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El Fondo Monetario Internacional extiende su mano, una vez más, a Argentina. Tres meses después de aprobar un rescate financiero por 50.000 millones de dólares, el directorio sumó otros 7.000 millones de dólares al paquete original. Adelantó además los plazos de entrega a 2019. El Gobierno de Mauricio Macri pidió auxilio cuando la primera ayuda se volvió insuficiente para contener la desconfianza de los mercados a la capacidad de pago de Argentina.

La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, y el ministro argentino de Economía de Argentina, Nicolás Dujovne, anunciaron desde el consulado argentino en Nueva York los detalles del acuerdo. El nuevo programa incluye mayores desembolsos por parte del FMI, según detalló Dujovne. “De 6.000 millones previstos para 2018 se pasa a 13.400 millones. En 2019 se pasa de 11.400 millones a 22.800 millones. Dichos fondos ya no tienen caracter precautorio, sino que podrán ser utilizados como soporte presupuestario”, dijo Dujovne.

La renegociación con el FMI de un acuerdo de semejante volumen no tiene antecedentes para Argentina. Tanto que Macri decidió jugar la carta de la popularidad que aún tiene en el exterior para acelerar las negociaciones. El martes, el presidente argentino participó de la apertura de sesiones de la Asamblea General de la ONU, pero viajó un día antes a Nueva York para convencer a inversores y banqueros de sus buenas intenciones. Nadie duda de la ortodoxia económica de Macri, pero muchos temen que el escenario político que enfrenta en casa no le permita ajustar la economía tanto como pide el FMI.

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA MODERA SU CAÍDA

La actividad económica argentina cayó un 2,7% interanual en julio a pesar de avanzar un 1,4% respecto al mes anterior, el peor del año hasta el momento, cuando la actividad se había desplomado un 6,7%.

El sector agrícola fue de nuevo el más perjudicado, con un retroceso del 10% debido a la sequía que afectó al campo argentino, según los datos difundidos por el Instituto Nacional de Censo y Estadísticas (Indec). El comercio cayó un 6,4% y la industria manufacturera un 5,1%. Por el contrario, la intermediación financiera volvió a liderar el avance, con una mejora del 7,1%, seguida de la pesca, que creció un 5,9%.

El problema de fondo es que Macri necesita del peronismo opositor para aprobar en el Congreso el presupuesto de 2019, donde la letra dirá quienes pagarán el ajuste. El mayor peso de los recortes caerá en las provincias, todas superavitarias y la mayoría de ellas en manos de gobernadores no macristas, y en el argentino de a pie, que pagará más impuestos. La política ya ha dado muestras de que está perdiendo la paciencia con Macri, tras casi tres años de un acompañamiento forzado a las medidas del Gobierno. El martes, Macri enfrentó una huelga general de la CGT, la central que agrupa a los sindicatos peronistas, la cuarta desde que llegó al poder. Y el peronismo no kirchnerista busca a la figura que lo represente en las urnas en octubre del año próximo. Cuánta libertad de acción tendrá Macri para cumplir con el FMI es la gran duda.

Macri intentó llevar calma a los mercados con la promesa de que habrá continuidad porque será candidato en 2019. Dijo además que no hay posibilidad alguna de cesación de pagos por parte de Argentina y que el presupuesto que se debate desde la semana pasada en el Congreso ya tiene la venia de los gobernadores. Pero su gira por Nueva York no fue tal cual esperaba. Mientras Dujovne ultimaba los detalles del nuevo acuerdo con el FMI, renunció en Buenos Aires el presidente del Banco Central, Luis Caputo, el segundo en dejar ese cargo en tres meses. Caputo, un hombre de la fragua de Wall Street, se fue en desacuerdo con uno de los puntos más controvertidos del pacto con el Fondo: los límites impuestos al banco emisor para contener con sus reservas internacionales la depreciación del peso.

Durante su gestión, Caputo no cumplió ese punto acordado en junio, una estrategia que le valió un enfrentamiento cada vez menos disimulado con el ministro Dujovne, la cara argentina ante el FMI. Según el último balance del mercado de cambios, el Banco Central vendió en agosto reservas por 4.062 millones de dólares, que fueron a parar a manos de “personas humanas” e “inversores institucionales” a razón de 2.000 millones para cada grupo. Caputo intentó así satisfacer la demanda de inversores temerosos que huyeron a toda velocidad de sus colocaciones en moneda nacional a refugios en dólares.

El nuevo acuerdo ratificó finalmente esta política del FMI y el peso flotará libremente frente al dólar según las necesidades del mercado. El cepo puesto por el FMI a estas intervenciones pretende que no sea con su dinero que se financie esta estrategia de contención, alimento, al final del proceso, de una descomunal fuga de capitales.

La renuncia de Caputo no fue consensuada y provocó un sismo en la delegación argentina en Estados Unidos. Sirvió para contener el golpe la predisposición de Lagarde, que felicitó al sucesor de Caputo, Guido Sandleris, a quien conoció como parte del equipo de los negociadores argentinos de aquel acuerdo de junio. Sandleris debutó en su cargo con una nueva caída del peso, aunque contenida por la expectativa del anuncio en Nueva York. Si en la apertura de los mercados eran necesarios 38,70 pesos para comprar un dólar, al final del día el número había ascendido a 39,44 pesos. El futuro de Argentina depende, otra vez, del FMI.

 

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