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El Papa, durante la misa celebrada en Phoenix Park, este domingo en Dublín. MATT DUNHAM AP

El Papa amaneció este domingo con la carta del Arzobispo Carlo Maria Viganò, publicada en los medios católicos conservadores, donde le acusaba de haber encubierto los abusos del cardenal Theodor McCarry. Una denuncia sin precedentes llegada en el peor momento. Tenía por delante otra larga jornada en Irlanda, donde debía visitar el santuario de Knock, pronunciar una homilía en un enorme parque Dublín y verse con los obispos del país. Pero era imposible escapar al tema de los abusos a menores en un lugar marcado a fuego por esta lacra y donde el día anterior las víctimas le habían pedido gestos más claros. El viaje se complicó por momentos y, tal y como sucedió en Chile por un motivo parecido, el viento empezó a soplar en contra. Así que el Papa cambió el rumbo.

Francisco, al comienzo de la misa que celebró en el dublinés Phoenix Park ante cientos de miles de fieles que participaron en el Encuentro Mundial de las Familias, sacó un folio y comenzó a leer un discurso que no figuraba en el guion. Fue el único en estas 36 horas pronunciado en español, idioma que usa cuando quiere sentirse más cómodo. “Pedimos perdón por los abusos en Irlanda, abusos de poder y de conciencia; abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia, de manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas y otros miembros de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a la que fueron sometidos tantos menores”, empezó Francisco, entonando un mea culpa parecido a lo que le había pedido las víctimas.

La intervención, una larga suplica de perdón, sorprendió a todos. Según dijo, quería “poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes”. “Pedimos perdón por tantas veces que como Iglesia no hemos brindado a los supervivientes la comprensión, búsqueda de justicia y verdad con acciones concretas. Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron cargo de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Por los chicos que fueron alejados de sus madres y por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que trataron de buscar a sus hijos que era pecado mortal. ¡Esto no es pecado mortal, es cuarto mandamiento! Pedimos perdón. El señor mantenga en acreciente este estado de vergüenza y compunción, y no se fuerza para nunca vuelva a suceder y se haga justicia”, lanzó.

No hubo manera de escapar a la sombra de los abusos durante todo el día. De hecho, durante su visita al santuario de Knock -a donde voló a primera hora- volvió a referirse al mismo asunto. “Ninguno de nosotros puede dejar de conmoverse por las historias de los menores que han sufrido abusos, a quienes se les ha robado la inocencia, y se les ha dejado una cicatriz de recuerdos dolorosos”, señaló.

El Papa, tras el rezo del Ángelus, pidió ante la imagen de la Virgen que no se repitan este tipo de prácticas. “Imploro el perdón del Señor por estos pecados, por el escándalo y la traición sufrido por tantos en la familia de Dios. Esta plaga nos desafía para ser firmes y decididos en la búsqueda de la verdad y la justicia. […] Pido a nuestra Madre Santísima que interceda por la curación de todas las víctimas de abuso de cualquier tipo y que confirme a cada miembro de la familia cristiana con el propósito decidido de no permitir nunca más que estas situaciones vuelvan a repetirse”, señaló.

 

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