Publicidad

Berlín, 23 feb (EFE).- El cineasta argentino Francisco Lezama aspira a un Oso en la Berlinale con su filme “Un movimiento extraño”, una “suerte de comedia de enredos triste” sobre la crisis económica en Argentina, con la que, además, rechaza el prejuicio muy extendido del cortometraje como “género de entrenamiento”.

En entrevista con EFE, el realizador explica que en su corto, que sitúa en 2019 en Buenos Aires, quería abordar lo que él sentía que era una crisis económica en Argentina, “atravesada por el ahorro en dólares”.

Quería registrar eso en “una suerte de comedia de enredos triste” que, agrega, siente que es un poco lo que pasa en su país con la política y sobre todo con la economía.

En este sentido, desarrolló un guión que tratara sobre un personaje que es una guardia de seguridad que logra con un péndulo improvisado ver que el dólar va a subir.

Entonces se hace despedir de su trabajo para conseguir una indemnización, que es la única manera en la que una persona trabajadora puede conseguir un resto para ahorrar.

Con este resto compra dólares y empieza a vivir una vida distinta a la que tendría si no los hubiera comprado.

La protagonista empieza a fantasear con un “arbolito”, jóvenes en las avenidas turísticas que cambian dólares-, de manera que la historia habla de dos personajes que aparentemente tienen un vínculo, pero no lo tienen, porque se trata de una chica con dólares y un chico sin dólares.

Quería hacer una “comedia romántica deconstruida” basándose en esta idea de que hay dos tipos de argentinos, los de clase media y media alta, que tienen un resto de su sueldo para pasar a dólares, y “entonces se salvan y viven en una fantasía egoísta que tiene que ver con que desean que el dólar aumente”, mientras que la clase baja no puede, se drena.

Y entonces sucede “una suerte de gran decadencia de todas las clases”, tanto de los que se creen que se salvan solos, como de los que están realmente sufriendo la crisis en primera persona, que son las clases bajas.

Lezama, que no se sentía con ganas de hacer un largometraje sobre este asunto por parecerle un poco deprimente, dice, defiende el formato del cortometraje ante el prejuicio de que se trata de “un género de estudiantina”, como “de entrenamiento”, es decir “de prelenguaje”, un lenguaje inferior al largometraje.

En este sentido, expresó su preocupación por el hecho de que los cortometrajes no se distribuyan al no monetarizarse y que al no distribuirse, no se ven, y que al no verse, se prejuzgan.

Como cineasta, señala, uno es vanidoso -“la vanidad linda del artista, que es la de darte lo mejor que puede y recibir, si se puede, algún tipo de cariño”,- y nunca va a querer mostrar algo mal hecho, ya sea más o menos corto o largo.

Otro de los cortos aspirante a Oso es el filme chileno sin diálogos “Al sol, lejos del centro”, de Luciana Merino y Pascal Viveros, que se sitúa en Santiago en el resplandeciente calor del verano.

Las imágenes de alta resolución sometidas a un proceso de zoom digital transforma los espacios en superficies y las casas en texturas, y en medio, se observan pequeños gestos de la vida urbana cotidiana, mientras dos mujeres buscan un lugar para su amor.

Elena Garuz

Publicidad