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Londres, 5 may (EFE).- No por extraordinario, un colapso en cuestión de segundos deja de ser extraño para Pep Guardiola, un técnico acostumbrado a que en los últimos años sus salidas de la Champions League estén marcadas por un torrente instantáneo, por un momento de locura.

Siempre en contra, eso sí. El técnico más metódico, el que más detalla los encuentros se ve superado por los momentos sin sentido que crea el fútbol. “Esto es imprevisible”, relató el entrenador español, absorto porque el deporte que más comprende, ese que cree haber descifrado, siempre le pega una puñalada más.

Ocurrió en el Santiago Bernabéu, con dos goles en dos minutos que desataron la euforia del Real Madrid y dejaron noqueados a los celestes, incapaces de comprender los porqués del balón, y ha ocurrido en la mayoría de desastres recientes de Guardiola.

En 2020, el año del minitorneo en Portugal, el City se cruzó en cuartos de final con el Olympique de Lyon, a priori, el mejor cruce posible. El partido llegó 1-1 a los minutos finales y en ocho se decidió. Moussa Dembelé golpeó dos veces en los últimos pases de reloj y el City se fue a la calle.

El año anterior, cuando aún reinaba la normalidad, al City se le emborronó la eliminatoria de cuartos de final contra el Tottenham Hotspur en tres minutos, los que necesitó Heung-min Son para remontar, ya en la vuelta, el tanto inicial de Raheem Sterling. Pudieron remontar los cityzens, que estuvieron clasificados durante 15 minutos, pero un tanto de Fernando Llorente, del que Guardiola siempre recuerda que la tocó con la mano, eliminó a los mancunianos.

Toca rebobinar hasta los años de las tres Champions seguidas blancas. En 2018, el Liverpool fundió al City en cuartos, gracias a una ida eléctrica en la que los ‘Reds’ se marcharon 3-0 al descanso. Todos los tantos llegaron en un intervalo de 19 minutos, desde el primero de Mohamed Salah, a los 12 minutos, hasta el tercero, de Sadio Mané, a los 31, pasando por un zapatazo de Alex Oxlade-Chamberlain a los 20 de partido. Otra catarata de goles en contra de Guardiola.

Otra que siguió a la de 2017, la de la primera campaña de Guardiola en el City. Su primera eliminatoria de Champions fue los octavos de final contra el Mónaco de Radamel Falcao y un jovencísimo Kylian Mbappé y el favoritismo inglés era desmesurado. Lo fue, al menos, hasta que el colombiano y el francés, en ocho minutos, colocaron 1-2 al Mónaco en el Etihad Stadium. Más tarde remontó el City, con un 5-3 que se desmoronó en la vuelta, pero otra vez las desconexiones del equipo de Guardiola le costaron un cruce.

No todos los colapsos llegaron al amparo del City. En su etapa anterior en el Bayern de Múnich, hubo dos muy sonados. En 2015, Guardiola, en semifinales, se midió al Barcelona y la ida le atropelló. Contra el tridente Neymar, Suárez y Messi, los bávaros se desintegraron en 17 minutos. Messi abrió la lata en el 77 y la cerró Neymar en el descuento. Guardiola cayó por segundo año consecutivo en semifinales, porque en 2014, el año anterior, sufrió la peor derrota de su carrera.

El todopoderoso Bayern fue a Múnich con un 1-0 adverso y, según palabras de Rummenigge, “hasta los árboles arderían”. Pero lo único que se quemó fue el equipo alemán, en 14 minutos catárticos de los blancos. Desde el primer cabezazo de Sergio Ramos hasta el contraataque de Bale culminado por Cristiano, que supuso el 0-3, no pasó ni un cuarto de hora.

Un puñal a la carrera de Guardiola, que en su intento de descifrar el fútbol siempre ha sido traicionado por la inverosimilitud, lo imprevisible y por el azar de que todo castillo de naipes pueda desmoronarse por un solo movimiento. Corazón por encima de cabeza, fútbol antes que pizarra.

Guardiola nunca encontrará en los libros de táctica la respuesta a por qué el Real Madrid le remontó, igual que nunca ha podido aprender de los colapsos que le han llevado de la mano en la Champions. Porque es imposible aprender de aquello que no se puede escribir. “Esto es fútbol”, que dijo Gary Lineker.

Manuel Sánchez Gómez

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