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París, 19 mar (EFE).- Agravadas desde el día 16 por la aprobación por decreto de la reforma de las pensiones, las protestas antigubernamentales se amplificaron hoy en buena parte del Francia, lo que hizo recordar la revuelta de 2018 de los “Chalecos Amarillos”.

El malestar de la calle por la adopción, por decreto y sin voto en la Asamblea Nacional, de una reforma que eleva la edad de jubilación de los 62 a los 64 años se ha trasladado también al Parlamento, que el lunes previsiblemente votará dos mociones de censura para tumbar el Ejecutivo nombrado por el presidente francés, Emmanuel Macron.

No obstante, ambas iniciativas tienen pocas posibilidades de prosperar, en caso de que la formación conservadora Los Republicanos (LR) consiga mantener la disciplina de voto que no lograron el día 16 cuando el Ejecutivo, en minoría relativa, se vio abocado a accionar el artículo 49.3 por la ausencia de una mayoría clara en la Asamblea.

El número dos del Gobierno, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, defendió en una entrevista en Le Parisien que el 49.3 “es una herramienta democrática contemplada en la Constitución” y tildó de “hipócritas” a los grupos opositores que han presentado las mociones.

“No creo (que unas elecciones anticipadas resuelvas los actuales problemas). Tenemos que retomar con serenidad el ritmo de nuestra mayoría presidencial, detrás del presidente y de la primera ministra”, Elisabeth Borne, agregó el ministro, quien avisó que “no se tolerarán ninguna clase de violencia”.

Convocadas muchas de ellas en redes sociales al margen de los sindicatos y los partidos, las manifestaciones, sin ser multitudinarias, se extendieron a decenas de ciudades francesas, incluso las medianas o pequeñas, como Mulhouse (este) o Compiegne (norte). En la mayor parte de casos, se desarrollaron pacíficamente.

Como es habitual, la movilización de mayor impacto fue la de París, con al menos 4.000 participantes.

Ante la prohibición gubernamental de protestar en la plaza de la Concordia, donde las protestas de las dos últimas noches se saldaron con centenares de arrestos y numerosos desperfectos, los manifestantes se desplazaron a la Place d’Italie, en el sur de la capital.

Allí, se mezclaron militantes sindicales y de partidos de izquierdas con manifestantes al margen de cualquier organización, recordando al movimiento de los “Chalecos Amarillos” de 2018, que terminó en una revuelta nacional por el descontento social de los habitantes de las zonas rurales y del extrarradio de las ciudades.

Casi dos horas después del inicio de la marcha, en la que se escucharon eslóganes contra “el autoritarismo” de Macron, hubo quema de contenedores y levantamiento de barricadas, que provocaron cargas de la policía, que empleó gas lacrimógeno en respuesta al lanzamiento de proyectiles por algunos manifestantes.

Las autoridades informaron de que en París fueron arrestadas al menos 76 personas relacionadas con los tumultos en la Place d’Italie y aledaños.

TONELADAS DE BASURAS SIN RECOGER EN PARIS

Mientras, varias ciudades del sur de Francia también registraron intensas movilizaciones callejeras. En Burdeos, se quemaron contenedores de basura en una céntrica calle de la ciudad, un fuego rápidamente sofocado.

Se espera que este tipo de manifestaciones espontáneas, sin el paraguas de ninguna institución u organismo oficial, se reproduzcan los próximos días.

Sus participantes exigen la retirada de la reforma, algo que Macron descarta pues la considera fundamental para equilibrar el déficit del sistema de pensiones y sanear así las cuentas del país.

Las protestas de hoy se unieron a paros parciales organizados por los sindicatos, que habían encabezado las decenas de manifestaciones previas a la polémica aprobación de la reforma de las pensiones.

Los trenes, las refinerías, el sector del gas y la recogida de basuras, entre otros, han resultado afectados y uno de los ejemplos más relevantes es la huelga de los servicios de limpieza en París, que cumple casi dos semanas.

A pesar de que el Gobierno francés ha obligado a varios trabajadores a regresar a sus puestos, alegando el peligro para la salud pública de los desechos, miles de toneladas de basura seguían todavía esparcidas en las aceras de la capital francesa.

Antonio Torres del Cerro

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