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Buenos Aires, 13 dic (EFE).- La provincia de Buenos Aires, un gigante más poblado que Bélgica y más extenso que Italia, se ha convertido en el principal bastión del kirchnerismo en Argentina, el país que ahora preside el libertario Javier Milei.

La provincia de Buenos Aires, que comprende los municipios del conurbano bonaerense, las localidades más turísticas de la costa atlántica argentina y cientos de miles de kilómetros cuadrados de explotaciones agrícolas, es el principal distrito electoral del país suramericano con casi el 40 % de su población.

Este año, coincidiendo con la primera vuelta de las elecciones presidenciales en octubre, los electores bonaerenses ratificaron al peronista Axel Kicillof, en el poder desde 2019, como gobernador por otro periodo de cuatro años.

Aunque consiguió casi un 18 % menos de apoyos que hace cuatro años, Kicillof ganó cómodamente los comicios provinciales y prolongó la unión entre el peronismo y la Provincia de Buenos Aires.

El peronista obtuvo en la provincia mejores resultados incluso que el candidato de su espacio a la Presidencia de Argentina, Sergio Massa.

Sólo el radical Alejandro Armendáriz (1983-1987) y la macrista María Eugenia Vidal (2015-2019) consiguieron romper la tónica política de la provincia en los últimos cuarenta años.

En este tiempo, gobernar la provincia de Buenos Aires ha sido un verdadero “ascensor” político para algunos dirigentes justicialistas.

Antonio Cafiero, Carlos Ruckauf y Felipe Solá llegaron a ocupar importantes puestos en varios Ejecutivos nacionales; mientras que el actual embajador en Brasil, Daniel Scioli, perdió la carrera por la Casa Rosada en 2015 frente al centroderechista Mauricio Macri (2015-2019).

Uno de los gobernadores peronistas de la provincia, Eduardo Duhalde, arribó brevemente a la Presidencia de Argentina después de la cascada de dimisiones provocada tras la crisis de diciembre de 2001.

Ahora, con el poder del peronismo y de su variante kirchnerista -como se conoce al ideario de los expresidentes Néstor Kirchner (2003-2007), Cristina Fernández (2007-2015) y, en menor medida, Alberto Fernández (2019-2023)- muy mermado a nivel nacional, la provincia de Buenos Aires podría pasar de ser un “ascensor” político a un “búnker” para los antiguos líderes del movimiento.

Kicillof, que ejerció como ministro de Economía entre 2013 y 2015, es uno de los pocos supervivientes de las dos oleadas opositoras contra el kirchnerismo.

Economista y docente en la Universidad de Buenos Aires, el gobernador es un fuerte defensor de la doctrina peronista.

Para Kicillof, lo importante nunca han sido las formas, exuberantes y recargadas en el caso de su ‘maestra’ política Cristina Fernández, sino la defensa intelectual de los postulados teóricos de su movimiento político.

Criticado por su poca locuacidad y su seriedad, el gobernador es un político extraño en el ecosistema que ha encumbrado al extravagante Javier Milei, también economista, como presidente.

En su asunción celebrada en la ciudad de La Plata, un día después de la del nuevo mandatario argentino, el gobernador reivindicó sus ideas y dio un paso al frente como líder opositor a Milei.

“Pese a todas las dificultades, los bonaerenses evaluaron que lo que falta en materia de vivienda, de salud, de infraestructura no se consigue ni con motosierra ni con ajuste”, dijo durante el primer discurso de su nuevo mandato, con la presencia de la expresidenta Fernández, platense de nacimiento, en la tribuna de autoridades.

Junto a Kicillof se situarán figuras principales del Ejecutivo de Alberto Fernández, que estuvo marcado por la fuerte polarización entre el expresidente y la exvicepresidenta (Cristina Fernández).

El exministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, ocupará la cartera provincial de Infraestructura y Servicios Públicos; la exministra de Economía y expresidenta del Banco de la Nación Argentina, Silvina Batakis, será la nueva encargada de Hábitat y Desarrollo Urbano; mientras que la esposa de Sergio Massa y expresidenta de Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), Malena Galmarini, será propuesta para presidir el Banco Provincia.

Con los sables en el aire, Kicillof busca aliados en el interior del justicialismo para garantizar su lugar en la cúpula de un espacio político tan enorme como tendente a las luchas de poder internas.

Su principal reto será la gestión de una complicada herencia política, atomizada por la personalidad arrolladora de Cristina Fernández, ahora más alejada de los focos, pero siempre dispuesta a protagonizar un nuevo regreso.

Además, tendrá que lidiar con varios casos de corrupción aparecidos en el seno de la región. El más conocido el que protagonizó su exjefe de gabinete, Martín Insaurralde. Por lo pronto, en su nuevo gabinete no existirá este cargo.

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