Publicidad

Stormy Daniels, el pasado mayo en West Hollywood, California. AP

El día en que Donald Trump vio por primera vez de cerca a la justicia, la estrella fue Stormy Daniels. Trump no se ha visto aún directamente implicado en la trama rusa que interfirió en las elecciones. No tiene nada que ver con los negocios de Paul Manafort, su exdirector de campaña, que el martes fue condenado por evasión fiscal y fraude bancario. Tampoco tiene ninguna responsabilidad en los seis cargos de fraude fiscal y bancario de los que se declaró culpable Michael Cohen, su abogado personal. Solo una acción judicial ha llegado hasta Trump. La de una madre soltera de 39 años, exactriz porno, que se gana la vida actuando en bares de strip tease.

“Y ahora, ¿qué os parezco?”. Esa fue la reacción en Twitter de Daniels, cuyo nombre real es Stephanie Clifford, después de que Estados Unidos leyera que el abogado Cohen se había declarado culpable en un juzgado de Manhattan de financiación ilegal de la campaña de Trump. Esa financiación no es otra cosa que el pago a Daniels de 130.000 dólares a cambio de su silencio sobre un supuesto affaire con Trump en 2006. Cohen confesó que pagó el dinero, que era para evitar la publicidad negativa en medio de la elección, y que lo hizo por instrucciones de Trump, a quien no mencionó.

En un segundo tuit, la actriz dijo: “Y gracias, Michael Avenatti”. Avenatti es un abogado de Newport Beach, al sur de Los Ángeles, que el pasado marzo se propuso plantar cara al presidente y por ahora lo está consiguiendo. El pago por el silencio de Daniels había sido descubierto en enero por The Wall Street Journal, pero no había constancia de que nadie lo estuviera investigando. Avenatti tomó de la mano a Daniels para presentar una demanda en la que pedían a un juez que anule los efectos del contrato de confidencialidad que firmó Daniels a cambio del dinero. Con esa demanda como vehículo, metieron a Trump en un lío más grave, o al menos más inmediato, que el de la trama rusa.

La solidez de la demanda de Daniels no está clara, puesto que el contrato es bastante explícito, existe un laudo arbitral que da la razón al presidente y, además, la mera exposición de los hechos de la demanda constituye en sí misma una violación del contrato. Pero esa jugada judicial, y la sorprendente maestría de Avenatti en manejar a los medios y dar la máxima publicidad al caso, es lo que mantuvo todos estos meses el interés sobre cuestiones como: ¿Sabía el presidente del pago? ¿Lo ordenó él? ¿De dónde salió el dinero? ¿Se comunicó a la autoridad electoral? Lo de si se acostaron o no, es lo de menos.

Michael Avenatti, el pasado 14 de agosto en Texas.
Michael Avenatti, el pasado 14 de agosto en Texas. AP

Con el paso de los meses, Trump y su equipo han incurrido en todo tipo de contradicciones. El presidente ha negado expresamente saber nada del pago. Después su propio abogado, Rudy Giuliani, soltó en televisión que el dinero era de Trump. luego se desdijo. Cada versión nueva reforzaba las posibilidades de Avenatti de lograr su verdadero objetivo, que nunca ha escondido: interrogar al presidente de Estados Unidos sobre este asunto y demostrar que mintió. “Me basta con una hora”, dijo en una ocasión.

El martes, con su confesión, Michael Cohen, el hombre que hizo el pago a Stormy Daniels, estableció por fin una verdad judicial de lo que sucedió. Trump le ordenó que pagara a la actriz, como había hecho anteriormente con una modelo de Playboy, y le pagó por el servicio. No está claro qué puede hacer ahora la fiscalía de Manhattan con esa información. Pero sí está claro lo que significa para la demanda de Daniels y las ambiciones de Michael Avenatti: “Las posibilidades de que yo interrogue al presidente acaban de dispararse”, dijo el abogado el martes en televisión.

La demanda de Stormy Daniels estaba parada en un juzgado de Los Ángeles desde que el FBI allanó las oficinas de Cohen. La gravedad de los cargos penales que pesaban contra él hizo que la juez de Los Ángeles decidiera parar la demanda civil a la espera de ver lo que pasaba en Manhattan, para no interferir. Ese caso está resuelto. Más que nunca, Avenatti tiene fundamentos para exigir una versión de los hechos de boca del presidente en un interrogatorio judicial. Su propio abogado le contradice.

En un tuit, dejó claras sus intenciones: “Los acontecimientos de hoy nos permiten levantar la pausa en el caso civil y también debería permitirnos proceder rápidamente a un interrogatorio de Trump bajo juramento sobre lo que sabía, cuándo lo supo y qué hizo al respecto. Lo mostraremos todo al público”.

El equipo de abogados de Trump estaba preocupado por la posibilidad de que fuera interrogado por el fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller, y le pillaran mintiendo. Ahora, se tienen que preocupar de que ya haya mentido y la demanda de Stormy Daniels le obligue a reconocerlo (o peor aún, mentir de nuevo) ante un juez. Mientras, si se reactiva el caso, Trump se puede ver metido en un duelo mediático sobre qué hizo y qué no hizo con Stormy Daniels (él niega la relación) que tampoco le favorece a menos de 100 días de las elecciones. Daniels no parece tener problema en retar a Trump a un concurso de popularidad. Acaba de sacar una marca de perfume que se llama Truth (verdad)

Publicidad