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Bojayá, Colombia, 10 de mayo de 2024 – En Bojayá, un pueblo profundamente marcado por las secuelas de un violento conflicto y situado en el corazón de la selva colombiana, un grupo de mujeres afrocolombianas e indígenas ha asumido la misión de ser “voces de resistencia”. Desde hace cinco años, estas mujeres se dedican a enseñar a los niños las tradiciones culturales que la modernidad tecnológica amenaza con borrar.

La tragedia que golpeó a Bojayá el 2 de mayo de 2002, cuando un cilindro bomba lanzado por las FARC impactó en la iglesia donde se refugiaba la comunidad durante un enfrentamiento con paramilitares, dejó un saldo devastador de casi cien muertos. Este evento transformó irrevocablemente la vida del pueblo. Sin embargo, en las ruinas de ese mismo templo, un grupo de valientes mujeres encontró el escenario para sembrar esperanza y educación.

Lideradas por María Eugenia Velásquez, conocida cariñosamente como ‘Mayito’, estas mujeres han formado grupos de niños, llamados ‘semilleros’, que oscilan entre los ocho y catorce años. En localidades como Pogue y Bellavista, donde conviven comunidades indígenas y afrodescendientes, los semilleros aprenden sobre cantos tradicionales, juegos infantiles y el uso de plantas medicinales, elementos todos vitales de su herencia cultural.

Durante la conmemoración del 22º aniversario de la masacre, los semilleros demostraron su aprendizaje y su resiliencia. Corriendo entre las ruinas bajo la lluvia típica de la región, los niños mostraron no solo su energía y alegría, sino también un profundo respeto por su historia y cultura. Muchos de ellos llevaban camisetas que proclamaban su identidad como ‘semilleros’, una palabra que para ellos significa mucho más que el título de un grupo; es un compromiso con su pasado y su futuro.

La Institución Educativa Cesar Conto en Bellavista ha incorporado el cultivo de plantas medicinales como parte de su currículo, reflejando la importancia de estas prácticas tradicionales para la comunidad, especialmente cuando el acceso a la atención médica convencional es limitado y distante.

Jimmy Murillo, un joven miembro de los semilleros, expresó su gratitud hacia las mujeres que lideran este proyecto y su deseo de perpetuar estas enseñanzas. “Quiero seguir aprendiendo para, más adelante, poder formar a otros semilleros y seguir enseñando a los niños”, dijo Murillo, reflejando el espíritu de continuidad que motiva a estas comunidades.

Este proyecto, sin embargo, enfrenta desafíos significativos, principalmente la falta de financiación para expandir su alcance a otras comunidades dentro de Bojayá. A pesar de estos obstáculos, las mujeres de Bojayá están determinadas a continuar su labor, asegurando que las próximas generaciones no solo recuerden las tragedias del pasado, sino que también celebren y preserven la rica tapestria cultural que define su identidad.

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