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Madrid, 20 feb (EFE).- Durante la Edad del Hierro, las comunidades ibéricas incineraban a sus muertos, pero algunos bebés y prematuros eran enterrados en las casas. El ADN en yacimientos de Navarra (España) revela que tres de ellos tenían síndrome de Down y uno de Edwards, lo que muestra que fueron apreciados por sus comunidades.

Esqueleto de niña con síndrome de Down fallecida alrededor de las 28 semanas de edad gestacional (© Foto J.L. Larrión, Gobierno de Navarra)

Análisis de restos de genoma de 10.000 individuos antiguos en busca de trisomías cromosómicas identificaron seis casos de síndrome de Down. Tres de ellos en dos yacimientos de la primera Edad del Hierro de Navarra (hace 2.800-2.500 años), dos de la edad de bronce (4.700- 3.300 años) de Grecia y Bulgaria, y otro en Finlandia datado en los siglos XVII-XVIII.

Esqueleto de un niño con síndrome de Down que murió en torno a las 26 semanas de edad gestacional (© Foto J.L. Larrión, Gobierno de Navarra).

En Navarra (norte de España) se halló, además, un caso de síndrome de Edwards, que es el primero identificado en población arqueológica, revela un estudio que publica Nature Communications liderado por el Instituto Max Plack (Alemania) y con participación de las universidades españolas de Barcelona (UAB), de Alicante (UA) y de Navarra (UPNA).

Los bebés con afecciones genéticas identificados tuvieron el privilegio de ser enterrados en las casas, lo que es un indicio de que eran “personas que merecían una atención muy especial, eran valiosas para la comunidad”, dice a EFE Roberto Risch, arqueólogo de la UAB y coautor del trabajo.

De los tres individuos prehistóricos identificados en Navarra con síndrome de Down (tres copias de cromosoma 21), uno pertenece al yacimiento de Las Eretas y dos al de Alto de la Cruz, el mismo donde se encontró un caso -una niña- de síndrome de Edwards (tres copias del cromosoma 18), que es mucho menos frecuente y se asocia a problemas de salud más graves.

El trabajo es uno de los primeros estudios sistemáticos de cribado en muestras humanas antiguas en busca de condiciones genéticas poco comunes a través de un nuevo método estadístico de secuenciación, que se completó con una revisión osteológica y del registro arqueológico.

Para el equipo -señala Risch- fue una sorpresa que cuatro de los casos fueran de un proyecto de investigación de su grupo para entender por qué en la Edad del Hierro de Navarra algunos bebés muertos antes o al poco de nacer eran enterrados en casa y no incinerados como el resto de la población.

El total de restos analizados muestra que solo una niña con síndrome de Down encontrada en Grecia llegó a cumplir un año, pues en la antigüedad la supervivencia con esas condiciones genéticas era muy difícil.

En Navarra, todos tenían entre 26 y 40 semanas de gestación, por lo que Risch no descarta que alguno de los mayores pudiera haber nacido y sobrevivir algunos días.

Pero no todos los recién nacidos enterrados en casas eran casos con patologías genéticas. En el poblado de Las Eretas un niño con síndrome de Down estaba junto a una niña emparentada en segundo grado, que podría haber sido su hermanastra, indica en un comunicado el investigador Javier Armendáriz, de la UPNA.

A pesar de estar aún en gestación o haber muerto poco después de nacer, Risch considera que sí es posible que se reconociera que esos bebés tenían una alteración genética.

El investigador señala que otra de las autoras, la antropóloga física y comadrona Patxuka de Miguel, de la Universidad de Alicante, defendió que si “uno presta atención y tiene un poco sensibilidad si que nota que estos niños y niñas tienen algo diferente”.

En el estudio osteológico, los investigadores observaron anomalías en algunos de los individuos que podrían ser compatibles con su condición genética, sin poder descartar otras causas, señala un comunicado de la UAB.

El estudio destaca que algunos fueron sepultados con un rico ajuar funerario. Es el caso de una bebé con síndrome de Down del yacimiento de Alto de la Cruz, que apareció junto a un anillo de bronce, una concha marina y restos de tres ovinos o caprinos.

Además, estaba enterrada en un sitio decorado en un edificio que podría ser un lugar de culto o ritual. “Ocupó un lugar especial en un lugar también distinguido, lo que nos vuelve a recalcar que estas personas merecían una atención y un respeto especial”, reitera Risch.

El investigador descarta que perteneciera a un familia con un alto estatus porque en la primera Edad del Hierro en Navarra “había muy pocas desigualdades sociales” dentro de las comunidades.

El hallazgo de cuatro casos en dos poblados próximos y contemporáneos, como es el caso de Navarra, no supone que allí y en aquella época hubiera una mayor tasa de esas condiciones genéticas, indica Risch, quien precisa que ese extremo fue consultado con expertos.

“Lo que es diferente -dice- es que esas personas fueran seleccionadas para un tratamiento ritual, lo que nos ha permitido encontrarlas”.

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