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Jartum/Saná, 21 abr (EFE).- Durante prácticamente todo el mes de ramadán Sudán y Yemen han sido algunos de los países que han vivido este periodo sagrado que termina hoy con grandes perspectivas de un presente y futuro mejor. Pero el conflicto que comenzó en Jartum provocando una de las peores crisis del país africano en su historia reciente y la mortal estampida en Saná han hecho que ambos caigan de nuevo al infierno.

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A principios de abril, el Consejo Soberano y el componente civil sudanés tenían las fechas fijadas para la firma del acuerdo definitivo que le llevaría a dejar atrás el capítulo del golpe de Estado militar de 2021, elaborar una Constitución nueva y formar un nuevo Gobierno. Pero todo quedó en papel mojado en pólvora cuando el pasado día 15 se enfrentaron en violentos choques el Ejército sudanés y el poderoso grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).

EFE/EPA/STRINGER

Aunque todo parecía hacer presagiar algún incidente, nadie se esperaba el nivel de violencia que ha dejado al menos 413 muertos y 3.551 heridos desde el estallido del conflicto, según el recuento de hoy de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

UN AÍD APAGADO

En Jartum, los vecinos han buscado que no se pierdan algunas de las costumbres que marcan el primer día del Aíd al Fitr, que pone fin al Ramadán, según ha constatado EFE en la capital sudanesa.

Pero en los barrios residenciales sólo se han limitado a intercambiar felicitaciones y algunos distribuían dulces, mientras muchas personas no pudieron salir de sus casas hacia otros barrios por temor a resultar heridos por balas o metrallas de misiles, además del cierre de los nueve puentes que unen las tres ciudades de la capital, Jartum, Jartum Norte y Um Durman.

En general, los sentimientos de gran parte de la población de Jartum se mezclaron entre la alegría por las fiestas y la tristeza por la situación en la capital y la pérdida de algunos seres queridos que resultaron muertos o heridos a causa de los enfrentamientos.

De hecho, algunos hogares se han convertido en un escenario de lágrimas por los seres queridos muertos.

Hoy ha sido el funeral de Um Kalthum, la esposa del ministro de Juventud y Deportes, Haj Mayed Suar, fallecida la pasada madrugada al impactar un misil en el techo de su habitación en el barrio de Al Mamura, en el este de Jartum.

“Perdí a mi hermana mayor, que estaba en el lugar de mi madre, que murió antes…Es un día triste y negro en la vida de nuestra familia”, aseguró a EFE el hermano de Um Kalthum mientras lloraba en el funeral.

Desde el puerto terrestre en el sur de Jartum -por el cual viajan los ciudadanos hacia los estados del este, oeste y sur- Suad Ahmed, una mujer embarazada, dijo a EFE que se ha visto obligada a viajar al estado de Gezira, adyacente a Jartum y en el centro del país, porque está embarazada y le quedan 72 horas para dar a luz.

“La situación en el estado de Gezira es más segura y estable, y los hospitales en los estados están funcionando bien, al contrario de Jartum, donde los servicios de salud se han deteriorado y es posible que no puedas llegar al hospital”, señaló.

DOS CARAS DE UNA MONEDA

En Yemen se ha podido ver este mes las dos caras de una moneda: un intercambio de más de mil prisioneros de guerra en varios días para reunirlos con sus familiares para el Aíd, pero también una estampida que dejó ayer, jueves, al menos 78 muertos en Saná en uno de los sucesos más mortales no relacionados con la guerra que vive el país desde 2014.

La estampida comenzó cuando hombres armados pegaron tiros al aire para dispersar a una multitud que se concentraba para recoger un cheque equivalente a unos ocho dólares en un colegio antes del Aíd, contaron testigos a EFE.

Ante el pánico por los tiros, los ciudadanos salieron por la estrecha puerta provocando la marabunta que dejó esta tragedia en un país que vive la peor catástrofe humanitaria del planeta.

Sin embargo, la esperanza de este año puede ganar a la tragedia.

Nabil Ali, de 29 años y procede de la ciudad costera de Al Hudeida, es uno que piensa así: “Más personas regresan a sus barrios porque se sienten más seguras después de un largo periodo de calma. El miedo ya no prevalece y se puede ver con el número de personas que está celebrando el Aíd”.

Al Nur al Zaki y Jaled Abdalá

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