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Santiago de Chile, 5 jun (EFE).- Llegaron al poder con menos de 45 años, con una renovadora agenda feminista y ecologista y una nueva forma de comprender la política: el presidente de Chile, Gabriel Boric, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, son dos líderes con sello propio y ganas de entenderse en una región no siempre dispuesta a ello.

Ambos viajarán esta semana a la ciudad estadounidense de Los Ángeles para participar en la Cumbre de las Américas y, aunque podían reunirse allí, han decidido hacerlo antes en Ottawa.

Acompañado por la canciller chilena, Antonia Urrejola, y el ministro de Economía, Nicolás Grau, Boric aterrizará este lunes en la capital canadiense, donde permanecerá solo unas horas y mantendrá también encuentros con empresarios y estudiantes.

“Es una señal que ambos quieren darle a la región de que tienen una agenda común, con liderazgos más progresistas y más cercanos a la gente. La idea es que puedan tener una conversación más larga, más allá de las bilaterales en la cumbre”, dijo Urrejola a Efe.

Para Raúl Allard, director del Magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Valparaíso, el encuentro le permite a Trudeau “afianzar su política de acercamiento hacia América Latina” y a Boric “mostrar su capacidad de diálogo con líderes importantes y su vocación internacionalista”.

“El presidente Boric conversará con Trudeau sobre el interés de ambos en proteger los océanos. Eso tiene más efecto si se conversa en Canadá y no en Estados Unidos”, agregó a Efe.

SOPLO DE FRESCURA

Sus puntos de partida son completamente distintos: Trudeau era un maestro que decidió dar el salto a la política y asumió como primer ministro con 43 años, 15 años después de la muerte de su padre, el ex primer ministro Pierre Trudeau (1919-2000) y una de las figuras más reconocidas tanto dentro como fuera de Canadá.

Boric, en cambio, fue un destacado líder estudiantil, que pasó ocho años en el Parlamento y llegó al palacio La Moneda el pasado marzo, convertido en el presidente más joven de la historia del país (36 años) y el primero que no forma parte de los dos grandes bloques que gobernaron en las últimas décadas.

La elección de ambos supuso un soplo de frescura para las anquilosadas clases políticas locales y sus investiduras rompieron moldes: Trudeau fue a la ceremonia en autobús junto a su gabinete y Boric juró el cargo sin corbata y con una banda presidencial tejida por un sindicato “revolucionario” de costureras.

“Ambos representan un cambio generacional y la oportunidad de recuperar de alguna manera la confianza en la política”, afirmó a Efe Robert Funk, de la Universidad de Chile.

La experiencia de Trudeau, no obstante, “le puede servir de advertencia a Boric porque ya lleva varios años en el poder y, en muchos sentidos, esa esperanza que existió al comienzo se ha ido degradando”, alertó el experto.

RELACIÓN AFIANZADA

Para Cristóbal Bywaters, director del think-tank Nueva Política Exterior, más allá de los símbolos, lo que les une es una agenda común en materia de feminismo, ecologismo, multilateralismo, derechos humanos y pueblos originarios.

“Chile está proyectando una política exterior feminista y turquesa, dos áreas que han sido parte del sello de Trudeau”, apuntó Bywaters a Efe.

Ambos lideran un gabinete paritario entre hombres y mujeres, son fieles defensores del aborto libre y esta semana mostraron sus intenciones de controlar o directamente prohibir la compra de armas, tras los recientes tiroteos en Estados Unidos.

La cuestión indígena también es una de sus grandes preocupaciones: Trudeau anunció esta semana el pago de más de 1.000 millones de dólares a los siksika en compensación por el robo de sus tierras hace más de un siglo.

Boric, mientras tanto, trata de buscar nuevas soluciones a un enconado y violento conflicto territorial en la sureña región de La Araucanía entre el Estado chileno, grandes forestales y el pueblo mapuche, el más grande del país.

“Chile comparte con Canadá un mismo sentido de sociedad internacional. Esto lo convierte en una alianza interesante en momentos en que el multilateralismo hemisférico y el latinoamericano se encuentran muy debilitados”, subrayó Bywaters.

Las relaciones económicas entre ambos países se rigen por un tratado de libre comercio que este año cumple 25 años y que fue el primero que firmó Chile.

El año pasado, Canadá exportó a Chile más de 950 millones de dólares e importó del país suramericano productos por valor de 1.425 millones de dólares.

“Hay potencial de crecimiento. No son recíprocamente los principales socios, pero son países que se respetan y que son respetados en este momento a nivel mundial”, concluyó Allard.

María M.Mur

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