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Para muchos, es la alternativa norteamericana a los Estados Unidos de Donald Trump. Un país con un jefe de Gobierno guapo, moderno… y que utiliza las redes sociales y los golpes de efecto de imagen tanto o más que el inquilino de la Casa Blanca, sólo que para transmitir un mensaje completamente diferente. Un mensaje de globalización, apertura a la inmigración y a los refugiados, igualdad de género y lucha contra el cambio climático.

Es la Canadá de Justin Trudeau. Un país que hasta ha liberalizado en todo su territorio el consumo de marihuana. Más contrastes con EEUU, donde el Gobierno federal está en guerra con los estados y territorios que han adoptado esa medida, imposible. 

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, saluda mientras camina por una calle de Ottawa. CHRIS WATTIE (REUTERS)

Pero la Canadá de Trudeau también está descubriendo que la frase del dictador mexicano Porfirio Díaz es aplicable a los vecinos del Norte de EEUU: “Tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU”. Hace dos semanas, Trudeau tuvo que hacer concesiones significativas a Washington en la renegociación del Tratado de Libre Comercio (NAFTA) para satisfacer las exigencias de Trump.

Con un PIB que es sólo el 9% del de su vecino del sur, y una población menor que la del estado de California (y aún sobran dos millones de personas), Canadá está atrapada por la dependencia de EEUU, el país al que van el 85% de sus exportaciones y del que proceden el 60% de sus compras en el exterior.

Justin Trudeau en un discurso en Montreal, QC

Los intentos de Trudeau de diversificar las relaciones comerciales canadienses con la UE y los países de Asia no van a generar una alternativa a EEUU. Y menos aún después de que en el nuevo tratado Ottawa -y, también, México- esencialmente renuncie al establecimiento de acuerdos comerciales con China sin la aquiescencia de Washington.

Pero no es sólo EEUU. La Canadá de Trudeau -que el año que viene se enfrenta a una reelección en la que parte, en principio, como favorito- no es inmune a los cambios políticos que vive todo Occidente. Canadá vive también el colapso de la vieja política, con un primer ministro al que sus rivales acusan de ser mucho mejor en ‘selfie’ que en el Gobierno, y que, entre sus conciudadanos, y como suele ser normal en estos casos es visto no como una estrella del rock, sino como un político más. Éstos son algunos de los ejes de la alternativa a Trump de América del Norte.

Los calcetines se han convertido en la marca de Justin Trudeau. REUTERS

INMIGRACIÓN

Los cínicos dicen que Canadá es un país fundado por descendientes de franceses católicos y anglosajones protestantes que han hecho todo lo posible por ignorarse los unos a los otros durante cuatro siglos, lo que ha generado un muy especial sentimiento nacional. Sea como sea, Canadá no ha caído en el nativismo de EEUU y, de hecho, el intento del entonces primer ministro Stephen Harper de jugar la carta nacionalista e islamófoba en las elecciones de 2015 fue una de las razones que catapultaron a Trudeau al Gobierno.

La política migratoria canadiense ha sido citada como ejemplo por el propio Gobierno de Trump, porque se basa en la atracción de personal altamente cualificado. Trudeau ha reforzado esa tendencia con un sistema de expedición de visados de trabajo en sólo dos semanas para trabajadores o investigadores altamente cualificados.

La excusa de que Canadá puede escoger a sus inmigrantes más fácilmente porque no tiene frontera con México o con ningún país en vías de desarrollo sólo es válida hasta cierto punto, ya que se estima que la mitad de los indocumentados que viven en EEUU han entrado como Dios manda, cruzando las aduanas de los aeropuertos con los papeles en regla, y luego quedándose más de lo que permitían sus visados.

Canadá también tiene un sistema de esponsorización de refugiados por medio de organizaciones privadas. Eso sí: el número de refugiados que el país admite tampoco es alto: alrededor de 25.000 al año, y en los últimos años el rechazo a los recién llegados ha ido subiendo en las encuestas. En todo caso, una de las cosas que llaman la atención en ciudades como Montreal es el número de carteles y anuncios en español.

EL FIN DE LA ‘VIEJA POLÍTICA’

Trudeau ganó las elecciones de 2015 en buena medida porque, se suponía, representaba la nueva política, aunque con unas siglas de toda la vida, las del Partido Liberal, con el que ya había sido primer ministro su padre, Pierre, en los 60, 70 y 80. A falta de un año para la reelección, sin embargo, otros partidos están asumiendo esa bandera renovadora.

El caso más espectacular llegó hace dos domingos, en las elecciones en la provincia de Quebec, donde la Coalición por el Futuro de Quebec (CAQ, según sus siglas en francés) arrasó, mientras que los secesionista del Bloque Quebequés se hundieron hasta el extremo de no llegar a formar grupo propio en el Parlamento regional. Es la primera vez en medio siglo que ni los nacionalistas ni los liberales forman gobierno en Quebec. Encima, la Coalición por el Futuro de Quebec apenas tiene una década de existencia, y el otro gran vencedor ha sido el Partido Solidario, de izquierda, que pretende, entre otras cosas, prohibir la venta de coches que funcionan sólo con gasolina o gasoil en 2030.

Pero los cambios van más lejos. QAC quiere reducir en un 20% la entrada de inmigrantes en Quebec, y amenaza con expulsar a los recién llegados que en tres años no aprendan francés, a pesar de que el Gobierno provincial no tiene autoridad para ello. El triunfo de este grupo de centroderecha llega tres meses después de que en la provincia de Ontario ganaran los Conservadores Progresistas de Doug Ford, un político que ha sido calificado como el Trump canadiense. Ford es, como el estadounidense, un populista conservador nacido en una familia millonaria pero que conecta con el hombre de la calle, y al que también odian tanto las élites de su partido como las de la oposición. El nuevo primer ministro de Ontario, sin embargo, ha evitado el racismo y la xenofobia del inquilino de la Casa Blanca.

SILICON VALLEY EN FRÍO

La ‘inmigrafobia’ de Donald Trump ha logrado lo imposible: que la gente se vaya de Silicon Valley para trabajar a Canadá. La clave es que ingenieros de países como India o China que ya viven y trabajan en Estados Unidos se están yendo al vecino del Norte porque no quieren pasarse la vida con la incertidumbre de no saber si sus visados de trabajo van a ser renovados, ni sufriendo ante una serie de obstáculos administrativos que cada día crecen un poco más para conseguir el permiso de trabajo y residencia. Hay que tener en cuenta que el responsable del Departamento de Justicia de EEUU, Jeff Sessions, no sólo se opone a la inmigración ilegal sino, también, a la legal.

Sede del ‘hub’ tecnológico MaRS de Toronto, ON

Así, en el ‘hub’ tecnológico MaRS de Toronto el número de residentes en EEUU que han pedido empleo creció un 82% en 2017. Como contraste, las solicitudes de India sólo aumentaron en un 55%, y las de China en un 36%. En esa misma ciudad, la dueña de Google, Alphabet, está construyendo en una superficie de seis hectáreas lo que se espera que vaya a ser la primera barriada del mundo pensada en función de internet (para unos es “la ciudad del futuro”; para otros, “el conejillo de indias de Google”). Y, según el gigante tecnológico -y, como Alphabet, estadounidense- IBM, Montreal es “la capital mundial de la Inteligencia Artificial”. La espantada no se limita a la tecnología. Las universidades canadienses están viendo cómo se disparan las solicitudes de admisión de estudiantes de países que temen ir a Estados Unidos.

BURBUJA INMOBILIARIA

Toronto vista panoramica

Ya en el mes de abril, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Maurice Obstfeld, citaba a “algunas ciudades de Canadá” como ejemplo de mercados inmobiliarios con riesgo de burbuja.

Efectivamente, Toronto es la tercera ciudad del mundo con una burbuja inmobiliaria más grande, y Vancouver -justo en el otro extremo del país- la cuarta, según el gigante bancario suizo UBS. En la primera de esas ciudades, el precio de la vivienda ha subido un 50% en los últimos cinco años, aunque, de acuerdo con UBS, la intervención de los poderes públicos ha contribuido a enfriar la burbuja. Aun así, ambas ciudades son mucho más caras que otros lugares con reputación de viviendas imposibles de costear por el común de los mortales, como San Francisco, Londres, o Nueva York.

Vancouver, BC

EL REY DEL PETRÓLEO

Trudeau colgó un tuit expresando su “profunda decepción” con la decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Tratado de París sobre cambio climático. Pero Canadá es el segundo país del mundo con más reservas probadas de petróleo, tras Venezuela, y el cuarto productor y exportador, sólo por detrás de Rusia, Arabia Saudí, e Irak.

Y, pese a que el 98% del crudo canadiense -las llamadas arenas bituminosas- es de los más contaminantes y de extracción más dañina para el medio ambiente, Trudeau ha llegado al extremo de poner al Estado a construir un oleoducto de más de 4.500 millones de dólares canadienses (3.000 millones de euros) a través de las Montañas Rocosas y de reservas indias para sacar el petróleo de Alberta a Vancouver, en el Pacífico, desde donde será exportado a China.

Toda la operación ha desencadenado una interminable batalla legal entre el Gobierno canadiense, por un lado, y una coalición de comunidades indígenas, el Gobierno de la provincia de Columbia Británica, la ciudad de Vancouver y los grupos ecologistas. Trudeau ha defendido la operación en Twitter, precisamente, apelando “al interés nacional”, lo que es una forma indirecta de decir que Ottawa quiere reducir su dependencia de Estados Unidos, el país al que exporta el 99% de su producción de crudo. Ni Trump en sus más locos sueños con el carbón ha llegado tan lejos.

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