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París, 14 ene (EFE).- Al contrario que las estrellas de nuestro tiempo, de Molière, icono del siglo XVII, sabemos muy poco. Pero 400 años después de su nacimiento el saltimbanqui que se hizo un hueco en la corte de Luis XIV y desafió la censura de la Iglesia es recordado más que nunca como una gloria nacional.

Los expertos han asumido ya que los numerosos huecos que quedan en la biografía de Molière, nombre artístico de origen desconocido de Jean-Baptiste Poquelin, no podrán ser completados. Ni siquiera este 15 de enero es la fecha real del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, sino de la partida de bautismo, que fue hallada en el siglo XIX.

Pero en una época marcada por el exceso de información y la rapidez, este halo de misterio es sin duda un aliciente para los seguidores de Molière, cuya entrada en el Panteón nacional se ha convertido también en un debate de cara a las elecciones presidenciales de abril.

La conservadora Valérie Pécresse publicó esta semana una tribuna en el diario Le Figaro a favor de la “panteonización” de Molière, cuya tumba se encuentra hoy en el célebre cementerio parisino de Père Lachaise, si bien es más probable que esa sepultura sea solo un cenotafio.

Molière era un dolor de cabeza constante para la Iglesia, cuyo repudio chocaba con el entusiasmo que el Rey Sol sentía por sus obras. Pero además, como todos los actores, había sido excomulgado.

Para aceptar la demanda del rey de darle sepultura oficial, los cargos eclesiásticos pidieron que se le enterrara de noche y sin ceremonia con la sencilla inscripción de “Jean-Baptiste Poquelin, tapicero” (el que había sido el cargo de su padre en la Corte).

Pero se cree que en realidad sus restos fueron enterrados en otro lugar del cementerio, junto a los suicidas y los neonatos.

Los revolucionarios trataron de recuperar su cuerpo y trasladarlo al museo de Monumentos Franceses, y tras la creación de PèreLachaise, para darle más importancia al lugar, la tumba de Molière fue trasladada allí junto a la del también escritor Jean de La Fontaine, si bien después de tanto movimiento hay pocas certezas de que aquellos fueran en realidad los restos de los literatos.

El Elíseo, sede de la Presidencia francesa, ya ha rechazado el llamamiento de Pécresse, arguyendo que sólo las figuras posteriores a la Ilustración pueden entrar en el Panteón.

UNA HERENCIA UNIVERSAL

Entre o no en el Panteón, el público tendrá ocasión de reencontrarse o descubrir a Molière en este 2022: la Comedia Francesa, también conocida como La Casa de Molière, llevará al escenario buena parte de sus obras, muchas de las cuales ya muestran el cartel de “agotado”.

La temporada Molière de la Comedia Francesa, fundada por Luis XIV siete años después de la muerte del cómico a partir de la que había sido su compañía, arranca este sábado con una reconstrucción de la representación original de “Tartufo o el impostor”, que sólo fue interpretada una vez antes de sufrir una fuerte censura.

Este sábado, esta versión inédita del Tartufo original, confiada al director belga Ivo Van Hove, será además retransmitida en directo en televisión y en cines.

Después de negarse a seguir con la tradición familiar como trabajador de la corte, Molière formó una compañía de teatro con la que viajaba por el país, y llegó a pasar dos años en prisión por las deudas de su tropa. Un incidente que sólo lo convenció aún más de su pasión.

En Versalles, a las afueras de París, presumen de haber sido imprescindibles en la carrera del genio, que a partir de 1660 se convirtió en el autor favorito de la corte de Luis XIV.

Con “La fábrica de una gloria nacional”, la ciudad rinde homenaje al más traducido y leído de los autores franceses en una exposición que explora la influencia de Molière a lo largo de los últimos cuatro siglos, con reconstrucciones del vestuario de sus obras y de sus escenarios más célebres.

“Luis XIV veía en el teatro de Molière una forma de embajada, un producto de exportación, pero a finales del siglo XIX su figura toma una mayor dimensión y se habla del Molière patriota, laico, republicano…”, comentó en la inauguración de la muestra su comisario, Martial Poirson.

Molière vio en la comedia y la risa una forma de corregir a los hombres. La hipocresía, la avaricia, la incompetencia, los falsos devotos, los manipuladores y los burgueses son los grandes temas del autor, que no dejó cartas, ni escritos, ni apuntes de trabajo, ni siquiera una explicación de por qué firmaba como “Molière”.

La herencia que dejó a su precoz muerte, con 51 años y minutos después de acabar su interpretación en “El enfermo imaginario”, fue un conjunto más de treinta obras fundamentales en la literatura francesa, traducidas e interpretadas hoy en el mundo entero.

María D. Valderrama

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