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Sofía, 25 mar (EFE).- Bulgaria es el país de la Unión Europea (UE) en el que más personas no pueden permitirse pagar la calefacción. Según los datos de Eurostat, casi una cuarta parte de los búlgaros no tienen dinero para mantener su vivienda caliente.

“Desde hace años, mi esposo y yo pasamos el invierno en una habitación pequeña en la que el radiador de la calefacción central está a un tercio de su capacidad”, cuenta Siyka, una jubilada de 73 años que pone rostro a la pobreza energética en Bulgaria.

“Aun así, las facturas son inasumibles”, confiesa.

Las pensiones que cobra Siyka y su marido suman unos 600 euros, y la factura mensual de la calefacción asciende hasta 230 euros. La pareja de jubilados cuenta con una ayuda anual única de 310 euros.

La profesora jubilada debe hacer frente, además, a una inflación del 14 %, aunque los precios de alimentos básicos, medicamentos y combustibles aumentaron entre un 50 y un 80 %.

BAJOS INGRESOS…

En la situación de Bulgaria -un país balcánico de 6,8 millones de habitantes que es el más pobre de la UE- convergen dos problemas: los bajos ingresos y las viviendas mal aisladas.

El salario mínimo en Bulgaria es de 390 euros, mientras que el sueldo medio bruto ronda los 850 euros. En contraste, el salario medio en la UE en 2021 era de aproximadamente 2.750 euros.

Además, el 22 % de la población búlgara, es decir, más de 1,5 millones de personas, vive por debajo del umbral de pobreza, que se sitúa en 252 euros.

Otro problema adicional es que todavía no existe una definición legal de qué es la “pobreza energética”.

Para Teodora Peneva, experta del Instituto de Estudios Económicos de la Academia de Ciencias Búlgara, el umbral de pobreza energética debería situarse en 361 euros mensuales por persona.

“Y debajo de él ya tendremos a unos 2,89 millones de habitantes, un número que se debe a dos principales razones: los ingresos bajos y las amplias desigualdades sociales”, señala.

…Y CONSTRUCCIONES DEFICIENTES

Un 93 % de los edificios de viviendas en Bulgaria son ineficientes energéticamente, según informó a EFE el ministerio de Obras Públicas. Desde el inicio de un programa nacional lanzado en 2015 para mejorar la situación apenas se han renovado 2.000 edificios.

Uno de los problemas es la construcción con paneles de hormigón, que se empleó a gran escala durante el régimen comunista entre los años sesenta y ochenta.

Más de 1,7 millones de búlgaros, un tercio de la población, vive en viviendas construidas con este sistema, que carece de aislamiento térmico adecuado.

Kiril Milev, ex profesor en la Universidad de Arquitectura, Construcción y Geodesia, explica que ese sistema tiene “muchos aspectos positivos desde el punto de vista de la estabilidad sísmica, la dureza del material y, sobre todo, permite una rápida construcción al simplemente montar un elemento sobre otro, como un LEGO”.

El problema “es que no tiene nada que ver con aislamiento térmico y es un desafío calentar el espacio habitable”, expone.

Además, el programa de renovación requiere que los propietarios cubran la mitad de los gastos, lo que dificulta llegar a un acuerdo entre los vecinos debido a las diferencias en sus posibilidades económicas.

La inversión puede llegar a unos 10.000 euros, dependiente de la superficie y la calidad de los materiales.

Este es el motivo por el que es común ver edificios donde solo algunas viviendas tienen aislamiento térmico en la fachada y ventanas modernas.

Otro problema heredado del socialismo es la calefacción central de plantas térmicas, con una gran pérdida de calor en las tuberías por su antigüedad y la falta de reparaciones.

Tsvetan Penchev, especialista en relaciones públicas, relata su experiencia con este sistema: “Hace muchos años que me negué usar la calefacción. Pero me obligan a pagar a la empresa debido a que sus tuberías pasan por mi vivienda y no las puedo eliminar ya que así cortaría el ciclo cerrado de todo el edificio”.

Califica la situación como “extorsión” y lamenta que deba pagar unos 120 euros mensuales, casi tanto como paga por la eletricidad que consume para calentar su apartamento de 75 metros cuadrados.

En las zonas rurales, en las localidades más pequeñas, mucha gente optó por calentarse con leña, que este año dobló su precio por la demanda: se llegó a pagar 100 euros por metro cúbico mientras que en 2021 el precio era de menos de 40 euros.

En el caso de jubilados como Siyka solo les queda confiar en el buen tiempo, como fue el caso este invierno.

“Este año casi no hemos tenido frío, han sido muy pocos los días de temperaturas por debajo de cero grados”, relata.

Y, ¿qué pasará el año próximo? “Dios misericordioso lo decidirá”, responde.

Vladislav Punchev

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