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Dnipro (Ucrania), 2 jul (EFE).- Un funeral puede revelar muchas cosas; entre ellas, cómo la guerra de Ucrania se ha convertido en un brutal duelo artillero en el que Rusia lleva ventaja. De los 13 ataúdes sepultados en un cementerio de Dnipro -en la retaguardia de la batalla del Donbás- ocho de ellos eran soldados ucranianos sin identificar.

Imagen de archivo de los destrozos en una ciudad ucraniana alcanzada por la artillería rusa. EFE/Orlando Barría

“Un defensor de Ucrania temporalmente desconocido”, se lee en el letrero que acompaña la cruz de estos soldados, en los que se especifica el día en que murieron y la fecha del entierro. En el futuro se les espera identificar gracias a pruebas de ADN.

Cada viernes se celebra un gran funeral en el cementerio de Krasnopilske, en la ciudad bañada por el Dniéper, que se suma a las ceremonias individuales diarias. En la del viernes, de los trece ataúdes envueltos en la bandera de Ucrania sólo cinco de ellos estuvieron arropados por familiares y amigos.

En la amplia sección del camposanto dedicada a los soldados caídos por la guerra que comenzó Rusia el 24 de febrero, hay decenas y decenas de militares sin identificar. En las últimas semanas son incluso la mayoría.

Ante la ausencia de familiares, son miembros del Ejército los que portan los féretros a hombros tras la ceremonia hasta el lugar en el que reciben sepultura.

Dnipro es una ciudad relativamente segura y poco afectada por la guerra, pero la muerte llega a través de los cuerpos de los soldados fallecidos en los combates del frente del este. También muchas familias que han huido de la ocupación rusa entierran aquí a sus seres queridos muertos lejos de su lugar de procedencia.

Entre los fallecidos que sí están identificados figura Oleksiy Suvorov, miembro de una unidad de zapadores que murió el pasado 20 de junio, con 38 años, cerca de Vuhledar, en la región del Donbás.

Algunos de sus compañeros de armas han acudido a despedirlo, pero no su familia porque procede de un territorio ahora ocupado por Rusia y no han obtenido permiso para abandonarlo.

“Murió por un ataque artillero ruso, de un sistema Grad”, explica el comandante de la unidad de ingenieros a la que pertenecía el caído y que se identifica simplemente como Serhii.

“Sus padres están ahora bajo territorio ruso ocupado, en la región de Lugansk, incluido su hijo de dos años”, añade el militar, que acaba de llamarles por teléfono para contarles que su hijo ha sido enterrado en Dnipro.

TIERRA QUEMADA

Los combates en el este y el sur de Ucrania son en esta nueva fase de la guerra un intercambio constante de fuego artillero, con ventaja para Rusia tanto en número de piezas como en munición.

Fuentes del Gobierno ucraniano han calculado que Rusia dispara entre 50.000 y 60.000 proyectiles al día mientras que Ucrania sólo responde utilizando una décima parte de esa cifra.

Los lentos avances de Rusia en la región del Donbás, donde murió Oleksiy, se producen después de que su artillería destruya todo lo que encuentra, una táctica de tierra quemada frente a la cual la infantería ucraniana poco puede hacer salvo buscar refugio.

“Muchos de estos soldados no han sido identificados debido a lo brutal que es la guerra ahora, mucho peor que antes. Han sido hallados sin documentos ni nada que les identifique”, explica el comandante sobre el motivo del alto número de militares enterrados de forma anónima.

“En otros casos son soldados procedentes de intercambios de cuerpos, eran soldados ucranianos muertos en zonas ahora ocupadas por Rusia y los entregaron sin documento alguno que permita saber algo de ellos”, agrega.

¿DESMORALIZACIÓN?

¿La superioridad rusa en artillería no desmoraliza a los militares ucranianos? El comandante responde sin dudar: “Nuestros soldados luchan por su familia y sus hogares, creo que los soldados rusos están más desmoralizados porque no saben por lo que luchan, nosotros sí”.

Entre los familiares de los fallecidos que acuden a despedirse de sus seres queridos hay algunos tan abrumados por el dolor que no pueden mantenerse en pie. Una de las esposas se apoya sobre el ataúd de su pareja y lo golpea, otra mujer llora al recibir doblada la bandera ucraniana que cubría uno de los féretros.

En el caso de los soldados sin identificar nadie derrama una lágrima, aunque en algún lugar de Ucrania seguramente alguien esté preguntándose dónde se encuentra su esposo, padre, hermano o hijo y nadie sea capaz de darle una respuesta.

“Este es el precio que pagamos por nuestra independencia”, dice uno de los militares que despide a Oleksiy.

Luis Lidón

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