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Kabul, 3 ago (EFE).- Saqi Jana Popalzai logró poner su empresa de champú en las tiendas de Kabul distribuyendo personalmente el producto que la convirtió en una prometedora empresaria, un proyecto que ahora sucumbe con la vuelta al poder de los talibanes.

EFE/EPA/STRINGER

Su empresa floreció durante las dos décadas que siguieron a la invasión estadounidense de Afganistán y el intento de la comunidad internacional de fomentar la presencia de las mujeres en la sociedad, de donde habían sido borradas por el régimen talibán.

Pero con el regreso de los islamistas al poder hace un año, todo apunta a una reedición de su primer régimen entre 1996 y 2001, con un abrupto deterioro de los derechos de la mujer en el país, que sumado a la grave crisis económica por las sanciones, ha supuesto que empresarias como Popalzai, de 35 años, vean peligrar su negocio.

“El poder de compra disminuyó, los costos de las materias primas y los materiales de empaque aumentaron”, dice a Efe la empresaria, que a pesar de todo está feliz de mantener a flote su negocio que da sustento a su familia y a humildes mujeres desplazadas internas.

Su empresa Khkola se estableció hace cuatro años en la provincia meridional de Kandahar para mantener a su familia de 15 miembros. Además cuenta con 15 empleadas y en la fábrica produce, entre otros, jabón, lavaplatos, y detergente para la ropa.

MUJERES

Para la activista afgana Nahid Noori, bajo el Gobierno talibán “las mujeres han perdido sus logros de los últimos veinte años, derechos de trabajo y educación”, dice a Efe.

Las mujeres alcanzaron importantes logros en las dos décadas pasadas, tomando roles activos en la sociedad. Llegaron a constituir el 37 % del Parlamento, entre el 30 % de los empleados del Gobierno, y dirigieron numerosas organizaciones nacionales e internacionales.

Con los talibanes esto “ha disminuido a casi cero, las adolescentes no han tenido acceso a la educación en los últimos 347 días y la mayoría de las mujeres con talento han estado obligadas a permanecer en el hogar”, apunta refiriéndose a las normas de los talibanes, muy restrictivas con las libertades de las mujeres.

Según la ONU, Afganistán “sigue siendo el único país del mundo donde las niñas tienen prohibido ir a la escuela secundaria”, una de las primeras medidas impuestas tras su regreso al poder.

SOSTÉN FAMILIAR

La historia empresarial de Popalzai comenzó tras ver los intentos de su marido por ganarse la vida y el fracaso pese al duro trabajo.

“Veía a mi esposo trabajar muy duro pero era incapaz de ganarse la vida, además iba envejeciendo, así que decidí dar un paso al frente y hacer lo mejor para mi familia, y ahora gracias a Dios puedo apoyar también a otras 15 familias”, cuenta.

Empezar de cero en una sociedad como la afgana no fue fácil para Popalzai, que sin instalaciones, transporte, o trabajadores, debía caminar durante horas para distribuir su producto a diferentes tiendas e hipermercados.

“Fue muy duro caminar por la ciudad para vender el producto, sin demanda en un inicio, sin contactos, pero sabía que mejoraría, finalmente tuvimos muchos pedidos de diferentes provincias, incluso más de las que podíamos producir”, asegura.

Khkola es especial, dice Popalzai, “porque incluye plantas naturales en la combinación del producto, para no dañar las manos al usar el champú, para lavarse las manos o lavar la ropa. Me hace feliz que incluso los extranjeros compren nuestros productos”.

LA CRISIS

Sin embargo, con las sanciones económicas y el fin de las ayudas, la situación de Afganistán no ha dejado de empeorar con la llegada de los talibanes, incapaces de impulsar la economía.

Ahora “ha disminuido el poder de compra y ha incrementado el costo de la materia prima, lo que genera muchos desafíos para nosotras”, explica.

Además anteriormente había incluso mercados para mujeres construidos por organizaciones internacionales, “pero dado que los talibanes controlan los mercados, estos establecimientos cerraron, y estamos pidiendo al gobierno talibán que los vuelva a abrir”.

Al igual que buena parte del país, Popalzai se pregunta por qué las organizaciones internacionales se alejaron del pueblo afgano con la llegada de los talibanes, que es cuando más las necesitan.

Para ella, “la comunidad internacional debería apoyar nuevamente a las empresarias afganas para mejorar el espíritu empresarial de las mujeres”, porque, defiende, “las afganas tienen talento y potencial para levantarse”.

Ella misma está dispuesta a esforzarse más y promete: “Si recibo apoyo financiero, suministraré producción en todo Afganistán, incluso para exportar al extranjero”.

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