Liz Fernández enfrenta a los camiones hidrantes de la dictadura durante una protesta frente a la Catedral de Asunción, el 26 de abril de 1986. JOSÉ MORENO

“Fue espectacular conocerla. Gracias a ella quedó plasmado el valor de la mujer paraguaya en la época de la dictadura, cuando en ese momento hasta por hablar fuerte te llevaban preso”, recuerda abrazo a ella en la explanada de la Catedral. Fernández, con elegante vestido negro, un pañuelo rojo y anteojos oscuros, está junto a Moreno para recrear la famosa escena, 32 años después, coincidiendo con el Día Internacional de las Víctimas de las Desapariciones Forzadas. El evento duró apenas 20 minutos.

Actores y voluntarios formaron el cordón frente a las puertas enrejadas de la Catedral. No hubo policía, un camión de bomberos tiró agua y Fernández se acercó desafiante, como aquel día. Cámaras de televisión transmitieron en directo el evento. “Libertad, libertad ante todo. Era impensable que se derroque a Stroessner y con los granitos de arena que todos fuimos aportando se logró”, dice la mujer emocionada. Su padre, Ignacio Fernández Casabianca vivió casi toda su vida en la clandestinidad, perseguido por sus ideas progresistas. Ella, sin pretenderlo, se convirtió en una inspiración para otras personas.