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El presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante el discurso anual ante los embajadores franceses en el extranjero este lunes en París. PHILIPPE WOJAZER AFP

Emmanuel Macron quiere que la Unión Europea reclame su autonomía militar y dé los primeros pasos para tratar de igual a igual a las otras potencias y no depender de ninguna. “Europa ya no puede dejar su seguridad únicamente en manos de Estados Unidos. Nos corresponde asumir nuestra responsabilidad y garantizar la seguridad y, por tanto, la soberanía europea”, ha dicho este lunes el presidente francés en París. Los avances del unilateralismo y el nacionalismo —representados por el presidente estadounidense Donald Trump, pero también por otros líderes globales y europeos— fuerza a Macron a reajustar sus prioridades internacionales.

“Los extremos han avanzado y los nacionalistas se han despertado”, resumió Macron. “El sistema multilateral heredado del siglo pasado está cuestionado por actores mayores y potencias autoritarias que a veces fascinan cada vez más. ¿Debemos entregar las armas?” La respuesta al ascenso del nacionalismo y a lo que el presidente llamó el regreso de las identidades es, según Macron, una globalización “humanista”, centrada en la lucha contra las desigualdades, y atenta a los agravios de las clases medias y trabajadoras empobrecidas. Un orden global “refundado” en el que la UE tenga un papel central, “un despertar inmediato de [las] democracias”.

La crisis del multilateralismo —la capacidad de buscar consensos en instituciones comunes— tiene un culpable, según el presidente francés: los Estados Unidos de Trump, que amenazan con guerras comerciales, abandonan de la lucha común contra el cambio climático, rompen del acuerdo para frenar el programa nuclear iraní o erosionan la relación transatlántica y la OTAN. “El socio con el que Europa construyó el orden multilateral de la posguerra parece dar la espalda a esta historia común”, ha dicho Macron ante los embajadores reunidos en la capital francesa. La conclusión es que Europa debe rearmarse —en el sentido más literal— y revisar sus alianzas.

Macron ha recordado los avances del último año, como la creación de una “iniciativa europea de intervención”, a la que se ha sumado nueve países. Y anunció que “en los próximos meses” propondrá reforzar la solidaridad europea en materia de defensa mutua, prevista en el artículo 42.7 del Tratado de la UE. “Debemos extraer todas las consecuencias del fin de la Guerra Fría. Las alianzas son hoy del todo pertinentes, pero los equilibrios, a veces los automatismos sobre las que se construyeron, deben revisarse”, ha dicho. Y citó la necesidad de dialogar con Rusia en cuestiones como la ciberseguridad, las armas químicas, la seguridad espacial o la protección de las regiones polares.

La conclusión según la cual Europa debe dejar de contar con EE UU y valerse por sí sola no es nueva: la canciller alemana, Angela Merkel, lo ha expresado varias veces desde que Trump llegó a la Casa Blanca en enero de 2017. Sí es una novedad el hecho que Macron lo teorice ante sus embajadores, es decir, ante los responsables de ejecutar día a día la política exterior de Francia. La voluntad de autonomía ante la tutela de Washington se convierte así en doctrina. Doctrina europeísta, sí, pero también gaullista: la reafirmación de la independencia es una tradición muy francesa, que el General De Gaulle llevó a su máxima expresión.

No será fácil: desde las reticencias alemanas y nórdicas a las ambiciones refundadoras a la actitud desafiante de la Hungría de Viktor Orban o la Italia de Matteo Salvini, pasando por el enredo por la salida de la UE en Reino Unido, Macron está hoy más solo en Europa que hace un año. Con las elecciones europeas de 2019 a la vista, se libró una cierta autocrítica en el discurso a los embajadores, una voluntad de asumir el mundo tal como es. El presidente, identificado con el liberalismo partidario de la globalización, admitió que “quienes creían en el advenimiento de un pueblo mundializado se equivocaron profundamente”. Las fronteras, las naciones, las tribus permanecen. “En todo el mundo la identidad profunda de los pueblos ha regresado. Y en el fondo es una buena cosa”.

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