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John McCain, durante un discurso en 2008. REUTERS

La vieja guardia republicana perdió este sábado al senador John McCain, un referente del conservadurismo clásico estadounidense, cuya figura había crecido en los últimos tiempos como azote de Donald Trump. El veterano político de Arizona, héroe de guerra y excandidato presidencial, falleció a los 81 años víctima de un agresivo cáncer cerebral diagnosticado hace poco más de un año. Pese a la enfermedad, siguió en el Congreso en Washington hasta el pasado diciembre y permaneció activo hasta el último momento, ya fuera en la disidencia con el presidente o como voz de la conciencia de su partido. El viernes, la familia comunicó que el político había pedido la interrupción del tratamiento. El soldado ya había visto llegar su hora.

 

La adoración que un republicano pata negra como John McCain despertaba entre los demócratas se podría explicar a través de tres momentos de su historia. Uno es marzo de 1973, cuando regresó a Estados Unidos después de más de cinco años de cautiverio y torturas en Vietnam. El siguiente, en octubre de 2008, poco antes de perder las elecciones contra Obama, cuando en un charla con seguidores una mujer del público empezó a cargar contra el candidato demócrata, diciendo que le tenía miedo porque creía que era árabe. McCain le agarró el micrófono y le hizo callar: “No, señora, es un decente hombre de familia, un ciudadano con el que resulta que tengo desacuerdos en asuntos fundamentales, y en eso consiste esta campaña”. Y para el tercero solo hay que remontarse a julio de 2017, cuando recién operado del tumor cerebral que le acababan de encontrar, voló desde Arizona y se presentó en el Senado para votar sobre la reforma sanitaria de Trump. Aún con la cicatriz y el ojo morado, hizo un llamamiento al consenso que levantó una ovación. Luego, con la oposición demócrata en bloque y  muchas discrepancias sobre la propuesta republicana, votó en contra. Así era el viejo senador McCain. Le apodaban “maverick”, el disidente.

Había nacido el 29 de agosto de 1936 en la base naval de Coco Solo, en la zona del Canal de Panamá, entonces bajo control estadounidense. Hijo y nieto de almirantes cuatro estrellas, John Sidney McCain III se hizo aviador y entró en combate en la guerra de Vietnam. En octubre de 1967, su avión fue derribado cuando sobrevolaba Hanoi y ahí comenzó su cautiverio. Tenía esposa y tres hijos. Al regresar, aquel primer matrimonio naufragó y en 1980 se casó con Cindy, hoy su viuda. Comenzó entonces una fructífera carrera política cuyos detractores consideraron en los inicios demasiado apoyada en la imagen del héroe militar.

En 2008 probó suerte en la carrera a la Casa Blanca y escogió como número dos, candidata a la vicepresidencia, a la exgobernadora de Alaska Sarah Palin, entonces estrella del movimiento ultraconservador Tea Party. McCain tuvo que lamentar esa decisión el resto de su vida, no solo porque el papel de Palin en la campaña le restó votos, sino porque el ideario que representaba, fervientemente nacionalista, es uno de los gérmenes del actual trumpismo que tanto detestó el senador.

Halcón militar y defensor de las armas

Conservador en el plano fiscal, halcón en el militar y defensor a ultranza del derecho a las armas, McCain pertenece al republicanismo de la vieja escuela. Ningún senador ha recibido tantas donaciones de la Asociación Nacional del Rifle como él, tras seis legislaturas en Washington.

Su ideario, con todo, siempre quedó sometido a su propia autonomía: reconoció sin ambages el error de la guerra de Irak y, a diferencia de la mayoría de compañeros de partido, sus críticas a Trump no se evaporaron en cuanto el neoyorquino ganó a las elecciones. Así lo demostró en múltiples ocasiones, con su machetazo a la propuesta sanitaria del presidente, su defensa de los inmigrantes o tras la cumbre con Vladímir Putin en Helsinki, cuando el mandatario equiparó la credibilidad del Kremlin sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016 a la de los servicios de inteligencia estadounidenses. La actuación de Trump, dijo, había sido “de las más vergonzosas en la historia por parte de un presidente de EE UU”.

Los rifirrafes con el presidente comenzaron ya en la campaña electoral, cuando el entonces candidato se mofó de McCain. “No es un héroe de guerra; solo lo es porque fue capturado: prefiero a los que no han sido capturados”, dijo el magnate y showman en 2015. Este sábado, en un tuit, se limitó enviar su más sentido pésame y respeto a la familia. “¡Nuestro conrazón y nuestras oraciones están con vosotros!”, escribió. El pasado mayo, ya retirado en su rancho del Valle Escondido (Arizona), John McCain hizo saber a través de The New York Timesque había pedido que Donald Trump no acudiera a su entierro.

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