El modelo austríaco de “cooperación social” nació después de la Segunda Guerra Mundial, como fórmula para favorecer la reconstrucción y el desarrollo del país al tiempo que garantizaba la paz social.

Con todo, el economista recuerda que en los últimos 20 años no se han producido incrementos reales en los salarios si se ajustan a la inflación, y que, por ejemplo, en 2022 se ha observado una pérdida neta de poder adquisitivo

por Luis Lidón

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