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Madrid, 30 jul (EFE).- La del Wizink Center este viernes ha sido una noche de pasiones taquicárdicas y de gritos ensordecedores que tenían como origen la figura de Harry Styles, el hombre de encanto superlativo que marca la pauta del pop global en estos momentos y que ha llenado de color un achicharrante día veraniego de Madrid.

Recibiendo esa dosis de frescor y de sonrisas desarmantes, unas 14.500 personas llevadas al éxtasis que agotaron hace siglos todo el aforo de esta única visita a España con la gira “Love On Tour”, unos privilegiados frente a las decenas de admiradores que se han plantado fuera del antiguo Palacio de los Deportes aún sin entrada.

El fervor de la cita, que ha arrancado a las 20 horas con una telonera de altura como es la banda británica Wolf Alice, podía percibirse desde mucho antes, ya fuese en el vestuario de los asistentes, enfundados en boas de coloridas plumas pese a los 36 grados en la calle, como en las súbitas avalanchas cuando asomaba algún rostro conocido como el de Manuel Carrasco.

La larga espera de cuatro años desde último periplo europeo no ha hecho sino acrecentar la expectación. Originalmente concebido para presentar su segundo disco, “Fine Line” (2019), este “tour” se vio pospuesto en dos ocasiones a causa de la pandemia, tiempo en el que la dimensión de Styles como figura musical ha seguido creciendo, más si cabe tras su tercer disco, “Harry’s House” (2022), lanzado en mayo con unas notas sobresalientes.

No es de extrañar por ello que, desde la inicial “Music For A Sushi Restaurant”, hasta 10 de los 13 posibles cortes que integran ese álbum se cuelen en el repertorio de la gira, que además incorpora la mitad de las canciones de su predecesor, alguna pincelada de su debut en solitario, “Harry Styles” (2017), y, como único guiño a su etapa en One Direction, “What Makes You Beautiful”.

A pesar de esta exigua representación de su primera época en una “boy band”, en esta etapa en solitario no hay una huida de esos códigos en busca del respeto de la gran industria, sino más bien una recalibración o personalización de los mismos para convertir lo que la vieja guardia podía considerar infantil o frívolo en fortalezas.

Así, el sector femenino de su público sigue siendo descarada y orgullosamente femenino, su apuesta musical sigue siendo pop y hedonista, aderezada ahora con toques de funky, r&b y sintetizadores ochenteros, mientras que su propuesta estética, aún más marcada, se ha transformado en un alegato por la ambigüedad y la defensa de una nueva masculinidad.

“¡Sed libres para ser quienes siempre hayáis querido ser esta noche!”, ha pedido en un momento del espectáculo, vestido con una ajustada camiseta de rayas verticales multicolor, unos pantalones de espiga amarillos y rosas, las manos ensortijadas de oro y al cuello un collar de abultadas bolas, todo ello poco antes de ondear una bandera LGTB y otra en la que podía leerse en inglés: “Sé quién soy”.

Al empaque del espectáculo contribuye sobremanera una banda mixta de 5 miembros, con dos mujeres entre ellos como responsables de la batería y el bajo, además de tres hombres encargados de la percusión adicional, los teclados y la guitarra, instrumento este que también se ha colgado Styles en varios momentos de la velada.

Él es la auténtica fuerza motriz de “Love On Tour”. Cierto es que la locura se desataba ante cualquier palabra o ademán, aunque consistiera en rascarse la nariz, pero también que el británico no para en ningún momento.

Styles canta y afina (al menos cuando los gritos permiten escucharlo), salta, corre de un lado a otro del escenario (la estructura le permite rodear a la banda como en un velódromo) y entabla un diálogo íntimo y constante con su público en el que con una simpatía que parece sincera agradece a la joven Ana que haya venido a su concierto.

“¡Hola, España, mi nombre es Harry y es un inmenso placer estar tocando delante de todos vosotros!”, proclama desde esa humildad que desarma a todo el respetable.

Así teje una hora y media de concierto que arranca por todo lo alto, con “Golden” y “Adore You” en ese tramo, que asume un formato más acústico con temas como “Matilda” y “Boyfriends” a la mitad, que vuelve a encenderse con “Lights Up” y que vive uno de sus clímax cuando todo el mundo, hasta los más maduros del lugar, se ven coreando su reinterpretación de “What Makes You Beautiful”.

Solo se echa de menos “Medicine”, el tema inédito pero habitual en su repertorio que sus seguidores celebran como un canto a la bisexualidad, dentro de un remate que esta noche han forjado la emocionante “Sign Of The Times”, la imprescindible y refrescante “Watermelon Sugar” y su último gran éxito, “As It Was”, por la salud mental.

“¡Qué bonito!”, se oye corear al público. Y qué difícil no verles salir con una sonrisa dibujada en la cara.

Javier Herrero

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