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Punta del Este (Uruguay), 7 may (EFE).- Un día empezó a sentir que su teléfono fallaba: las aplicaciones se caían y la mensajería no funcionaba. Tras sospechar, descubrió que su herramienta de trabajo estaba intervenida con un software de espionaje.

Así relata para Efe, la salvadoreña Julia Gavarrete, periodista de El Faro, sus dificultades para trabajar en un país donde el presidente Nayib Bukele dirige una campaña de “descalificaciones y estigmatizaciones constantes”, según denunció esta semana la Asociación de Periodistas de El Salvador.

Ella es una de las periodistas espiadas con Pegasus pero no la única. Solo en su redacción hay otros 21 casos confirmados. En total, la investigación llevada adelante por Access Now y Citizen Lab confirmó que 35 periodistas y activistas sufrieron ataques con este software entre julio de 2020 y noviembre de 2021.

Gavarrete pone estas cifras en contexto y explica que no existen precedentes de un dispositivo de espionaje tan masivo como el de El Salvador. “En otros países cinco casos generan una gran alarma”, ilustra.

“Es muy poco común ver que todo un medio está siendo blanco de ataques, sobre todo porque Pegasus es un programa muy caro”, explica mientras añade que, según los cálculos que tienen, las licencias para una operación de espionaje como esta ascienden a 2 millones de dólares.

Denuncia también que esto es la “punta del iceberg” pues los peritajes realizados solo identifican el software en los teléfonos Iphone, en los dispositivos con otros sistemas operativos “difícilmente” se puede confirmar si también están siendo atacados, resalta.

Si bien no pueden afirmar quién está detrás de estos ataques, Gavarrete no duda al señalar al gobierno de Bukele como responsable de esta situación.

Por una parte, la empresa israelí NSO Group, creadora del programa de espionaje, sostiene que solo vende la herramienta a gobiernos según lo señaló en un comunicado la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Por la otra, al cruzar los datos de los días en los que el software recabó datos de su teléfono con los temas que estaban cubriendo desde la redacción de El Faro, “las fechas calzaban perfectamente” con momentos en los que la agenda marcaba casos de irregularidades dentro del gobierno o negociaciones de Bukele con pandillas.

La periodista estuvo en Uruguay para participar de la Conferencia organizada por la Unesco por el Día Mundial de la Libertad de Prensa, donde expuso ante la comunidad internacional la situación que ella y otros compañeros están viviendo.

ASEDIO DIGITAL

El lema de las jornadas de Unesco “Periodismo bajo asedio digital” toma cuerpo en Gavarrete, quien vive en carne propia cada día estos ataques.

Aun así, la salvadoreña no pierde las ganas de seguir denunciando casos de violación de derechos humanos, abusos de poder y violencia de género.

A la periodista le apasiona investigar sobre el destino de los fondos públicos, pues entiende que su rol es de “contraloría y fiscalización del poder” al entender que el periodismo es un “puente de denuncia”.

“En países como El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras y México estamos atravesando un deterioro del periodismo a través de los ataques y la difamación”, afirma con convicción.

“Parece que los periodistas fuéramos el enemigo por estar haciendo nuestro trabajo” sentencia.

La confirmación sobre el origen de estos ataques no parece que vaya a concretarse pronto.

Hace poco más de un mes la Corte de Cuentas de la República (CCR) del país centroamericano se declaró “no competente” para investigar el posible uso de fondos estatales en la compra del software de espionaje Pegasus, según denunció la organización de derechos humanos Cristosal.

A pesar de todo, contar y escuchar historias es el combustible de Gavarrete para seguir adelante en esta profesión que ahora es más compleja, ya que ha tenido que tomar medidas de seguridad para proteger tanto a sus fuentes como a su familia y a ella misma.

Por Jacinta Rivera Trobo

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