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Nadal y Thiem se abrazan tras el pulso de cuartos en la central de Nueva York. STEVEN RYAN AFP.
Nueva York, Cuando el reloj ya supera las dos de la madrugada y los depósitos ya están vacíos, Dominic Thiem todavía tiene fuerzas para seguir reventando la pelota después de una ciclotímica noche que se prolonga durante 4h 49m y en la que puede pasar de todo: Rafael Nadal encaja un set en blanco, se repone y enfila la victoria, pero el austriaco no se rinde, rebate y guerrea hasta que en la foto-finishdel encuentro, injustísimo final fuera cual fuera el desenlace, envía larga una volea y definitivamente se inclina: 0-6, 6-4, 7-5, 6-7 y 7-6. El balear, entonces, ya tiene en la cartera el billete para las semifinales de Nueva York y lo primero que hace es darle un abrazo a su adversario. Es la foto.

De entrada, Nadal se encontró con un vendaval que se lo llevó por delante durante 25 minutos, los que empleó Thiem en cerrar un primer tramo tortuoso. El austriaco, kilos y kilos de pólvora en su derecha, salió de la bocana del vestuario con un plan muy definido y un saco de artillería pesada que fue distribuyendo palo a palo, por cada ángulo de la central. De derecha y de revés, en trance por instantes, infligió un castigo tremendo a un ritmo de vértigo, impidiendo a Nadal asimilarlo de un punto a otro. Pegó con la violencia que le caracteriza y dejó al número uno aturdido, porque solo así se le puede derribar, sin dejarle pensar ni reaccionar una sola milésima. De lo contrario, Nadal siempre replica.

Incandescente, Thiem puso la bola donde quiso en ese primer asalto y lo cerró con tres roturas, dejando un poso muy feo para el balear, que en sus 17 años de carrera profesional solo había encajado 15 sets en blanco, cuatro en los Grand Slams; el más reciente, el curso pasado en Miami, ante Philippe Kohlschreiber, y en los referido a los grandes, el último cero responde a 2015, contra Tomas Berdych en Melbourne; antes, contra Roger Federer (Wimbledon 2006) y Andy Roddick (US Open 2004). En las tres ocasiones perdió. Importante bofetada, pues, para arrancar una noche en la que el calor (30º y un 70% de humedad) volvió a dejarse notar en Nueva York, aunque en menor medida que la velada anterior, la que consumió a Federer en los octavos.

El chaleco, un experimento fallido

Como se había anticipado, Nadal echó mano del innovador chaleco de hielo para refrigerar su tren superior, pero le duró un suspiro, el par de veces que se lo puso durante el primer set. Le costaba ponérselo y tenía todavía más dificultades para retirárselo en el retorno a pista, así que decidió dejarlo rápido de lado. Superstición o no, la prenda no volvió a salir de la cámara.

Encorsetado, sin respuestas a la avalancha de Thiem, solo empezó a recuperar el tono cuando el porcentaje de servicios de su rival empezó a picar hacia abajo, porque el promedio previo era sencillamente insostenible. Aflojó lo mínimo el austriaco y entró con el cuchillo Nadal, en pie pese al sopapo del comienzo. Se exigía dar un paso adelante, ser menos contemporizador, y pudo hacerlo a duras penas porque la bola contraria es de las que hace temblar el cordaje y empuja hacia atrás. No obstante, se produjo un intercambio de golpes (break del español para 5-4 y respuesta inmediata) y después un ingenuo juego final por parte de Thiem, precipitado y atolondrado.

Nadal, con su chaleco, se refresca durante el partido de cuartos.
Nadal, con su chaleco, se refresca durante el partido de cuartos. ADAM HUNGER AP.

Una subida kamikaze y una derecha excesivamente cruzada, el marcador equilibrado y de repente un panorama completamente distinto. A Thiem le comenzó a entrar un cosquilleo por dentro y su derecha perdió algo de veneno, de modo que el Caravaggio inicial lleno de sombras fue difuminándose poco a poco y Nadal ganó luz. Ahora sí, empezó a encontrar esa velocidad intermedia que le gusta, a abrirle al revés al austriaco y a hacerle daño. Sin embargo, Thiem continuó tuteándole y arañó un break que al igual que en la manga anterior se llevó una contestación inmediata. Del 4-3 al 5-5. Es decir, con un juego arriba y sirviendo para sellar el set, el nueve del mundo perdonó. Indultó y reenergizó a Nadal, a gusto siempre en ese ejercicio de la cuerda floja porque nadie lo domina mejor que él.

Un alud: 74 golpes ganadores y 18 ‘aces’

Aunque estuvo impreciso, el mallorquín tiró una doble derecha paralela estupenda y remató su tercer set point para dar un vuelco a la historia en un chasquido de dedos. Con él por delante y tal y cómo se había desarrollado la noche, todo hacía pensar en una rendición de Thiem, pero este no se arrugó en ningún momento. Cada día mejor tenista, más entero y habiendo dado un salto físico y emocional, el austriaco (25 años) no se derritió pese a que le vinieron otra vez mal dadas. Se había puesto por delante de nuevo, break y 2-1, pero desperdició tres opciones para haber logrado una brecha considerable (lo que hubiera sido el 4-1) y Nadal le dio otra punzada anímica: 4-4 y de ahí a la muerte súbita. Digerido el impacto, se levantó, siguió remando y se la adjudicó (7-4).

En la recta final, Thiem escapó a una doble situación límite: dos opciones de rotura con 2-2 y tres más con 5-5. Sin embargo, en el último cuerpo a cuerpo se inclinó (7-5 en la muerte súbita) y el que continúa en pie es Nadal, el maestro de la supervivencia. Una vez más, Nadal en estado puro. ¿Se puede sobrevivir a un alud de 74 golpes ganadores, 18 aces y un set en blanco en contra nada más empezar, en el duelo más prolongado del torneo? Solo él tiene la respuesta. Solo él tiene ese manual.

RESULTADOS DE LOS CUARTOS

CUADRO MASCULINO: Rafael Nadal, 0-6, 6-4, 7-5, 6-7 y 7-6 a Dominic Thiem; Juan Martín del Potro, 6-7, 6-3, 7-6 y 6-2 a John Isner.

CUADRO FEMENINO: Serena Williams, 6-4 y 6-3 a Karolina Pliskova; Anastasija Sevastova, 6-2 y 6-3 a Sloane Stephens.

 

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