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El Senado de Estados Unidos confirmó este sábado por una estrecha mayoría republicana al juez conservador Brett Kavanaugh como nuevo miembro vitalicio del Tribunal Supremo en medio de una descomunal polémica por las acusaciones de abuso sexual que pesan sobre el magistrado. El nombramiento de Kavanaugh culmina el giro a la derecha de la más alta instancia judicial estadounidense, crucial para la sociedad por sentencias como la del aborto o el matrimonio gay, y deja herido al movimiento Metoo contra el acoso, enfangado por la lucha partidista de esta batalla.

El proceso de confirmación de Kavanaugh, un juez federal de apelaciones de Washington de 53 años, había proseguido su curso normal, dentro de la batalla política habitual, hasta el 13 de septiembre. Esa noche la senadora demócrata Dianne Feinstein anunció en un escueto mensaje en Twitter que había trasladado al FBI “información” sobre Kavanaugh procedente de un “individuo” que reclamaba confidencialidad. A la mañana siguiente, la bomba estalló en la revista The New Yorker: la información consistía en el relato de una mujer que aseguraba que el nominado por Donald Trump al Supremo la había intentado violar más de tres décadas atrás, cuando ambos eran adolescentes.

La profesora universitaria Christine Blasey Ford, hoy de 51 años, y Kavanaugh, acabaron testificando dos semanas después ante el Comité de Justicia del Senado. Para entonces, al menos dos mujeres más, Deborah Ramirez y Julie Swetnick, le habían acusado de abusos de mayor o menor gravedad, supuestamente ocurridos en su época de estudiante de Derecho en Yale. Estados Unidos revivía de repente 1991, cuando la Cámara alta escuchó el testimonio de otra mujer, Anita Hill, que señalaba a un entonces nominado al Supremo, Clarence Thomas, de acoso continuado cuando era su subordinada. La grabación de aquella comparecencia sonroja en 2018 tanto a demócratas como a republicanos por el sesgo sexista del interrogatorio a la mujer. La profesora Ford no ha recibido el mismo trato que Hill dentro de la Cámara, pero el desenlace no ha variado: Thomas es hoy magistrado del Supremo y Kavanaugh, también.

El juez salió adelante con el apoyo de 50 senadores y el rechazo de 48 entre gritos de manifestantes y tras una noche wagneriana, que los demócratas pasaron en vela dentro de la Cámara, leyendo en voz alta carte de mujeres víctimas de abusos y fragmentos de la declaración del Ford. Y en medio de todo ese dramatismo, la republicana Lisa Murkowski, de Alaska, se despachó de repente con una decisión muy de andar por casa: iba a ser la única de su partido en votar contra Kavanaugh, pero acabó retirando su voto para que un compañero de filas, el senador por Oregón Steve Daines, pudiese perderse de la histórica sesión para asistir a la boda de su hija. La abstención de Murkowski compensó la ausencia de Daines. Así, votaron a favor prácticamente todos los republicanos, 48 de los 51 que hay en la Cámara, además un demócrata, Joe Manchin, de Virginia Occidental.

Lo estrecho del margen supone una anomalía en el nombramiento de un cargo tan relevante. Hay que retroceder a 1881 para encontrarse con un juez del Supremo confirmado por un solo voto de diferencia, Stanley Matthews (24-23). Otros obtuvieron un respaldo abrumador, como la progresista Ruth Bader Ginsburg en 1993 (96-3). Incluso el conservador Neil Gorsuch salió adelante en abril de 2017 con 54 votos a favor y 45 en contra pese al clima ya muy divisivo que EE UU vivía en las primeras semanas de Gobierno de Trump.

Protesta de este sábado frente al Tribunal Supremo, en Washington. JOSE LUIS MAGANA (AFP)

El caso Kavanaugh ha incendiado Washington. Ha calentado el debate sobre las mujeres que sufrieron abusos en el pasado y callaron en un clima de tolerancia machista frente a la presunción de inocencia en acusaciones que son imposibles de demostrar. Ha agitado una imagen demasiado familiar: la de jóvenes adinerados en universidades de élite que abusan de chicas en fiestas regadas por el alcohol. Y ha metido al Metoo en la lucha partidista: Trump llamó algunas activistas que protestan “profesionales pagadas por [George] Soros”, el importante donante para los demócratas. Y el propio juez nominado tachó las acusaciones de campaña “orquestada” por la oposición como “venganza en nombre de los Clinton”.

Los republicanos defendieron la nominación porque no ha habido forma de corroborar la acusación. Los demócratas, mientras, consideran incompleta la investigación llevada a cabo por el FBI, de menos de una semana, y creen que la sospechas sobre el juez ya le hacen indeseable para el puesto, además de las dudas de neutralidad suscitadas a raíz de su retórica.

El líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, dejó claro este sábadp que tratarán de movilizar a sus bases en las elecciones legislativas el 6 de noviembre apelando a lo sucedido esta semana. “Voten”, insisitió a los votantes progresistas durante su discurso. Los republicanos no querían correr el riesgo de perder este nombramiento, sustituyendo al nominado por un perfil menos controvertido, precisamente porque en esos comicios podrían perder su exiguo control del Senado.

La confirmación de Kavanaugh culminará el giro conservador en el Supremo, con cinco miembros considerados como tal y cuatro progresistas. Kavanaugh sustituye a un conservador, pero más moderado, Anthony Kennedy, que se jubila. Kennedy resultó clave, por ejemplo, en 2015, cuando su voto permitió legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el Estados Unidos al alinearse con los cuatro progresistas.

Este proceso ha dejado varias heridas. Una, en el Supremo, cuyo futuro nuevo miembro está irremediablemente manchado por las dudas y es rechazado por más de la mitad de la población, según los sondeos. Otra, en el movimiento Metoo, convertido en un asunto más de la batalla partidista diaria, cuando no era así: comenzó hace un año exhibiendo las cloacas del Hollywood más progresista (a raíz del caso Harvey Weinstein) e hizo ha hecho caer a poderosos de una y otra ideología. También, ha golpeado a la profesora Ford, una persona completamente anónima hasta hace tres semanas, cuya vida ha cambiado para siempre y, desde el punto de vista del Supremo y Kavanaugh, tal vez para nada. Trump felicitó al juez y anunció que firmaría su nombramiento antes de acabar el día.

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