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Buenos Aires, 2 mar (EFE).- Georgy Eliseev y Marina Morunova no paran de sonreír. Acompañados de Uliyana, su bebé de seis meses, este matrimonio de rusos irradia felicidad por los cuatro costados, encantados de vivir en un país, Argentina, que está repleto de personas “muy abiertas de mente” y “muy amables”.

Un niño, hijo de una familia rusa en Argentina, fue registrado al jugar en un parque de Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni

“No sabemos cuánto tiempo estaremos (en Argentina), porque con esta situación… Nosotros solo queremos estar tranquilos y en un lugar seguro”, asevera Morunova en una conversación con EFE en el Parque Centenario de Buenos Aires, ubicado muy cerca de su nuevo domicilio.

Los inmigrantes rusos Vitali Biriukov y Alya Lykhina fueron registrados al consentir a su bebé, en un parque de Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Esta pareja representa por sí misma una tendencia cada vez más visible en las calles argentinas: la de las familias rusas que, cautivadas por la calidad de los servicios públicos, la amabilidad de la población y las facilidades burocráticas, optan por mudarse con el fin de evitar las consecuencias de la guerra en Ucrania.

Solo en el último año, unos 2.400 ciudadanos rusos iniciaron sus trámites de residencia ante la Dirección Nacional de Migraciones, organismo que cifra en más de 22.000 las personas de esta nacionalidad que han ingresado en Argentina desde comienzos de 2022.

RUTINAS RUSAS EN ARGENTINA

Eliseev y Morunova están próximos a cumplir un año en Buenos Aires, adonde se mudaron desde Moscú nada más comenzar la guerra. Todavía no manejan demasiado bien el español -“gracias” y “perfecto” son sus vocablos preferidos-, pero en este tiempo ya han construido una rutina con la que están encantados.

“Trabajamos en la primera parte del día de forma remota, por la diferencia horaria de seis horas con Moscú, y aquí tenemos muchas más horas de sol que en Rusia, así que está muy bien trabajar a la mañana y hacer lo que queramos en la segunda parte del día”, apunta el padre de familia.

Durante su estancia en la capital argentina, Eliseev y Morunova han conocido a varias parejas de rusos en una situación similar a la suya, como es el caso de Alya Lykhina y Vitali Biriukov, quienes viajaron en mayo del año pasado al país rioplatense junto a sus cinco hijos.

“Algunos rusos que vienen aquí dicen: ‘ah, esto no es como en Rusia, ¿por qué tienes tantas tiendas pequeñas, en lugar de tener una sola grande?’. Es muy diferente, tienes que comprar carne aquí, esto otro allá… Pero para nosotros está bien, porque nos acostumbramos”, afirma a EFE Lykhina con su bebé Tanisha, de cinco meses, en brazos.

Estas dos familias forman parte de un fenómeno que llamó la atención de la Dirección Nacional de Migraciones: son rusos de clase media y alta, muchos de ellos con cursos de posgrado, que viven de ahorros o que trabajan para otros países en los sectores de finanzas o diseño web.

Su decisión de optar por Argentina no es casual, ya que entre este país y Rusia rige un tratado que permite estancias de 90 días sin visado para sus respectivos ciudadanos, algo que aprovechan muchas mujeres rusas para dar a luz en suelo argentino y, de este modo, acelerar sus trámites de residencia.

“Es un país con gente con la que es muy fácil convivir, no se necesitan demasiados papeles… Todo está bien, solo te tienes que ocupar de vivir y ya está”, resume Eliseev.

RESIDENTES REALES

Este flujo migratorio cobró relevancia mediática a mediados del mes pasado, cuando seis ciudadanas rusas embarazadas fueron retenidas en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, al tratarse presuntamente de “falsas turistas” que viajaban a Argentina para tener sus bebés, obtener la ciudadanía y abandonar el país.

“Argentina debe actuar conforme a la ley, porque si es posible venir aquí, tener un bebé y conseguir un pasaporte… La gente lo hará, no solo desde Rusia, sino desde otros países. Si no quieres que eso suceda, cambia la ley”, subraya Lykhina, que considera “horrible” lo sucedido con estas mujeres embarazadas.

Más allá del interés concreto por el pasaporte argentino, lo cierto es que cientos de familias rusas han viajado a Argentina para quedarse, hasta el punto de que Lykhina y Biriukov han matriculado a cinco de sus hijos en colegios de Buenos Aires para iniciar el curso escolar.

Los datos avalan esa realidad: 327 estudiantes rusos (71 de nivel inicial, 194 de primaria y 62 de secundaria) arrancaron este lunes sus clases en centros públicos porteños, de acuerdo al Gobierno capitalino, evidenciando el interés de sus padres por permanecer en Argentina.

“Tenemos el plan de quedarnos, porque nos gusta el nivel de educación y tenemos seis hijos (…). Queremos vivir aquí y viajar, eso sería lo ideal”, sentencia Lykhina.

Javier Castro Bugarín

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