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Jartum, 29 abr (EFE).- “Nuestra zona se ha convertido en un barrio fantasma, la mayoría de los vecinos se fueron porque vivimos bajo los constantes bombardeos y enfrentamientos”, dice a EFE Suad al Hendy. Él ha insistido en quedarse en el antaño acomodado distrito capitalino Jartum 2, transformado ahora en uno de los principales puntos de combate entre el Ejército de Sudán y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).

Al cumplirse dos semanas del inicio del conflicto, a los sudaneses no les queda más remedio que convivir con la guerra, la escasez y la muerte, especialmente a los residentes de los barrios Jartum 1 y 2 y del distrito Al Emarat, en el centro de la capital.

Muy cerca se encuentran la sede de la Comandancia del Ejército y el Palacio Presidencial, donde el sonido de las ametralladoras y los temblores por los bombardeos no han cesado ni un momento, ni siquiera durante las múltiples treguas que han acordado las partes pero que nunca han cumplido.

“Muchas veces me quedo como un par de horas debajo de la cama por miedo a los proyectiles que pasan por encima de nuestra casa y a veces no duermo hasta la madrugada”, dice desolado Al Hendy, que asegura que hace dos días pudo al fin descansar un poco porque una vecina abrió las puertas de su refugio subterráneo.

LA MUERTE RONDA JARTUM

Desde el barrio de Al Emarat, Saad Ezz al Din cuenta a EFE intentando contener sus lágrimas que hace unos días perdió a su sobrino Haizam, un estudiante universitario que falleció tras caer un proyectil en el techo de su habitación.

No murió al instante y su tío lo intentó todo para salvarlo. Pero la mayoría de hospitales del centro Jartum están fuera de servicio al haber sido blancos de ataque.

“Murió delante de mis ojos, tenía una hemorragia. Fracasé en auxiliarle y no encontré hospitales, me puse a conducir buscando con el coche hasta que perdió la vida”, dice Ezz al Din llorando desconsoladamente.

APRENDER A CONVIVIR CON EL CONFLICTO

En las zonas más alejadas del conflicto del estado de Jartum, sin embargo, los pocos residentes que no han huido a otros países o a otras regiones de Sudán empezaron a asumir que los combates están lejos de terminar e intentan seguir adelante a pesar del peligro.

Según constató EFE, el mayor mercado de frutas y verduras del sur de la capital abrió por primera vez en dos semanas de conflicto, que han segado la vida de al menos 528 personas y han dejado más de 4.500 heridos, de acuerdo con el Ministerio de Salud.

El mercado ha abierto de manera progresiva, dice a EFE el responsable de los comerciantes, Ibrahim Abdelqader, que asegura que tras dos semanas de parón, los establecimientos han empezado a recibir nuevos suministros procedentes de los estados productores de frutas y verduras.

Sin embargo, lamentó que los precios aún son muy elevados por la escasez de combustible, que también ha provocado que muchas instalaciones que funcionaban con generadores quedaran fuera de servicio por los constantes cortes de electricidad.

En la zona meridional de Al Klakla, por su parte, sus habitantes celebraron el regreso de la Policía por primera vez desde que estallaron los choques, y los vecinos de esta poblada área volvieron a salir a las calles y a acudir a los comercios en busca de comida.

A pesar de que ni el Ejército ni las FAR han respetado las treguas acordadas hasta la fecha, el último armisticio ha servido para dar un respiro a la castigada población de Jartum, víctima del fuego cruzado desde el pasado 15 de abril.

El conflicto ha provocado que más del 70 % de los hospitales en las zonas de combate hayan quedado fuera de servicio y que el combustible, el agua potable, la electricidad y la comida sean escasos, mientras que la ONU apunta que más de 50.000 personas ya han huido de Sudán a países vecinos.

Al Nur Al Zaki

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