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“¿Cómo voy a ir a México después de estar aquí?”, fue el primer pensamiento que tuvo Paola Morales cuando su papá le dijo que tenían que regresar a su país de origen en 2017, tras pasar 10 años de su vida en Canadá y los últimos cuatro en Houston, Texas, donde concluyó la preparatoria. La joven de 18 años no conocía otra vida más que la que había construido en el norte, pero sabía que tenía que mudarse si quería avanzar en sus estudios. Una beca otorgada por la Universidad de Monterrey (UDEM) y por el cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu le ha permitido cumplir su sueño de convertirse en médico y cambiar las ideas preconcebidas que tenía sobre México.

Un poco más hacia el centro de ese país, en el Estado de Colorado, Kevin Bueno pasaba por la misma situación. Después de vivir 18 años en Estados Unidos, a donde emigró con su mamá y su hermano desde Chihuahua cuando él tenía cuatro años, se dio cuenta de que no iba a poder cursar una carrera profesional. “Tenía muy buen promedio en la escuela, estaba en deportes y siempre le eché muchas ganas para sobresalir como estudiante. Pero cuando estaba por graduarme [de la preparatoria] me di cuenta de que el hecho de ser migrante me iba a cerrar muchas puertas ya que el costo de la universidad iba a ser un poco caro”.

Kevin fue el primer dreamer que llegó a la UDEM en enero de 2017 para estudiar la Licenciatura en Creación de Negocios e Innovación Empresarial, becado por el programa ReconoceR, que fue creado a finales de 2016 por esta universidad y González Iñárritu como una opción para los jóvenes afectados en Estados Unidos por la cancelación tentativa del programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés). En la segunda mitad de 2017 se le unieron Paola y Joshua Gibrán para estudiar la carrera de Médico Cirujano Partero y Juan Manuel para cursar Ingeniería en Mecatrónica.

Además del pago completo de la colegiatura y del alojamiento en las residencias de la universidad, la beca incluye ayudas para su adaptación al día a día en esa región de México, algo que no es sencillo. “La verdad no tenía ni idea de cómo sería México, solo sabía que iba a ser un cambio drástico. Lo más difícil del proceso es el hecho de ser mexicano pero tener toda la cultura de Estados Unidos, ya que a veces la gente no entiende por qué actuó de ciertas formas”, dice el chihuahuense. “Mis principales miedos [al llegar] eran los que te cuentan los medios de comunicación y los medios siempre se enfocan en lo malo, así que al principio me dejaba llevar por eso y por cosas que me contaban personas como familiares que habían estado en México”.

Paola confiesa que también llegó al país con ideas preconcebidas, pero tras un año estudiando en México se ha dado cuenta de que no son verdad. Una de estas ideas, y en la que coincide con Kevin, es cómo ha cambiado su noción de libertad desde que han llegado a México. “Se me hace increíble pensar que allá [en Houston] no podía hacer muchas cosas, no podía trabajar, no podía manejar, pero ahora estando aquí no tengo esas barreras. Puedo hacer lo que quiera y ahora me siento muy libre”.

Por su parte, Kevin ha llegado a la conclusión de que “lo único diferente de vivir en Estados Unidos y México es que allá estaba limitado por el hecho de no tener documentos. Ahora me siento más libre, puedo estudiar, viajar por el mundo […]. En Estados Unidos no podía salir del país porque ya no me iban a dejar regresar”.

En este tiempo ha cambiado hasta el apego que sienten por Estados Unidos. En sus planes de futuro ya no se ven exclusivamente viviendo en ese país. “No estoy aferrado a Estados Unidos, si se me presenta una buena oportunidad para mejorar mi calidad de vida claro que sí regresaría, pero ahora que vine, me di cuenta de que no hace diferencia estar en uno u otro país. A fin de cuentas lo que importa eres tú y lo que haces de tu vida”, señala Kevin. “Mi objetivo es regresarle a México lo que me dio, que es la oportunidad de mejorar como persona”.

 

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