Tras meses de tensión y dudas en el horizonte comercial norteamericano, Estados Unidos ha cerrado este domingo, sobre la bocina, un acuerdo con Canadá para sumar a su vecino del norte al pacto sellado hace un mes con México y así poder reeditar el tratado que regula desde 1994 los intercambios entre los tres países. La fumata blanca llegó tras un fin de semana frenético en el que ambas partes apuraron hasta el último minuto del plazo fijado por Washington para evitar un fracaso que habría trastocado los estrechos vínculos entre tres de las economías más interconectadas del planeta.
Se salva, así, un texto que permite el comercio anual sin barreras de bienes y servicios valorados en 1,2 billones de dólares y que ha multiplicado por cuatro los intercambios desde su entrada en vigor hace casi un cuarto de siglo. El acuerdo queda ahora pendiente del visto bueno de los congresistas y senadores de los tres países firmantes. Sin embargo, el peso mexicano y, sobre todo, el dólar canadiense reaccionaron con subidas a la noticia del pacto entre los Ejecutivos.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que pendió durante meses de un hilo que Trump amenazó con cortar en repetidas ocasiones, saldrá adelante rebautizado pero con sus tres socios en el barco y con cambios que no se presumen disruptivos. El acuerdo permite, además, a Donald Trump vender un primer pacto internacional de calado a poco más de un mes vista de las elecciones legislativas de mitad de mandato y consolidar la relación con dos de sus aliados tradicionales en plena guerra comercial con China. Abierta -por la voluntad del propio presidente- la caja de los truenos con dos rondas de aranceles sobre el gigante asiático, la primera potencial mundial necesita aliados en su pulso con el gigante asiático.
Trump y Enrique Peña Nieto pactaron hace justo un mes un texto con la idea de incluir a Canadá -como finalmente ha sucedido- para actualizar el acuerdo firmado hace casi un cuarto de siglo. El país latinoamericano respiró, entonces, aliviado: el 80% de sus exportaciones tendrían un paraguas legal para los próximos años. Pero faltaba algo deseable al sur del río Bravo y necesario a ojos de los legisladores en Washington, que reniegan de cualquier acuerdo que no incluyese a su vecino del norte: que Canadá aceptase el trato y se sumase al pacto. Hoy quien respira aliviada es Canadá. Para su primer ministro, encontronazos al margen con Trump y los suyos, era importante cerrar esta cuestión lo antes posible por una razón de dependencia comercial -el 76% de sus exportaciones va a parar a EE UU- y el 1,5% a México, su quinto mayor socio comercial. El riesgo era, no obstante, mucho mayor en el caso mexicano, que contaba con menores alternativas a EE UU.
El acuerdo marco, de momento, no va a evitar que EE UU siga aplicando los aranceles que a comienzos del verano entraron en vigor contra las importaciones de acero y aluminio, del 25% y el 10% respectivamente. Canadá espera que las conversaciones continúen, para que se levanten cuando se firme el nuevo tratado trilateral dentro de dos meses. Ottawa si recibe la garantía de Washington de que no va a imponer aranceles a las importaciones de coches y sus componentes, como amenazó Trump.
Washington puso como fecha límite este 1 de octubre para resolver las diferencias y evitar la vía bilateral. Reflejo de la tensión, la ministra canadiense abandonó el sábado Nueva York, donde tenía previsto intervenir ante el plenario de la Asamblea General, para dedicarse de lleno a cerrar los últimos flecos. El embajador David MacNaughton también fue llamado a Ottawa. Freeland trató de mostrar que estaba en control del reloj, diciendo que iban a negociar el tiempo que fuera necesario. Esa posición de fuerza llevó al presidente de EE UU a expresar el jueves su frustración con la negociadora jefa canadiense, a la que llamó intransigente. Pese a las enormes diferencias, se dieron 48 horas más de plazo antes de publicar el borrador del pacto con México.
Las amenazas de Trump de ir por la vía bilateral se toparon con la oposición frontal de los grupos que representan a las empresas, de los sindicatos y de legisladores demócratas y republicanos. Presionaron hasta el último momento para que el tratado se preservará como trilateral. Además, existían serias dudas sobre si el acuerdo con México tendría validez caso de que Canadá finalmente rehusase incorporarse, porque el mandato de negociación era a tres bandas. El acuerdo, en todo caso, debe ser ratificado por el Congreso de EE UU para que entre en vigor. Un giro a la izquierda en las elecciones legislativas de noviembre podría plantear algún obstáculo para Trump.
La negociación, que se ha prolongado durante algo más de un año, se ha caracterizado por la confusión y los continuos ataques de Trump a sus socios norteamericanos, a los que ha acusado de deslealtad y de minar los empleos en el sector manufacturero estadounidense, una de sus principales banderas en la campaña electoral de 2016 que desembocó en su victoria. Aquel 8 de noviembre de 2016, México y Canadá se echaron a temblar. Poco menos de dos años después, el horizonte comercial luce mucho más despejado.