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 La sede del encuentro, en un extremo de la ciudad que da al río de la Plata, está vallada y custodiada por miles de policías dispuestos en tres anillos de seguridad. Argentina ha movilizado a 20.000 agentes, a los que se les suman otros 5.000 de los servicios de protección de los mandatarios internacionales.

El G20 supone un reto para todos los países que lo organizan, pero el Gobierno de Mauricio Macri ha paralizado Buenos Aires. Declaró festivo el viernes, primer día del encuentro, y aconsejó a los habitantes de la capital argentina “irse de la ciudad”. Los que se queden tendrán casi imposible moverse a partir de medianoche.

Todas las líneas de metro y de tren metropolitanas permanecerán suspendidas, el aeropuerto de vuelos domésticos y regionales cerrará al público para uso reservado de las delegaciones internacionales y la principal terminal de barcos tampoco estará operativa.

Los autobuses podrán circular, pero más de la mitad de las rutas se verán restringidas o desviadas para esquivar las áreas vetadas a toda persona no acreditada.

Argentina ha blindado el espacio aéreo en un perímetro de 460 kilómetros alrededor de Buenos Aires, mientras que los principales líderes mundiales, como Donald Trump, han desplegado su propia seguridad, algo habitual en estas citas.

Desde hace días pueden verse aeronaves militares estadounidenses en varios aeropuertos del país, a la espera de la llegada del mandatario, prevista entre la noche del jueves y la madrugada del viernes. Trump se desplazará por las calles de la ciudad en el mismo vehículo blindado antiexplosivos que usó Barack Obama en su visita a la capital argentina, en 2016.

Activistas contra el G20 exhiben un globo con la imagen de un bebé Trump frente al Congreso argentino.
Activistas contra el G20 exhiben un globo con la imagen de un bebé Trump frente al Congreso argentino. REUTERS

Uno de los máximos desafíos para los anfitriones de la cumbre es la manifestación convocada para mañana por el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y decenas de organizaciones sociales y de derechos humanos. Bajo el lema “No al G20, Abajo el acuerdo Macri-FMI, Fuera Trump y demás líderes imperialistas” marcharán por la avenida de Mayo, la más emblemática de Buenos Aires, hacia el Congreso argentino.

No será una manifestación más. En Buenos Aires hay cortes de calles diarios y cada año se registran numerosas protestas multitudinarias. Pero las cumbres del G20 suelen estar marcadas por violentos enfrentamientos entre policías y activistas antiglobalización. En Hamburgo, la sede anterior, se registraron cientos de heridos. Los manifestantes no impidieron la cumbre, pero sí algunas de las reuniones bilaterales previstas, como la de Macri y su homólogo francés, Emmanuel Macron.

En la capital argentina, la marcha se realizará a unos siete kilómetros de Costa Salguero, el centro que alberga la reunión internacional. El Ministerio de Seguridad ya ha advertido que reaccionará de forma inmediata ante el primer incidente.

Marca distancias así del comportamiento de las fuerzas de seguridad en protestas locales previas, en las que la policía permaneció pasiva durante un largo rato frente a piedras y otros objetos lanzados por algunos manifestantes antes de reprimir con dureza.

Macri quiere que la cumbre sea un escaparate internacional de Argentina y que aleje las miradas de la crisis económica que vive el país. “Estamos a punto de empezar esta maratón que va a durar casi cuatro días, recibiendo a los líderes más importantes del mundo”, dijo el presidente en un mensaje difundido este jueves por las redes sociales.

“Esperamos que se lleven una buena impresión, que les abra aún más el interés por participar junto a nosotros en este proceso de crecimiento”, continuó. Cualquier problema grave en la organización del evento echaría a perder ese objetivo.

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