Publicidad

Roma, 9 may (EFE).- Cuando el año pasado los Maneskin endosaron a Italia el deber de organizar la siguiente edición de Eurovisión, un total de 17 ciudades presentaron enseguida su candidatura, mostrando un interés inédito. La ganadora fue la idílica Turín, “perfecta” por sus infraestructuras y posición para convertirse en una nueva capital eurovisiva.

“Hicimos un amplio trabajo de selección, con un entusiasmo y una dedicación importante. Nunca antes en la historia de Eurovisión 17 ciudades de un país se habían postulado para acoger el certamen”, reconoció el productor ejecutivo de la RAI, Claudio Fasulo, en un encuentro con la Asociación de la Prensa Extranjera en Roma.

Todo empezó aquella noche del 22 de mayo de 2021, cuando Maneskin, un cuarteto de rock romano convertido luego en fenómeno mundial, se hizo con el codiciado Micrófono de Cristal en Róterdam. Y ya desde aquel preciso instante Italia se puso manos a la obra.

El trabajo ha sido frenético, pero todo está listo para celebrar esta jornada eurovisiva: las dos semifinales de mañana, martes, y del jueves y la Gran Final del sábado 14 de mayo.

UNA DIFÍCIL ELECCIÓN

El primer reto fue elegir la ciudad de entre aquel largo listado de candidatas, del que quedaron cinco finalistas: la cosmopolita Milán; Bolonia, capital universitaria; la histórica Pésaro; la festiva Rímini y Turín, ciudad de postal a los pies de los Alpes.

Los productores de la RAI las recorrieron todas el pasado agosto, constatando ganas y un enorme clima de colaboración en todas.

Pero la capital piamontesa enseguida se llevó la palma. Para empezar, Turín cuenta con útiles instalaciones ya construidas heredadas de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2006, un hito en su historia que contribuyó a impulsar la ciudad moderna que es hoy.

Es el caso del Pala Olímpico, un enorme pabellón para los partidos de hockey sobre hielo que, con sus 34.000 metros cuadrados y una capacidad de 14.350 asientos, es idóneo para acoger las actuaciones de los cuarenta artistas que llegarán a la competición.

Además cumple con los otros dos requisitos “sine qua non”, la presencia de un aeropuerto cercano -el de Caselle está a 15 kilómetros del centro turinés- y una amplia oferta hotelera, que estos días hace su agosto con precios por las nubes.

Y, por si esto fuera poco, la ciudad tiene un centro de producción de la RAI, que vendrá de perlas a los organizadores.

UNA CAPITAL EUROVISIVA

Italia suma así una nueva capital eurovisiva a la historia de un certamen que ya acogió en otras dos ocasiones: Nápoles (sur) en 1965 y en 1991 los estudios de Cinecittà de Roma.

Turín, la ciudad de la icónica Mole Antonelliana y del río Po, antigua capital de la Italia unificada, se convertirá en un escenario al aire libre con varios espacios dedicados al certamen.

En el Parco del Valentino, en el barrio de San Salvario, a orillas del río, se ha levantado el “Eurovision Village”, un espacio en el personas de medio mundo podrán disfrutar de más de cuarenta horas de conciertos así como de debates y conferencias sobre actualidad.

Para la apertura por todo lo alto, con todos los artistas pasando anoche por la “alfombra turquesa”, se eligieron los impresionantes salones y jardines de la Venaria Reale, el palacio de los Saboya.

GARANTIZAR LA SEGURIDAD

La edición turinesa supondrá el regreso en todo su esplendor de este concurso, después de que la pandemia de coronavirus obligara a cancelarlo en 2020 y permitiera su vuelta el pasado año en Róterdam aunque con un aforo todavía reducido.

Afortunadamente, el Pala Olímpico de Turín podrá llenar su aforo, aunque el público deberá llevar en todo momento la mascarilla FFP2 y se requerirá un test con resultado negativo.

Para ello en el estadio se ha abierto un centro en el que se harán unas 1.200 pruebas cada día, especialmente entre los periodistas acreditados, unos 500 presencialmente (mientras que otros 1.000 seguirán el evento de forma telemática).

Gonzalo Sánchez

Publicidad