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El mayor objetivo del magistrado Brett Kavanaugh, desde que fue designado por Trump para el Supremo hace casi dos meses, ha sido presentarse como un hombre con un expediente impoluto. Brillante estudiante de Derecho, juez respetado con experiencia de Gobierno y ejemplar padre de familia que muestra a su esposa y sus dos hijas en público. Esa aura de hombre perfecto, sin embargo, se ha hecho añicos a una velocidad de vértigo en las últimas dos semanas. Hasta cuatro mujeres han acusado a Kavanaugh de abusos sexuales, aflorando un pasado del juez de afición al alcohol y las fiestas. Él lo niega todo, respaldado por Trump, y confía en lograr salvarse en el último minuto en su comparecencia el jueves ante el comité judicial del Senado.

En un avance de su testimonio ante el Senado, el jueves, Kavanaugh, de 53 años, asegura que “no era perfecto” como estudiante. “Bebía cervezas con amigos durante los fines de semana. A veces demasiadas. En retrospectiva, dije e hice cosas en la Secundaria que me producen vergüenza ahora”, admite. Pero enfatiza que nunca ha abusado sexualmente de nadie. “Nunca hice nada que se le pareciese ni remotamente a lo que la doctora [Christine Blasey] Ford describe”, agrega Kavanaugh en referencia a la primera mujer que le acusó de abusos, en concreto de tratar de violarla en una fiesta en 1982 a las afueras de Washington cuando ambos eran menores de edad.

Donald Trump habla con Brett Kavanaugh y su familia en el acto de la Casa Blanca ALEX BRANDON (AP) | EPV

Hasta las acusaciones sexuales, Kavanaugh simbolizaba ante todo el establishment judicial conservador y su conexión con la política. El magistrado nació en Washington en una familia de licenciados en Derecho. Es hijo único y estudió en un colegio jesuita. Su madre fue profesora en un colegio público de la ciudad y también juez en un condado cercano a Washington. Su padre trabajó en una asociación comercial.

Fue asistente de Kenneth Starr, el fiscal independiente que investigó una operación inmobiliaria de Bill Clinton que acabó derivando en 1998 en un proceso de impeachment (destitución) contra el presidente demócrata. También trabajó para la campaña del republicano George W. Bush en el polémico proceso de recuento de votos en Florida en las elecciones de 2000 y después fue asesor del presidente en la Casa Blanca. Desde 2006, es juez federal de apelaciones en la capital estadounidense.

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