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Jair Bolsonaro se recupera favorablemente de la cuchillada recibida tras un acto de campaña en Brasil. REUTERS / ATLAS.
São Paulo, Todo ha vuelto a cambiar en las elecciones brasileñas tras la puñalada que recibió el jueves el ultraderechista Jair Bolsonaro en un acto de campaña. Mientras el candidato se recupera en el hospital, su formación se prepara para explotar al límite toda ventaja que pueda sacar, aprovechando desde la gravedad de la herida a la ideología de izquierdas del atacante. Mientras, la oposición, intenta desesperadamente redefinir sus campañas para no atacar más a la víctima.

“Un recado para esos bandidos que intentaron arruinar la vida de un padre de familia: acaban de elegir al presidente”. Flávio Bolsonaro salía con esas palabras del hospital de Minas Gerais (sudeste de Brasil), donde su padre, el candidato presidencial Jair Bolsonaro, se recuperaba de la grave puñalada que había recibido no muy lejos de allí en un acto de campaña el día anterior.

En su formación, el Partido Social Liberal, no tardaron en esgrimir este arma caída del cielo. “Ahora es la guerra”, le anunció el presidente y brazo derecho de Bolsonaro, Gustavo Bebianno, al diario Folha de S. Paulo. Ahora pueden radicalizar aún más a sus bases, explotar el interés por el ultraderechista en todos los medios y demonizar a la maltrecha izquierda brasileña hasta que el porcentaje de votantes repelidos se reduzca.

El número dos de la campaña, el candidato a vicepresidente Antonio Hamilton Mourão, llegó a mentirle a la revista Crusoé: “No tengo dudas de que el autor del atentado es del Partido de los Trabajadores”, dijo en referencia a la agrupación de Lula da Silva a la que Bispo de Oliveiro jamás perteneció. “Si quieren usar la violencia, los profesionales en eso somos nosotros”.

Dos mártires

Mientras, la oposición todavía intenta enumerar el sinfín de consecuencias que tiene para ellos el ataque a Bolsonaro. El principal quebradero de cabeza es contener el crecimiento del ultraderechista sin atacarle, lo que hasta ayer suponía el eje de varias de bastantes de las 13 campañas. De hecho, el candidato preferido del centro y los mercados, Geraldo Alckmin, ha pasado el viernes -festivo en Brasil- encerrado en reuniones de emergencia para trazar a contrarreloj una nueva estrategia de comunicación: casi todos sus anuncios eran ataques directos a Bolsonaro. Alckmin había apostado casi toda posibilidad de crecer en las encuestas -algo que necesita desesperadamente porque no llega al 10% de la intención de voto- en los anuncios que ha estado emitiendo hasta ahora.

Y luego está el peor de los casos. El del único capaz de hacer sombra a Bolsonaro, Lula da Silva, quien de repente tiene competencia en el puesto de mártir. Da Silva lleva meses argumentando que, si estaba vetado de seguir presentándose a las elecciones por estar la cárcel por corrupción, era por una conjura del establishment contra él. Ahora tiene a otro outsider en peor posición justo en el peor momento: cuando él debe anunciar si delega su candidatura en su vicepresidente, o si lucha por ella prolongando su agónico via crucis judicial. Será el siguiente giro de esta alocada campaña. Hasta entonces, la carrera por la presidencia de la primera potencia de América Latina se disputará entre un hombre en la cárcel y uno en el hospital.

 

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