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Río de Janeiro, 12 abr (EFE).- La preservación de una flora milenaria y las caminatas por senderos en medio del exuberante bosque tropical buscan convertirse en atractivos para el turismo ecológico en los alrededores de la Bahía de Guanabara, que baña Río de Janeiro.

Fotografía de la cascada de Monjolo, el 29 de marzo de 2023, cerca de Santo Aleixo, Río de Janeiro (Brasil). EFE/ André Coelho

Los senderos del parque natural de los Tres Picos, que recorren el bosque de Mata Atlántica, ofrecen un atractivo muy diferente al de las célebres playas y monumentos de Río.

Fotografía de una pareja de delfines de Guayana (sotalia guianensis) el 29 de marzo de 2023, en el Área de Protección Ambiental de Guapimirim, en la Bahía de Guanabara, Río de Janeiro (Brasil). EFE/ André Coelho

Estos caminos conducen hasta el imponente jequitibá rosa, un enorme árbol de 40 metros de altura, seis de diámetro y que se calcula tiene entre 800 y 1.000 años de edad, lo que lo convierte en uno de los más antiguos de Brasil.

Es uno de los pocos ejemplares de su especie que escapó de la devastación y del uso indiscriminado de su madera, actividades que han hecho de la Mata Atlántica el ecosistema más amenazado de Brasil.

Esta región cercana a Río ahora busca atraer el ecoturismo, para “fomentar iniciativas de impacto positivo” en las comunidades locales y la red hotelera, dijo a EFE Thiago Valente, gerente de proyectos de la fundación Grupo Boticário, que desarroya proyectos sostenibles en la zona.

LA GANADERÍA LE DA PASO A LA PRESERVACIÓN

A pocos kilómetros, se encuentra un buen ejemplo de proyecto de manejo ambiental: la reserva ecológica de Guapiaçú, un lugar donde una antigua hacienda dedicada a la ganadería ha sido reforestada con más de 720.000 árboles, para acoger en la actualidad un gran vivero con diversas especies nativas de flora y fauna.

La antigua hacienda se ha convertido en refugio para carpinchos, patos, cormoranes y garzas que atraviesan los senderos señalizados y que cuentan con miradores, una posada para quien quiera pasar la noche y un centro de investigación biológica con varios estudiantes de todo el país.

El británico Nicholas Locke es bisnieto de los antiguos propietarios de la hacienda y fundador de la reserva ambiental.

Explica que su deseo es “revitalizar” la región bajo los principios de “preservación de las especies” que perdieron su hábitat y de la “seguridad hídrica” en esta zona, que es una de las principales fuentes de agua de Río de Janeiro.

SENDA DE 4.000 KILÓMETROS

Los manglares y las cascadas también son preservados dentro de la red de senderos de la Bahía de Guanabara y que forman parte del Camino de la Mata Atlántica, una senda gigantesca de 4.000 kilómetros que une Río Grande do Sul, en el sur de Brasil, hasta Río de Janeiro.

La arteria de caminos pasa por montañas, bosques, territorios indígenas, playas e islas de cinco estados, uniendo un centenar de unidades de conservación ambiental.

“El potencial de estas regiones es enorme y uno de los principales objetivos es dar valor a las cadenas productivas locales vinculadas al ecoturismo y crear referencias de restauración ecológica en el recorrido”, comenta Chico Schnoor, coordinador nacional del proyecto Camino de la Mata Atlántica.

DELFINES, MANGLARES E HISTORIA

Otro remanso de naturaleza en la zona es el Área de Protección Ambiental (APA) de Guapimirim, considerada como una de las mejor preservadas del país, donde sus manglares conservan todavía características semejantes a las del periodo colonial.

Uno de los espectáculos naturales son el vuelo de los biguatingas o patos agujas y los delfines grises cazando enjambres de peces.

La Cooperativa Manguezal Fluminense, creada por pescadores artesanales, realiza en las proximidades un trabajo de educación ambiental con los recolectores de cangrejos y el ecoturismo.

El pescador Alaildo Malafaia, presidente de la cooperativa, destacó que la Bahía de Guanabara todavía genera “mucha renta” sin degradar la belleza que todavía es desconocida por gran parte de la población urbana.

Entre los atractivos históricos de Guapimirim figuran la centenaria capilla de San Francisco de Croará, que marcó el inicio de las expediciones jesuitas en Brasil en el siglo XVII, y los rastros de la compañía ferroviaria más antigua de América Latina, inaugurada en 1854.

André Coelho

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