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Los aniversarios pasan, la población de Nueva York se renueva y los recordatorios del ataque terrorista que sacudió a la principal ciudad de EE.UU. pierden cada año protagonismo. Si no fuera por los dos focos de luz proyectados desde el lugar donde se levantaban las Torres Gemelas, una instalación artística que cada año repite la organización Creative Time, muchos neoyorquinos de nueva generación incluso no se acordarían de la tragedia.

Quienes no la olvidan son las víctimas de aquel ataque del 11 de septiembre de 2001, ni los familiares de los que fallecieron. Es especialmente trágico para aquellos que todavía no han podido identificar a sus víctimas. El desplome de los rascacielos tras el impacto de los aviones secuestrados por terroristas y los incendios posteriores convirtieron el lugar en una montaña de acero y cemento pulverizado, mezclado con los restos de las víctimas.

Se consiguieron recuperar 22.000 restos de quienes murieron aquel día, pero muchas de ellas tan pequeñas o deterioradas que es muy difícil la identificación. De las 2.606 personas que murieron en el World Trade Center -el complejo financiero en el que se levantaban las Torres Gemelas- más de 1.100 -por encima del 40%- todavía no se han identificado.

En los últimos años, se han empezado a conseguir avances gracias a la mejora de los procesos de identificación con análisis de ADN. El laboratorio de la Autoridad Médica de Nueva York ha desarrollado un nuevo método en el que los restos de huesos de las víctimas se pulverizan -es la manera más eficiente de acceder al ADN- en una cámara de nitrógeno líquido. Es un método bautizado como ‘Protocolo World Trade Center’ que ha ayudado a identificar víctimas de accidentes de tren o de avión y de ataques terroristas en Argentina, Canadá, Sudáfrica y otros países. La técnica ha permitido reconocer este verano a Scott Michael Johnson, un joven de 26 años que trabajaba en el piso 89 de la torre Sur, y se espera que acelere el ritmo penoso de identificación: una víctima por año en los últimos cinco años.
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