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Desde la tarde del martes la firma de moda de lujo Versace es estadounidense. Tras días de rumores, el último día de la Semana de la Moda de Milán la principal noticia llegó lejos de las pasarelas. La empresa, fundada por el diseñador italiano Gianni Versace en 1978 ha pasado a manos grupo del diseñador estadounidense Michael Kors después de un acuerdo de venta por un valor de 1.830 millones de euros —aproximadamente 2.120 millones de dólares— tal y como han anunciado ambas compañías a través de un comunicado conjunto.

El grupo neoyorquino también ha aclarado que “se espera que la parte en efectivo del precio de compra sea financiada por una combinación de efectivo en caja, giros bajo la línea de crédito existente de la compañía y préstamos de plazo fijo” garantizados por sus asesores JPMorgan Chase Bank, N.A. y Barclays. Además explica que la familia Versace permanecerá en el accionariado de la nueva compañía.

Hasta ahora, la compañía de la medusa estaba controlada al 80% por la familia Versace y al 20% por el grupo estadounidense Blackstone, que firmó un acuerdo en 2014 con la casa de moda que valoraba entonces a la compañía con sede en Milán en casi 1.000 millones de euros, —Blackstone pagó 210 millones de euros— cerca de la mitad de la valoración actual. El objetivo era preparar la compañía para una salida a bolsa que nunca llegó. Gian Giacomo Ferraris, el anterior primer ejecutivo de la marca, —y hoy consejero delegado de Roberto Cavalli— había estudiado su salto al parqué, con un nuevo paquete de acciones que revalorizó a la empresa en 1.150 millones de euros.

Pero la operación se detuvo con su salida de la firma. Su sustituto, el inglés Jonathan Akeroyd, anterior director ejecutivo de McQueen, estimó que no había prisa para su estreno bursátil. “Es una impresa creíble y todavía hay muchas cosas por hacer antes”, declaró en 2016 y prefirió apostar, en cambio, por seguir la línea de un plan de expansión internacional robusto, con la apertura de nuevos establecimientos en Nueva York, además de Milán y Barcelona o Madrid, entre otros.

Las acciones que estaban en manos de la familia se dividían entre los hermanos Santo, el presidente y Donatella Versace, la vicepresidenta y directora creativa de la marca y la hija de esta, Allegra Versace Beck. Donatella y Santo Versace han trabajado juntos al frente de la empresa desde el asesinato del hermano mayor, Gianni Versace en 1997.

Tras la desaparición del carismático Gianni, en un periodo de pleno apogeo económico y con un proyecto de entrada en bolsa a las puertas, la compañía atravesó periodos difíciles y estuvo a punto de desmoronarse. Donatella lo sustituyó como directora artística y Santo, que había sido el impulsor de la expansión internacional de la firma siguió como presidente. La compañía consiguió recuperar su prestigio en el mundo de la moda y sanear sus cuentas después de una profunda reorganización interna y una apuesta arriesgada y creativa a nivel de producto con Donatella al frente de las creaciones.

Los hermanos Versace ficharon en 2004 a Giancarlo Di Risio, antiguo consejero delegado de Fendi. Condujo la marca hacia la alta gama, potenció la línea de accesorios y puso orden en la caja. En 2009 fue reemplazado por Gian Giacomo Ferraris, quien consiguió duplicar el volumen de negocio. El ambicioso plan de reorganización también pasó por el despido de una cuarta parte de la plantilla, un reajuste del equipo organizativo, reducción de las inversiones a cuenta de capital y la retirada de mercados donde la marca había dejado de ser rentable, como el japonés

Los Versace siempre se habían mostrado reticentes a la entrada de un conglomerado que controlara lo que ellos consideraban un negocio estrictamente familiar. Pero en 2014 finalmente cedieron y vendieron 20% de la empresa al fondo estadounidense Blackstone, aunque se aseguraron un derecho a veto en caso de que este vendiera sus acciones. Hasta ese momento, los hermanos Santo y Donatella controlaban el 30% y el 20% del capital de la empresa respectivamente y Alegra Versace el 50%.

Desde entonces hasta hoy la apertura de tiendas se ha multiplicado de forma exponencial. Uno de los objetivos principales desde que Blackstone entró en el accionariado también fue preparar una futura salida a bolsa. Aunque el rendimiento de la empresa no ha sido suficiente para justificar la operación. Sin embargo, en el último periodo parecía que la casa italiana que había conseguido sobreponerse a años de dificultad y había tomado el camino de la recuperación, con un balance más que positivo en 2017, año que cerró con beneficios netos de 15 millones de euros, frente a las pérdidas de 7,4 millones del año anterior. Ahora, entre los objetivos de crecimiento a largo plazo, los nuevos dueños señalan su intención de llevar de 683 millones a cerca de 2.000 millones de dólares la facturación de Versace. También expandir la marca de 200 a 300 tiendas. Y acelerar la venta electrónica.

Versace era hasta ahora uno de los pocos grupos que había resistido como independiente en el mundo de la moda made in Italy. Otros pesos pesados como Gucci, Bottega Veneta o Brioni terminaron en manos francesas, adquiridos por el grupo Kering del emprendedor Henri Pinault. Otro nombre señalado de las finanzas francesas, Bernard Arnault, al frente del grupo LVMH (Louis Vuitton Moet Hennessy) se había hecho en los años 2000 con las firmas Emilio Pucci y Fendi y con Bulgari en 2011, por la que desembolsó 4.300 millones de euros. Un año después, otra casa histórica italiana, Valentino, pasó a manos extranjeras. La operación la firmó la sociedad catarí Mayhoola for Investments por 700 millones de euros.

 

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