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The Big Bang Theory nunca ha sido santo de mi devoción. Vaya eso por delante. Su humor repetitivo, personajes paródicamente raritos y estructura cómica tradicional nunca me cautivó. Pero eso no importa a nadie. Lo relevante es que esta sitcom sobre amigos científicos es un fenómeno global que no se puede equiparar con ningún otro de su generación. El triunfo de esta serie en abierto quizás jamás se repita en el fragmentado panorama televisivo actual.

Pese a la resistencia empresarial, el final llega precipitado por la salida de Jim Parsons. El famoso Sheldon Cooper quiere pasar página, aunque seguirá beneficiándose de la franquicia con su crédito como productor y narrador del spin-off El joven Sheldon. Y Lorre decidió que Big Bang no tenía sentido sin él, pero la cadena se resistió. Aunque los intérpretes principales ya cobran casi un millón por capítulo (con 22 episodios anuales), los productores intentaron camelarlo con subidas de sueldo, muestra de que la cadena no puede permitirse perder su serie más exitosa ni dejar pasar a sus actores y personajes más ilustres. Intérpretes como Mayim Bialik ya han acudido a las redes para hablar del pesar que supone el fin, allanando el camino para una propuesta de continuación sin Sheldon, por mucho que esto suene al fracaso de Joey. Quizás creativamente no sea ideal, pero hace tiempo que la franquicia es mucho más que guion. Big Bang seguirá, incluso sin el Big Bang.
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