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Manila, 6 may (EFE).- Rodrigo Duterte abandonará la presidencia de Filipinas el 30 de junio, tras un tumultuoso mandato de seis años y después de que su sucesor sea elegido en las urnas el próximo lunes, pero esta nueva dinastía política aspira a mantenerse en el poder de la mano de su hija Sara Duterte- Carpio, favorita para ganar las elecciones a la vicepresidencia del país.

La heredera del clan Duterte, de 43 años, acaricia la vicepresidencia, según las encuestas, que también colocan en cabeza (las elecciones a presidente y vicepresidente son independientes) a su compañero de candidatura a la presidencia, Ferdinand “Bongbong” Marcos, el hijo del fallecido dictador.

Sin embargo, este puesto que consolidaría el salto de la dinastía Duterte de su feudo local en la ciudad de Davao a la política nacional, no parece del gusto del patriarca, que soñaba con que su hija le sucediera en el palacio de Malacañang, pese a haber dicho en una de sus diatribas machistas que la presidencia del país no es un cargo apto para las mujeres.

La supuesta debilidad femenina no parecía incluir a Duterte- Carpio , reservista del Ejército que, según su padre, siempre lleva una pistola y que alcanzó la fama nacional hace diez años, cuando propinó cuatro puñetazos a un funcionario judicial para detener la demolición de un poblado de chabolas en Davao.

Aunque este episodio generó controversia y terminó pidiendo disculpas por él, supuso para ella un salto mediático del que no reniega del todo y que ha incluido en su perfil oficial de candidatura a la vicepresidencia, consciente de que la imagen de líder fuerte y por momentos violento que su propio padre proyecta atrae a buena parte del electorado.

“Es una mujer, pero da patadas, puñetazos y tortas. ¿Quieren una presidenta así?, preguntó Duterte en 2017, cuando apenas había empezado su mandato presidencial (2016-2022), pero ya barruntaba la idea de que su hija perpetuara a su dinastía en el poder.

Así fue en la ciudad de Davao, la más importante del sur del país, donde Sara Duterte reemplazó a su padre en la alcaldía cuando éste alcanzó la jefatura de Estado, pero esta vez la primogénita del presidente, con el que mantiene una relación leal pero distante, tenía otros planes.

DESACUERDO CON SU PADRE

Durante meses, la todavía alcaldesa de Davao pareció juguetear con la opción de luchar por la presidencia, mientras veía cómo los sondeos de opinión la colocaban como la candidata favorita en las encuestas, pero el pasado otoño ignoró el clamor popular y decidió a última hora aliarse con los Marcos para conformarse con una carrera por la vicepresidencia.

A Carpio-Duterte no pareció importarle el obvio enfado de su padre, que a falta de tres días para las elecciones no ha apoyado en público la candidatura conjunta y ha denigrado a Bongbong Marcos, acusándolo de líder débil y de cocainómano.

La frialdad del padre tampoco afecta a su carrera electoral, en la que, al igual que su compañero de candidatura, se ha mostrado esquiva, eludiendo participar en los debates y entrevistas difíciles y cimentando su campaña en la propaganda de las redes sociales y en baños de masas con sus fieles.

Aunque aprovecha la popularidad de su apellido, Duterte-Carpio ha combinado la dureza marca de la casa con muestras de debilidad impensables en su padre, como cuando confesó su devastación tras el aborto involuntario de dos de los trillizos que esperaba o cuando contó haber sido víctima de una violación.

Rodrigo Duterte quitó credibilidad al episodio al llamarla “drama queen” y decir que era imposible que la violaran porque va armada, en la línea de sus habituales comentarios machistas que celebra buena parte de su electorado y que ella ha evitado criticar en público.

Madre de tres hijos y casada con un conocido abogado (ella también es letrada de formación), Carpio-Duterte además ha tratado de atraer a un nuevo tipo de votante acercándose a la comunidad LGTBI, aunque su éxito parece muy limitado.

En marzo afirmó que se sentía de alguna forma parte de ella porque a veces tiene una identidad masculina dentro de una sexualidad de mujer, una confesión alambicada que el colectivo rechazó por considerarla “un disfraz” para ganar popularidad.

GUERRA CONTRA LAS DROGAS

A pesar de estos gestos que la diferencian de su padre, de su rechazo a seguir los designios marcados por su progenitor y de haber reconocido la relación fría que mantienen desde que él se separó de su madre (“no hablamos entre nosotros, pero no estamos enfadados”, dijo una vez), los analistas dan por hecho que aprovecharía su posición de poder para ayudarle.

La vida fuera de la presidencia puede ser difícil para Rodrigo Duterte, a quien se le puede volver en contra la sangrienta guerra contra las drogas que oficialmente ha costado la vida a unos 6.200 traficantes o drogadictos, aunque organizaciones pro derechos humanos estiman que entre 27.000 y 30.000 personas han sido ejecutadas por las fuerzas de seguridad.

Investigaciones dentro del país amenazan con salpicarle por el asunto, mientras que la Corte Penal Internacional ha anunciado que investigará a su gobierno por crímenes de lesa humanidad, una labor que se presume más difícil de realizar si Sara Duterte-Carpio es vicepresidenta del país.

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