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Ciudad del Vaticano, 5 jun (EFE).- El papa Francisco reafirmó hoy que la Iglesia tiene “la necesidad vital de salir” al encuentro y que “no debe quedarse encerrada en sí misma”, sino convertirse en “una casa acogedora sin muros divisorios”, durante la celebración de la festividad de Pentescostés en la basílica de San Pedro del Vaticano.

El papa Francisco durante la celebración de la misa de Pentescostés en la basílica de San Pedro del Vaticano. EFE/EPA/FABIO FRUSTACI

El pontífice pronunció la homilía, sentado por sus problemas de rodilla, durante la misa oficiada por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio, y concelebrada con medio centenar de prelados, entre cardenales, obispos y canónigos, en el día en el que los católicos conmemoran la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

El Espíritu “enseña a la Iglesia la necesidad vital de salir, la exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma, de no ser un rebaño que refuerza el recinto, sino un prado abierto para que todos puedan alimentarse de la belleza de Dios, una casa acogedora sin muros divisorios”, dijo.

Francisco comenzó hablando del “modo nuevo” con el que Espíritu Santo, “en el gran viaje de la vida, nos enseña por dónde empezar, qué caminos tomar y cómo caminar”, partiendo siempre del amor, que debe “estar en el centro” y sin el cual “todo es vano”.

“Estamos acostumbrados a pensar que el amor proceda esencialmente de nuestro cumplimiento, talento y religiosidad”, pero “no nace tanto de nuestras capacidades, sino que es un don suyo”, aseguró.

En medio de los problemas y las preocupaciones, el amor “puede transformar esas heridas que te queman por dentro” porque “sana los recuerdos”, “pone orden en la vida; nos enseña a acogernos, a perdonarnos a nosotros mismos y a reconciliarnos con el pasado. A volver a empezar”.

Y “ante las encrucijadas de la existencia, nos sugiere el mejor camino a recorrer” frente al mal, que “alimenta la impaciencia, el victimismo, hace sentir la necesidad de autocompadecernos y de reaccionar a los problemas criticando, y echando toda la culpa a los demás”.

“Además, el Espíritu Santo es concreto, no idealista (…) nos lleva a amar el aquí y el ahora, no un mundo ideal, ni una Iglesia ideal, sino la realidad, a la luz del sol, en la transparencia y la sencillez. ¡Qué diferencia con el maligno, que fomenta las cosas dichas a las espaldas, las habladurías y los chismorreos!”, agregó.

El Espíritu “enseña a la Iglesia cómo caminar ” y “nos invita a olvidarnos de nosotros mismos y a abrirnos a todos. Y así rejuvenece a la Iglesia. Pero pongamos atención, es Él quien la rejuvenece, no nosotros. Porque la Iglesia no se programa, y los proyectos de renovación no bastan”, concluyó. EFE

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