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Sao Paulo, 6 abr (EFE).- El presidente Luiz Inácio Lula da Silva aún guarda con cariño las casi 30.000 cartas que recibió en prisión. Un “acervo histórico” que, cinco años después de su encarcelamiento, reposa en una pequeña sala de ordenadores en Sao Paulo y muestra la dura realidad de los “invisibles” de Brasil.

Fotografía de las cartas que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, recibió en prisión.  EFE/Sebastião Moreira

7 de abril de 2018. Lula aterrizaba en helicóptero en la azotea de la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba. No saldría de allí hasta el 8 de noviembre de 2019, cuando la Corte Suprema anuló las dos condenas que le fueron impuestas por supuesta corrupción.

Fotografía de las cartas que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, recibió en prisión. EFE/Sebastião Moreira

Fueron 580 días privado de su libertad. El actual mandatario de 77 años todavía hoy se emociona al recordar su paso por la cárcel. Un momento “muy duro”, de “resistencia”, en el que además del aislamiento físico, tuvo que lidiar con el fallecimiento de su hermano más mayor y un nieto.

“Cuántas veces me tumbaba en la cama, panza arriba, mirando el techo…”, relataba el jefe de Estado con la voz rota en una reciente entrevista.

Su prisión conmocionó a sus seguidores dentro y fuera de Brasil, que, en una campaña sin precedentes, comenzaron a mandar miles de cartas de apoyo a su líder a la calle Profesora Sandália Monzón, 210, donde estaba recluido.

HISTORIAS DEL BRASIL REAL

Esas cerca de 30.000 misivas están hoy guardadas a buen recaudo en una sala con ordenadores del Instituto Lula, en Sao Paulo. Están separadas por fechas y colectivos de procedencia en más de 60 cajas de colores que tapan toda una pared. Es la conocida como “Sala de las Cartas”.

La gran mayoría está escrita a mano. Sus líneas encierran humildes historias de vida, de superación, de agradecimiento. Relatos desnudos, retrato fiel del Brasil desigual, pobre, que Lula combatió en sus dos primeros mandatos (2003-2010) y pretende volverlo a hacer en este tercero.

Muchas empiezan con un “Querido presidente Lula”, también le llaman “compañero”. Hay otras firmadas con la huella dactilar de personas analfabetas que dictaron sus palabras a un tercero, como fue el caso de unos trabajadores rurales del municipio de Palmópolis.

“Le escribo porque quiero que salga pronto de ahí”, empieza Maria José da Conceiçao. Desde Fortaleza, Maria Honorio, de 81 años, mandó su mensaje de solidaridad junto con un pequeño rosario pegado fuertemente a su manuscrito con cinco pedazos de celo.

También hay verdaderos desahogos personales que describen el impacto que tuvieron en sus vidas los programas sociales que impulsó mientras estuvo en la Presidencia.

“Todos los días era una llantina. Todavía hoy me emociono con algunas”, confiesa a EFE Calinka Lacort, trabajadora del Instituto Lula.

CARTAS COMO ACTO DE PROTESTA

Lacort es la gran guardiana de las cartas, que vinieron de “casi todos los lugares del mundo”, desde Argentina hasta Japón, pasando por Francia, Cuba o España.

Llegaban a la sede policial donde estaba encarcelado el antiguo sindicalista y de ahí, ante la avalancha de envíos, eran remitidas al Instituto Lula, donde crearon un equipo fijo dedicado exclusivamente a organizar ese mar de epístolas.

“Las personas comenzaron a percibir que era una forma de demostrarle que no estaba solo. Las cartas se transformaron en un acto político. Había gente que mandaba hasta un sobre vacío” a modo de protesta, cuenta Lacort.

Ella y sus colegas se encargaron de leer todas, seleccionar algunas para hacérselas llegar a Lula en prisión y responder buena parte de las mismas. Al líder del Partido de los Trabajadores (PT) le interesaban sobre todo aquellas que hablaban de educación, otra de sus grandes obsesiones.

“Le mandábamos esos lotes y nos los devolvía. Era curioso porque en algunas hacía anotaciones. En muchas anotaba ‘responder'”, narra Lacort.

Como curiosidad, las grandes preocupaciones de los lulistas eran “si dormía bien, si se alimentaba y si tenía mantas para dormir”, expresa a EFE Bárbara de Paula, informática y quien ayudó después a digitalizar las misivas, trabajo que comenzó a partir de la llegada al poder del ultraderechista Jair Bolsonaro, en 2019, por miedo a que hubiera aprehensiones en la sede del Instituto.

Algunas se publicaron en el libro “Querido Lula: cartas a un presidente en prisión” (Boitempo, 2022), organizado por la historiadora francesa Maud Chirio, e incluso la riqueza de las historias descritas en esas miles de hoja han servido también de objeto de estudio para investigadores de Brasil y España.

Comenta Lacort que aún hoy siguen llegando cartas al Instituto, aunque ahora recomiendan enviarlas directamente al Palacio presidencial de Planalto en Brasilia, adonde Lula volvió el 1 de enero después de todo un proceso de resurrección política.

Carlos Meneses

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