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Londres, 18 abr (EFE).- El brasileño Rodrygo Goes parece empeñado en que su nombre aparezca marcado en oro en los libros de gestas europeas del Real Madrid, con dos nuevos goles en un partido de la fase decisiva de la temporada.

EFE/EPA/TOLGA AKMEN

El gol que convirtió tras haberlo gestado él mismo con la colaboración de una entrada a destiempo del central Chalobah, a los 58 minutos de la vuelta de los cuartos de final de Liga de Campeones, dio la puntilla a un Chelsea bullicioso pero muy romo.

Tras haber sido ya en el primer tiempo uno de los más incisivos de su equipo, su cabalgada por la banda derecha acabó en el otro costado del campo, donde Vinicius tuvo la gentileza y la sangre fría de devolverle a su compatriota la pelota para que acabase lo que había comenzado.

Apenas veinte minutos después, otra gran combinación blanca ante un Chelsea descosido acabó de nuevo en la parte izquierda del área “blue”, donde esa vez fue Valverde quien regaló el gol a Rodrygo.

El brasileño tuvo tanto tiempo para degustarlo y saborearlo que por poco no aparece Kepa para frustrar un gol que no se podía fallar.

Ancelotti no quiso esperar más y en breve le concedió el homenaje que merecía. Para entonces en Stamford Bridge ya solo se escuchaba a la animosa afición madridista, que se deshizo en gritos de “Rodrygo, Rodrygo” antes de que el jugador entrase en el banquillo.

El propio Carletto, figura con un enorme ascendente sobre sus jugadores, le dedicó un paternal beso en una mejilla y un prolongado abrazo con el que reconoció el partido de su delantero.

Con cada temporada, Rodrygo parece dar un paso más hacia el estrellato, pese a tener la incómoda sombra de sus dos acompañantes en la punta del ataque blanco, Vinicius y Benzema. De paso, además, parece haber zanjado el debate sobre cuál es el tridente ofensivo sin discusión del Real Madrid.

Y lo hace gracias en buena medida a sus actuaciones estelares en los momentos de la verdad, cuando la carretera se pone cuesta arriba y a muchos se les niebla el entendimiento conforme se acercan a la portería.

Con los tantos de este martes son ya 15 los que Rodrygo ha metido en la mayor competición del fútbol continental.

Esta temporada ha hecho ya cinco, los mismos que en la 21/22. No tan lejos queda su estreno en la Liga de Campeones, el 6 de noviembre de 2019, cuando ajustició al Galatasaray en la primera fase de la competición.

Su rol y su influencia en el equipo desde entonces no han dejado de crecer. Importancia capital en ese crecimiento tuvo su desempeño en los partidos determinantes de la última “Orejona” blanca, la de la temporada pasada.

Entonces parecía todavía un hombre destinado a revolucionar los partidos desde el banquillo. Sus dos goles ante el Manchester City en el tiempo añadido de la vuelta de las semifinales, cuando todo parecía perdido para el Real Madrid, forman parte del patrimonio histórico del madridismo, así como el que hizo precisamente frente al Chelsea en los cuartos de final.

Ha pasado un año y Rodrygo sigue siendo decisivo, pero cada vez es menos un “revulsivo de lujo”. A sus 22 años, su crecimiento, ligado al de Vinicius, permite soñar al madridismo con nuevas noches de gloria europeas.

Enrique Rubio

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