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El influyente sacerdote Fernando Karadima estaba en el origen de todo. El religioso ya había sido condenado por la justicia canónica en 2011 por repetidos abusos a menores, pero hombres de la extrema confianza del Papa, como el Obispo Juan Barros, le encubrieron durante años. Durante años, fue el ejemplo más claro de cómo la Iglesia prefería mirar hacia otro lado y encubrir su podredumbre a tomar medidas reales más allá de los grandilocuentes anuncios de tolerenacia cero. Hoy se cierra un penoso círculo de escándalos que explotó definitivamente con la visita del Pontífice a Chile y que ha provocado la dimisión de toda la cúpula eclesial de ese país y la expulsión del sacerdocio del propio Karadima, conocida esta misma tarde. “El Santo Padre ha tomado esta decisión excepcional en conciencia y por el bien de la Iglesia”, precisa la Santa Sede. Karadima es otro cortafuegos de un incendio monumental que, por fortuna, amenaza con llevarse por delante arraigadas costumbres de la Iglesia en el tratamiento de estos casos.

El portavoz de la Santa Sede ha explicado hoy la decisión. “Hay dos claves para entender este decreto: la primera, que el Papa lo hace en conciencia. La segunda clave, la motivación: por el bien de la Iglesia. La dimisión del estado clerical de Fernando Karadima es un paso más en la línea férrea del Papa Francisco ante los abusos. Estábamos ante un caso muy serio de podredumbre y había que arrancarlo de raíz. Se trata de una medida excepcional, sin duda, pero los delitos graves de Karadima han hecho un daño excepcional en Chile”.

La medida, sin embargo, sienta un precedente muy claro que deberá servir para las futuras condenas. En mayo el pontífice mandó llamar a 34 obispos chilenos al Vaticano y estos presentaron sus renuncias en bloque tras reconocer que habían cometido “graves errores y omisiones”. El Vaticano ya ha aceptado las renuncias de siete sacerdotes, pero hasta ahora solo había expulsado por su implicación en abusos sexuales a Cristián Precht, un cura simbólico de la lucha contra la dictadura de Pinochet. Precht fue estuvo entre 1976 y 1979 en la Vicaría de la Solidaridad, que se enfrentó a los militares y los paralizados tribunales de Justicia y funcionó como aparato de contrainteligencia ante el régimen.

Las víctimas de Karadima y Barros, a quienes el Papa invitó pasar unos días en su residencia de Santa Marta en el Vaticano, celebraron ayer la decisión. Juan Carlos Cruz, uno de los más combativos, reaccionó en Twitter: “El pedófilo Karadima expulsado del sacerdocio. Nunca pensé que vería este día. Un hombre que le arruinó la vida a tantas personas. Agradezco que el Papa Francisco haya tomado esta determinación al fin. Espero que muchos sobrevivientes sientan un ligero alivio hoy”. Sin embargo, también arremetió contra los cardenales Ezzati y Errázuriz, a quienes acusa de encubrir los crímenes y han estado estos años muy cerca del Papa.

UNA DECISIÓN ESPERADA POR AÑOS

ROCÍO MONTES, SANTIAGO DE CHILE

La decisión del Papa de expulsar del sacerdocio a Karadima era esperada por años en Chile, un país donde Francisco lleva adelante una histórica limpieza y donde la Fiscalía destapa día a día nuevas causas de delitos sexuales cometidos por religiosos en todo el país: ocho obispos y 221 sacerdotes son investigados y las causas abiertas llegan a 126, aunque aumentan cada día. En Chile no se comprendían las razones para mantener a Karadima dentro de la institución, aunque su salida parecía inminente luego de que el Papa, hace dos semanas, decidiera aplicar el mayor castigo posible, el de la expulsión, contra el sacerdote Cristián Precht, un ícono de la lucha contra la dictadura acusado de “conductas abusivas con menores y mayores de edad”.

Hace siete años, Karadima había sido condenado por la Iglesia por abusos sexuales contra menores, pero logró evadir a la Justicia penal amparado en la prescripción de sus delitos. Era un abusador de niños y de jóvenes y, en paralelo, símbolo del clasismo, del apego de una parte de la Iglesia al poder económico y social, de la derecha doctrinaria que defendió el régimen militar de Pinochet. Desde la parroquia El Bosque, en una buena zona de Santiago de Chile, formó una especie de secta a su alrededor. Fue un cura influyente que armó un imperio financiero y un formador de obispos. De los siete que desde mayo han dejado sus cargos luego de que el Papa les aceptara la renuncia, cuatro han salido por su cercanía con Karadima y por parecer insostenible que no hayan encubierto sus delitos.

 

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