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Buenos Aires, 11 ene (EFE).- Argentina vive una “tercera ola” de la pandemia con cifras récord de contagios debido a la variante ómicron, una situación que está colapsando los principales centros de testeo y los sistemas de atención primaria, mientras las autoridades optan por no imponer restricciones que frustren las vacaciones de verano.

Varias personas acuden a realizarse una prueba para detectar la covid-19 en el Hospital Pedro Elizalde, hoy, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Enrique García Medina

Según datos oficiales, el número de infectados comenzó a crecer poco a poco a mediados de diciembre y se disparó vertiginosamente a finales del año: en los últimos siete días, el país suramericano ha registrado un total de 659.870 contagios por coronavirus (con una positividad del 58 %).

Varias personas acuden a realizarse una prueba para detectar la covid-19 en el Hospital Pedro Elizalde, hoy, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Enrique García Medina

Estas cifras sitúan a Argentina como el país con más casos por cada 100.000 habitantes (1.929) en toda América Latina, por delante de Uruguay (1.400), Panamá (897) y Bolivia (798), de acuerdo con el portal estadístico Our World in Data, que no incluye los datos de Brasil.

“Con un porcentaje de positividad superior al 50 %, no estamos en 110.000 casos (diarios), sino en un número mucho mayor, que podría estar entre 150.000 y 200.000. Es un número extraordinariamente elevado”, afirma a Efe Jorge Geffner, profesor de Inmunología en la Universidad de Buenos Aires, que define esta “tercera ola” como “preocupante”.

LAS VACUNAS FRENAN LA MORTALIDAD

La postal veraniega de este 2022 en Argentina es, cuanto menos, atípica: cada día, miles de personas guardan fila durante horas, bajo un sol abrasador, para realizarse una prueba que confirme si están infectados o no.

Este “tsunami” de contagios no solo ha saturado los centros de testeo, tanto públicos como privados, sino también los sistemas de atención primaria y las urgencias hospitalarias, según cuenta a Efe Elena Obieta, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología.

“(La tercera ola) colapsa la atención primaria y el sistema de emergencias, porque entre tanto tenés que hacer el test de 400 personas, desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde, en el medio tenés el accidente de moto, el señor con el infarto… Entonces es un lío”, sostiene la doctora.

No obstante, Obieta advierte una diferencia fundamental respecto a las dos “olas” anteriores: “No vemos el impacto que teníamos a esta misma altura del año, aun con menos casos, en las internaciones y en las muertes”.

De hecho, el número de fallecimientos se mantiene mucho más estable, con una media de 25 decesos diarios en el último mes, gracias a una campaña de vacunación que ha inmunizado con las dos dosis a más del 73 % de la población.

SIN RESTRICCIONES EN VERANO

Además de la alta transmisibilidad de la variante ómicron, común en todo el mundo, existen otros dos factores que explican, en opinión del bioquímico Jorge Geffner, esta explosión inédita de los contagios: la escasa responsabilidad individual y la pasividad de las autoridades a la hora de aplicar restricciones.

“En la provincia de Buenos Aires, ¿dónde se dispararon en forma tremenda los casos? En la costa, porque es el lugar donde los jóvenes se reúnen masivamente y no hay ninguna pauta (…). El Gobierno no toma posición porque serían medidas antipopulares, pero las debería asumir igualmente”, lamenta.

El Ejecutivo nacional tan solo impuso el uso del “pase sanitario” para asistir a eventos masivos, sin plantear ninguna otra restricción al no existir una correlación entre el número de casos y los fallecimientos, pese a que la cifra de pacientes en terapia intensiva ha pasado de 1.102 a 1.967 en tan solo diez días.

Para Geffner, esta aproximación es un “error”, puesto que únicamente un 16 % de la población ha recibido una tercera dosis y todavía existen cientos de miles de personas (inmunodeprimidos, personas con comorbilidades o menores de edad) que son susceptibles de contraer una enfermedad grave.

“El hecho de apostar a la temporada veraniega así, en función del cansancio y de un problema económico, sin atender a las otras cuestiones… (…). No hay correlación con la anterior pandemia, pero los costos pueden ser igualmente muy importantes, por eso la aclaración de la Organización Mundial de la Salud: ojo, esto no es una gripecita. Y tienen razón”, alerta el experto.

¿UNA EVOLUCIÓN COMO EN SUDÁFRICA?

Como respuesta a esta “tercera ola”, Geffner apuesta por impulsar lo máximo posible las dosis adicionales y de refuerzo, generalizar el pase sanitario para otras actividades e incluso plantear la vacunación obligatoria para la población más expuesta al virus.

Todo con el objetivo de frenar al máximo el impacto de la variante ómicron, cuya evolución epidemiológica aún es una incógnita.

“Si realmente hay un impacto estacional, nosotros, como Sudáfrica, estamos en el hemisferio sur y estamos cursando el verano. Si es así, uno esperaría que en dos semanas comience el descenso”, vaticina el profesor de Inmunología.

Javier Castro Bugarín

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