Publicidad
Los tres candidatos a primer ministro en Suecia: el socialdemócrata Stefan Löfven, el conservador Ulf Kristersson, y el xenófobo Jimmie Åkesson. LUDOVIC MARIN JONATHAN NACKSTRAND AFP.

El resultado de las elecciones del domingo en Suecia deja al país sumido en la confusión. Con casi la totalidad de las circunscripciones escrutadas, el resultado es un empate técnico (hay una diferencia de 28.000 papeletas) entre los bloques de derecha e izquierda. Se trata, no obstante, de una victoria amarga para los partidos del sistema porque los xenófobos Demócratas Suecos (DS) se hacen —en solitario— con casi un cuarto de presencia en un Riksdag (Parlamento sueco) muy fragmentado. Todo indica a que la tensión durará al menos hasta el miércoles, cuando se terminen de contar los votos por correo, según la prensa local.

El cordón sanitario, básicamente un aislamiento pactado, que los bloques de Izquierda (socialdemócratas, verdes y excomunistas) y la Alianza conservadora (Moderados, Centro, Democristianos y Liberales) impusieron a los Demócratas Suecos hace años, se resquebraja. “La política de bloques no funciona”, declaró el primer ministro del país, el socialdemócrata Stefan Löfven, tras conocerse los resultados preliminares.

Todos se necesitan mutuamente para alcanzar los 175 escaños que se requiere para gobernar con comodidad. Pero los analistas coinciden en que “llevará tiempo”.

Un matiz importante es que el llamado bloque de izquierdas no es tal. Socialdemócratas y Verdes forman parte de una alianza casi natural, mientras que cuentan con el apoyo puntual de los excomunistas. Esta vez, el partido más a la izquierda en el espectro sueco —que ha subido de un 5,7% a un 7,9%,— se hará de rogar, aunque teniendo en cuenta estas circunstancias inéditas en la historia electoral del país, “sí estaría dispuesto” a negociar, según explica el conocido politólogo de la Universidad de Gotemburgo, Ulf Bjereld. En cualquier caso, de salir adelante, esta posibilidad dejaría un Ejecutivo en minoría muy debilitado en el Parlamento.

El dilema, por tanto, se instala de lleno en la Alianza conservadora. ¿Más de lo mismo en la oposición o más derecha? La insistencia en pedir la dimisión de Löfven durante la madrugada del lunes ya vaticina que no están por la labor de continuar haciendo oposición, por lo que les quedaría mirar más a su derecha y contar con Åkesson.

Bjereld ve improbable un pacto de investidura entre la Alianza conservadora y los DS. “La Alianza está dividida en su visión de los Demócratas Suecos. Dos de los partidos —Moderados y democristianos— están dispuestos a formar un Gobierno [con ellos] incluso si finalmente el bloque de izquierdas es más grande que la propia alianza”, explica. Este escenario haría, sin embargo, saltar por los aires la coalición conservadora, que en su conjunto obtiene el 40,3% del apoyo (143 escaños) porque los Liberales y el Centro se niegan a estar en un Gobierno que tenga mínimamente que ver con los xenófobos. “Es una situación muy complicada para la Alianza”, ilustra.

Para este experto, que milita también en el partido del hasta ahora Gobierno, existe sin embargo un atisbo de luz que podría evitar el caos total y desbloquear la situación: un Gobierno de la Alianza conservadora con el apoyo de los xenófobos Demócratas Suecos,  “siempre y cuando” esta coalición obtenga más apoyo que el bloque de izquierdas. Y eso, aunque muy remotamente, aún podría pasar. A falta de dos circunscripciones (de 6.004) que escrutar —que corresponden a los votos por correo— la izquierda se impone a la alianza conservadora por un ínfimo 0,3% de los votos: 144 frente a 143 asientos en el Riksdag.

En los últimos días, el líder de los moderados, Ulf Kristersson, y candidato de la alianza conservadora a primer ministro, ha echado más leña al fuego diciendo que estaría dispuesto a mantener “conversaciones” con los DS. Su líder, Jimmie Åkesson, vio el envite y advirtió de que su apoyo tendrá un precio.

Un vecino que pide no ser citado explica que, paradójicamente, lo que pasa en Suecia está en su más arraigado folclore: “Los DS se comportan como los famosos troles nórdicos: en la oscuridad, cuando nadie los ve, viven normalmente y crecen, pero cuando son expuestos a la luz, se desintegran o se petrifican”. Antes estaban aislados por parte de las demás fuerzas. Pero ahora, con una subida de casi cinco puntos respecto a las pasadas elecciones (del 12,9% al 17,6%), sus contrincantes ya no pueden ignorar su existencia.

Mirar hacia otro lado no es la mejor solución, según explican fuentes diplomáticas. Si se negocia con ellos —como Finlandia hizo con los xenófobos Verdaderos Finlandeses; Noruega con el Partido del Progreso; y Dinamarca con el Partido Popular Danés— se verá si son consistentes y sobreviven o si, por el contrario, todo se queda en palabras y quedan relegados a la irrelevancia.

 

Publicidad