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Manila, 9 ago (EFE).- Filipinas dio este martes el último adiós al expresidente Fidel Ramos, figura clave en el retorno a la democracia en el país y la caída de la dictadura en 1986, cuyas cenizas fueron depositadas en el Cementerio de los Héroes de Manila en un funeral de Estado tras fallecer a los 94 años el pasado 31 de julio.

Funeral de Estado del expresidente filipino, Fidel Ramos. EFE/EPA/LISA MARIE DAVID/POOL

Sus cenizas reposan en su tumba tras una ceremonia en la que un helicóptero militar dejó caer pétalos de rosa sobre el camposanto dedicado a los héroes de la nación filipina, que él mismo había elegido como destino de sus restos mortales, según relataron fuentes de la familia a los medios locales.

Al funeral asistieron, además de sus allegados, el presidente de Filipinas y primo lejano del fallecido expresidente, Ferdinand Marcos Jr, que se sentó junto a la viuda de Ramos, Amelita “Ming” Ramos.

La ex primera dama agradeció el apoyo recibido estos últimos días y alabó la capacidad de Fidel Ramos para compaginar su vida como militar y político, mientras cuidaba de su familia.

“Nuestra vida militar no fue fácil, pero el presidente Ramos lo supo manejar. Pudo criar a cinco hijos, ocho nietos y cinco bisnietos”, declaró su viuda durante el funeral.

Ramos ocupó la presidencia del país entre 1992 y 1998, una época en que el archipiélago se abrió a la inversión extranjera, acabó con los cárteles de la comunicación y la energía liberalizando estos sectores y consiguió que Filipinas fuera considerado como uno de los “tigres” económicos de Asia por su fuerte crecimiento económico hasta la crisis de 1997.

Nacido en 1928 en la provincia de Pangasinan, al norte del archipiélago, se graduó como militar en la academia estadounidense de West Point en 1950 e integró las fuerzas armadas filipinas a su regreso al país, donde fue subiendo en el escalafón hasta que Marcos le nombró responsable de la Policía en 1972.

A pesar de ser visto como el arquitecto principal de la Ley Marcial (1972-1981), donde más de 3.000 personas desaparecieron en ejecuciones sumarias y la prensa fue brutalmente silenciada, su figura se agigantó durante la revuelta popular pacífica en las calles de Manila en 1986.

Su deserción del bando de Marcos para apoyar las protestas populares en plena crisis fue una de las claves para la caída y el exilio del dictador, que falleció en Hawái (EE.UU.) en 1989.

Ramos es reconocido casi unánimemente como un presidente conciliador, bajo cuyo mandato el gobierno filipino firmó un acuerdo de paz con el Frente Moro en Mindanao tras años de guerra contra el Estado, consiguiendo apaciguar las pretensiones separatistas, mientras la economía filipina despegó tras un proceso de liberalización.

En 2016, a pesar de su avanzada edad, Ramos aceptó la designación de enviado especial a China en representación del gobierno filipino en un momento delicado de las relaciones bilaterales por las disputas territoriales en el Mar de China Meridional, a petición del expresidente Duterte.

Sin embargo, Ramos acabó siendo muy crítico con el viraje autoritario de Duterte y rechazó el cargo apenas unos meses después, después de haberle apoyado en la carrera presidencial.

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