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Ámsterdam, 11 may (EFE).- Van Gogh fue más productivo que nunca durante su etapa en el pueblo francés de Auvers-sur-Oise, creando algunas de sus obras más conocidas y rodeado de paisajes impresionantes, una fase final breve, agitada y crucial para su desarrollo artístico, que centra la exposición que abre este viernes en el Museo Van Gogh.

El Museo Van Gogh de Ámsterdam abre una exposición del pintor con 50 pinturas y más de 30 dibujos hasta el 3 de septiembre. EFE/ Imane Rachidi

“Últimamente, he estado trabajando mucho y rápido; al hacerlo, estoy tratando de expresar el paso desesperadamente rápido de las cosas en la vida moderna”, reflexionó Van Gogh en 1890 desde Auvers-sur-Oise, norte de Francia, el pueblo donde pasó solo 70 días, pero creó 74 cuadros y 50 dibujos. Le inspiró el campo, pero le influyeron los sentimientos de fracaso, soledad y melancolía.

El Museo Van Gogh de Ámsterdam abre una exposición del pintor con 50 pinturas y más de 30 dibujos hasta el 3 de septiembre. EFE/ Imane Rachidi

Wouter van der Veen, experto en el artista, explica a EFE que “hay una luz especial en Auvers, hay algo que no puedes ver en otros lugares, está a una hora de París”, donde vivía su hermano Theo, y acogía una colonia europea de artistas, incluido el grabador español Nicolás Martínez Valdivieso, que compartió varios almuerzos con Van Gogh en Auberge Ravoux, la posada donde vivió el pintor neerlandés en ese entonces.

“Cuando llegó allí, era consciente de que estaba aterrizando en un pueblo de artistas y quiso demostrar de lo que era capaz. En enero de ese mismo año, se publicó ese artículo estupendo que decía que Van Gogh era el heredero de los pintores neerlandeses del siglo XVII, un genio, así que, cuando marchó hacia el norte, lo hizo con una reputación creciente, pensando ‘Soy uno de ellos, soy alguien’. Esa era su posición”, añade Van der Veen.

La presencia del doctor Paul Gachet (1828-1909), médico especialista en el tratamiento de la “melancolía”, también fue razón para elegir Auvers-sur-Oise: era un amante del arte y la homeópata, al que el artista había confiado los cuidados que necesitaba para su condición mental, tras haber pasado un año ingresado en el sanatorio de Saint-Rémy, en el sur de Francia.

Van Gogh aterrizó en Auvers el 20 de mayo de 1890 con mucha energía, un optimismo que se alargó unas semanas. Allí exploró nuevos enfoques de color, pinceladas, formatos y temas, como los retratos y bodegones florales que pintó en sus visitas regulares a la casa de Gachet.

Pero cuando viajó a París el 6 de julio, empezó su decadencia: se dio cuenta de que “algo no iba bien con su hermano Theo, y ahí empieza de verdad su depresión”, señala Van der Veen.

“Theo era un padre joven, con un bebé de cinco meses, y estaba preocupado por su hijo, y por su mujer, que acaba de llegar a París de Holanda, y aún estaba buscando su propio equilibrio en la gran ciudad, en esa dinámica. Theo quería dejar su trabajo, había pedido una subida de sueldo, o de lo contrario se iría y pondría en marcha su propio negocio. Y estaba enfermo, tosía mucho, temía tener tuberculosis, que se sabía que era mortal”, añade.

Además de esto, Theo tenía que cuidar a su hermano Vincent, que en sí no había sido capaz de sentir “las realidades de otras personas”, hasta ese viaje a París. “Cuando presta atención a Theo, y choca con esa ráfaga de preocupaciones, vuelve a Auvers y piensa: ‘Esto es mi culpa, yo soy demasiado peso para él’. Y con ese estado mental hace estos cuadros, que son maravillosos, pero en los que no aparece ninguna persona”, agrega.

Las pinturas del campo en período de cosecha no muestran a ninguno de los campesinos que labran la tierra, como tampoco hay gente en el cuadro del ayuntamiento, que en realidad estaba repleto de vecinos disfrutando un día festivo. “Ilustra su soledad en ese momento. Empieza la depresión y ya en los cuadros de las últimas semanas, se ve cómo la depresión está ganando. Entonces, decide irse: se pega un tiro en el pecho” el 27 de julio. Murió dos días después.

“Quería morir. Incluso dijo que, si se curaba, sería una pena porque tendría que empezar de nuevo. Ya había intentado quitarse la vida en el sanatorio de Saint-Rémy. Así que estaba deseando que ese nuevo intento fuera un éxito”, asegura el experto en Van Gogh.

Esta exposición, que incluye obras maestras como La iglesia de Auvers (1890) y Autorretrato (1889), es la primera que ofrece una visión general de esa fase final de la vida de Van Gogh, que fue breve pero crucial para su herencia artística. La exhibición reúne en Ámsterdam 50 pinturas y más de 30 dibujos y estará abierta al público hasta el 3 de septiembre.

Imane Rachidi

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