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Sao Paulo, 5 may (EFE).- En México, Colombia o Brasil, Germán Ezequiel Cano Recalde es sinónimo de gol.

De madre cocinera y padre zapatero, el delantero argentino, casi un desconocido en su país, es hoy el futbolista de moda en América.

A los 35 años vive uno de los momentos más dulces de su carrera en Fluminense, con el que tiene contrato hasta finales de 2025.

Ha arrancado la temporada como terminó la anterior: masacrando a sus rivales. Ya ha anotado 23 goles en 21 partidos entre las distintas competiciones.

“Una máquina del gol”, parafraseando a la FIFA.

El triplete que le endosó a River Plate en la última jornada de la fase de grupos de la Copa Libertadores ha deslumbrado dentro y fuera de Brasil, donde aún no se explican cómo nunca se ha enfundado la camiseta de la selección argentina.

Cano no se obsesiona con una hipotética llamada de Lionel Scaloni que tanto anhelan los aficionados del Tricolor de Río de Janeiro y que él, muy a su pesar, ve como un imposible.

Sabe que la Albiceleste, flamante campeona en Catar, tiene un “equipo armado” en el que “todos” actúan “bien”, según reconoció en una reciente entrevista a una radio de Buenos Aires.

También tiene claro que no quiere volver a Argentina, de donde salió muy joven de las filas del Lanús ante la falta de oportunidades que sí encontró en el extranjero.

DE CORTAR CORDONES A LA BASE DEL LANÚS

Nacido en Lomas de Zamora el 2 de enero de 1988, Cano es hijo de Marina y Ramón. Una familia humilde. De niño, todos los sábados y domingos competía en una escuela de fútbol donde ganaba unas monedas para ayudar en casa.

Cuando podía, también ayudaba a su padre a cortar los cordones de los zapatos que confeccionaba.

Y lo que empezó como un juego entre amigos se convirtió en un modo de vida desde que a los 9 años aterrizó en la sede de Atlético Lanús.

En el club granate su madre consiguió trabajo como limpiadora y, en los inviernos, ayudaba a cocinar y repartir comida para los niños.

En 2008, Cano debutó con el primer equipo de un Lanús que venía de ser campeón. Eclipsado por la presencia de José Sand, estrella en la época, probó suerte en Chacarita Juniors y Colón, pero sin demasiado éxito.

ÉXITO EN COLOMBIA

Sin muchas opciones más, hizo las maletas y se fue a Colombia. Desembarcó en Deportivo Pereira, desde donde llamó la atención de Independiente Medellín, tras un breve paso por el club paraguayo Nacional.

Fue en Medellín, la capital de Antioquia, donde se destapó como un goleador implacable. Al ‘Poderoso de la Montaña’, uno de los equipos más tradicionales del país, llegó en 2012, pero, en esa primera etapa, se le resistieron los títulos.

Se marchó en 2015 a México. En Pachuca tuvo la mala suerte de romperse los ligamentos de la rodilla y estuvo fuera de los terrenos de juego medio año. Después se fue cedido a León, pero no terminó de asentarse.

“En México era todo muy grande, muy aislado en el vestuario. Cada uno estaba en su mundo, en su teléfono, nadie hablaba nada”, relató en una entrevista con el diario ‘O Globo’.

Disgustado, volvió a Independiente Medellín en 2018 y volvieron los goles.

Ese año terminó como máximo artillero de los torneos Apertura y Finalización. Y, por fin, en 2019, levantó un título: la Copa de Colombia.

En esa época nació su hijo Lorenzo, al que dedica cada gol que hace haciendo una “L” con los dedos de la mano. Un gesto que causó algo de revuelo en Brasil, pues muchos lo confundieron como un apelo hacia el líder progresista Luiz Inácio Lula da Silva.

Cano se mudó a Río de Janeiro en 2020 para jugar con un Vasco da Gama en plena crisis institucional. Pese a la delicada situación del club, se convirtió en un ídolo de la afición, que se enamoró todavía más de él cuando se quedó para jugar en segunda división.

Finalizado su contrato, fichó por Fluminense el año pasado. En su primera temporada terminó como máximo goleador del Campeonato Brasileño (26) y la Copa de Brasil (5). Y esta temporada va camino de más.

Carlos Meneses

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