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Para mediados de siglo, la mayoría de la población tendrá más de 60 años, lo que implica muchos retos

En el año 2050, América Latina y el Caribe serán otros. Serán más los viejos. Simple. Aunque llegar a ese escenario ha sido y será un proceso demográfico complejo.

Hay que explicarlo por el principio, como dicen las abuelas. Todo comenzó a mediados del siglo pasado, cuando el aumento de la expectativa de vida y las altas tasas de fecundidad incrementaron el segmento de la fuerza productiva, aquella del grupo de 20 a 39 años. En 1980, por ejemplo, la mayoría de países de esta parte del mundo ya tenía más de 50 años de esperanza de vida y una tasa de fecundidad de casi cuatro hijos por cada mujer.

Surgió, entonces, un fenómeno llamado bono demográfico, por el cual el volumen de la población en edad de trabajar es mayor al de la gente dependiente (niños y ancianos). Y el efecto fue uno solo: sociedades latinoamericanas cada vez más jóvenes.

Pero con la llegada de los anticonceptivos, entre otras cosas, las tasas de fecundidad y de mortalidad cambiaron. No así la expectativa de vida, que sigue en aumento. Lo que se traducirá, sí o sí, en una población que se envejece con pocos hijos.

El pico máximo de ese bono demográfico, según las Naciones Unidas, fue en el 2010. Para aterrizarlo a cifras, en ese momento un tercio (37%) de la población latinoamericana y del Caribe, algo como más de 220 millones de personas, tenía menos de 20 años. Cinco años más tarde, las cosas cambiaron.

En el 2015, la población joven era de 217 millones (34.4%), aunque todavía mayoritaria; una tendencia que va a quebrarse en el 2023, cuando los menores de 20 años dejarán de ser los más importantes en términos demográficos, pues ese cambio radical en la estructura de edades seguirá pronunciándose, según las proyecciones del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).

En el 2045, el grupo de 40 a 59 será el predominante, aunque por poco tiempo, porque en el 2052, los mayores de 60 años -los adultos mayores- será el más grande y el único que va a estar creciendo. Y se perderán más de 100 millones de personas en la que se considera como la edad productiva.

¿Y entonces?

Seremos más los viejos. Simple. Pero eso no es noticia y si lo fuera no sería necesariamente una mala noticia. Es una situación que plantea, por supuesto, innumerables retos y oportunidades que los países latinoamericanos y del Caribe están en camino de resolver para, por ejemplo, proyectar sociedades más saludables, mejor protegidas y más preparadas para un panorama laboral diferente, afirmó Pablo Salazar, asesor técnico regional de población y desarrollo para América Latina y el Caribe del Unfpa.

Y es que, si bien pareciera aun distante, en términos demográficos “30 años son mañana”, sostuvo Salazar. Algo que se grava teniendo en cuenta que la región no ha alcanzado los índices de otras latitudes con similares niveles de envejecimiento.

La buena noticia, afirmó el experto, es que ya hay una hoja de ruta para ese cambio en la forma en que los estados plantean sus políticas públicas. Y también un camino que ya se empezó a recorrer. Se trata del Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo, aprobado por los representantes oficiales de 38 países en agosto del 2013.

Sus acuerdos, en esencia, trazan un mapa para el diseño de políticas públicas hacia el futuro en la región. Dicho pacto, valga decir, va de la mano con la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.

En él y por él, los países de la región se comprometieron a tomar decisiones en materia de desarrollo económico y humano, derechos humanos, respeto del medio ambiente, salud sexual y reproductiva; niñez, adolescencia y juventud; igualdad de género, migración internacional; desigualdad, inclusión de pueblos indígenas y población afrodescendiente. Y claro, envejecimiento de la población.

Retos inminentes

El documento borrador que reúne los informes entregados por cada país a la fecha ya está público y, en principio, da luces de los retos inminentes en los que tiene que trabajar la región para llegar a esos logros. De acuerdo con Salazar, el primer gran desafío es ajustar el paradigma laboral y pensional, comenzando por las mujeres.

En América Latina y el Caribe, aunque la mayoría de las naciones ha incrementado la cobertura de los sistemas de pensiones, persiste en este punto la brecha de género. Según cifras del borrador del informe, en Colombia el 65% de los hombres de más de 65 años tiene una pensión, mientras que en las mujeres ese porcentaje solo llega a 25.

En Brasil, esa proporción es 75 puntos para los hombres y 19 para las mujeres. En Uruguay, aunque el 62% de las ancianas tiene pensión, están 20 puntos por debajo de los hombres (83%), denotando la misma brecha de género.

“La mayoría de las mujeres de la región hoy no tienen respaldo suficiente para su pensión. Se pasaron la vida cuidando la casa, los niños y fuera del mercado laboral. Es un tema grave, teniendo en cuenta que las mujeres viven más tiempo que los hombres. El reto es garantizar es que suban las cotizaciones en general y que desde ya las mujeres no estén desprotegidas de cara al futuro”, explicó Salazar.

Teniendo en cuenta, justamente, que el volumen de viejos en la sociedad será cada vez mayor, el especialista indica que el sistema de seguridad social debe cambiar su enfoque y volcarse en áreas como la salud a la promoción y prevención, en aras de poblaciones más fuertes, sanas y saludables.

“Las vulnerabilidades que se tienen en la vida se traducen en problemas de salud en el envejecimiento. La mala dieta, los malos hábitos y la falta de acceso afectan la carga de la enfermedad y ningún sistema de salud del mundo aguantará ese peso. Lo que se deja de invertir hoy va a cobrar factura en el futuro por enfermedades no transmisibles, crónicas y de alto costo”, agregó.

En ese sentido, habrá que cambiar hasta el entrenamiento de los médicos. Con más viejos no se necesitarán gerontólogos sino médicos generales que puedan atender a los adultos mayores, concluyó.

Esos desafíos urgentes son solo una muestra. De acuerdo con la Unfpa, hay que trabajar al tiempo en conseguir más inversiones para incrementar la productividad y cerrar las brechas que históricamente han marcado a la región: en fecundidad, mortalidad, morbilidad, migración, género, participación laboral y formación del capital humano para que, por decir algo, el trabajador del futuro sea más productivo que el actual.

¿Cómo estamos?

El documento borrador previo al evento en Lima llama la atención en varios puntos. Una gran parte de las personas mayores no tiene acceso a pensiones, se observa una adaptación lenta de los sistemas de salud a los cambios de la población, lo que se traduce en un incremento de costos y gastos. Además, la cobertura sanitaria es desigual y aún son pocos los países que cumplen sus obligaciones relacionadas con los estándares internacionales de derechos humanos.

Aún así, Salazar se muestra optimista al repasar algunos de los avances del Consenso de Montevideo consignados en el documento, sobre todo al mencionar aquellos que tiene que ver con Estados preparándose para ser más viejos.

“Los países están tomando cada vez más conciencia sobre el cambio en la estructura de edades y la necesidad de adaptarse”, dijo.

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