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Manizales (Colombia), 8 ene (EFE).- El diestro peruano Andrés Roca Rey se llevó los únicos honores al cortar tres orejas de una desapacible cuarta de abono de la 67 Feria de Manizales en la que los toros de Juan Bernardo Caicedo fueron mansos y descastados.

El colombiano Luis Miguel Castrillón y el español Juan Ortega se marcharon en blanco, pese a la voluntad de ambos diestros por agradar.

FICHA DE LA CORRIDA

Seis toros de Juan Bernardo Caicedo bien presentados en general y mansos, sin excepción.

Luis Miguel Castrillón, marfil y oro. Espada atravesada y dos intentos de descabello. Silencio tras aviso. Tres pinchazos y silencio luego de aviso.

Juan Ortega, verde botella y azabache. Pinchazo y estocada, palmas. Pinchazo y entera, silencio después de aviso.

Andrés Roca Rey, blanco y oro. Entera y dos orejas. Espada entera y oreja.

TÉCNICA ANTE LA MANSEDUMBRE DE LOS ASTADOS

Solo la técnica y la voluntad de Andrés Roca Rey sobrevivieron a una tarde de mansedumbre en la cuarta de abono de la 67 Feria de Manizales.

El peruano se las arregló para relegar la falta de raza de los toros de Juan Bernardo Caicedo, con el poder y el mando en terrenos de los que se hizo amo y señor.

Igual sucedió en el tercero, con un toro con algo de entrega, que en el sexto, huidizo siempre. Lo demás fue para olvidar, sin dejar de reconocer la categoría que por momentos exhibió Juan Ortega y el pundonor del local Castrillón que, en todo caso, sirvieron de poco.

Y es que desde el inicio de la tarde el camino fue torcido. Así, resultó poco prometedor el primero de la corrida, solo lámina, mientras le escaseaba por dentro todo lo bueno. Sin éxito, Luis Miguel Castrillón trató de empujar ese carro.

También escaso de fuerza, como su hermano primero, fue el segundo. Solo que encontró a un Juan Ortega hecho perseverancia y disposición.

Allí, en medio de las deficiencias y con la máxima optimización del recurso que no era otra que alguna calidad del ejemplar, el torero de Triana recibió las gracias de una plaza que entendió su esfuerzo y guardó en sus alforjas cuatro verónicas y un ramillete de naturales.

En el tercero, Andrés Roca Rey se las ingenió para cortar dos orejas en faena hecha casi exclusivamente desde su orilla. Porque si bien el ejemplar de Caicedo fue noble, tampoco transmitió nada y el peruano se vio obligado a trabajar doble.

Quien no tuvo al menos esa opción fue el torero de Medellín, Luis Miguel Castrillón. La excesiva violencia primó en el toro a lo largo de toda la lidia. Frente a esa nula entrega hubo un hombre con decisión al que luego se le alargó el viacrucis por culpa de los yerros con la espada.

Manso también en su anónimo paso por la arena anduvo el quinto, al que Juan Ortega le entabló persecución para que diera pelea, sin efecto alguno. Silencio para el diestro andaluz y pitos al toro.

El del cierre estuvo en la misma tónica de quienes le antecedieron: suelto por el mundo, lo que obligó a Roca Rey a sacar su manual de rescate para mantener al toro en su jurisdicción. La gente se puso de su lado y olvidó por momentos la mansedumbre del ejemplar para elegir la bravura del torero. Oreja.

Víctor Diusabá Rojas

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